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Nuestra huella

Las primeras noticias sonaron a ciencia ficción. ¡Qué soberbia la humana! Sólo recordamos nuestro ingenio nunca nuestras huellas de destrucción. ¿Calentamiento global? Imposible.

Han de ser teorías de los conservacionistas que no aceptan el progreso. Pero las pruebas científicas se acumularon. La forma de vida que el ser humano se ha dado a sí mismo en lo que conocemos como desarrollo, en particular las emisiones de CO2, están teniendo un efecto pernicioso de consecuencias incalculables.

Hay quien busca refugio retórico en los ciclos de tan largo plazo que la acción humana pareciera simplemente no contar. Las mediciones y estudios continuaron. Hoy no hay escape. Es una realidad que ya nos alcanzó.

Las emisiones no se han frenado sobre todo en los gigantes, desarrollados y en proceso de desarrollo. Las cuotas de reducción en lo general no se han cumplido. Los glaciares se están derritiendo en los dos casquetes, pero sobre todo en el norte. La Antártica y Groenlandia son las mayores reservas de hielo del planeta.

El ascenso en los derretimientos en las últimas dos décadas no deja duda. Incluso en el caso de un gran éxito en las medidas adoptadas la curva de ascenso seguirá pues el enorme buque del calentamiento no puede dar un viraje en pocos años. Hay sin embargo un cambio importante.

Gracias a esfuerzos como los de Al Gore hoy la conciencia sobre el horror que estamos enfrentando es mucho mayor. Ya no sólo se trata de información científica manejada en pequeños núcleos o las dramáticas fotografías de osos polares naufragando en pedazos de hielo que conmueven pero resultan lejanas.

En este 2009 estamos ante los testimonios cotidianos de cientos de miles de personas que viven las consecuencias nefastas de nuestra acción colectiva. Precipitaciones reducidas a la mitad en Mali; huracanes de fuerza inaudita en Cuba; migraciones en Bangladesh provocadas por las fracasadas cosechas; desaparición de los glaciares en Suiza; hundimiento de viviendas en Rusia; sequía sin nombre en el Chad; destrucción terrible por tormentas de granizo en Italia; erosión asesina en Alaska, Estados Unidos; hielos fisurados en Canadá.

Países ricos y pobres, las afectaciones incluyen no sólo agricultores aislados o cazadores excepcionales sino ciudadanos comunes que trabajan en los servicios turísticos. Nadie escapará. Igual Bangladesh y Nueva York, el Caribe pero también el sureste asiático. El deterioro seguirá, las consecuencias económicas ya forman parte de un complejo escenario.

La economía del carbón, como la denomina The Economist en la edición de ésta semana, tiene un horizonte de vida corto y lleno de obstáculos. Pero también están allí los retos y, por qué no decirlo, los negocios del futuro. La energía limpia presenta desafíos técnicos y científicos pero es ya una realidad.

Hay países como España que en muy poco tiempo han logrado sustituir las emisiones de CO2 por energía eólica o solar. Aunque parezca ciencia ficción el sol africano podría representar una opción para Europa.

El asunto ha caminado y hoy las propuestas de desarrollo sustentable son parte importante de la discusión política en muchas naciones. Lo mismo ocurre con los costos reales que calculan la huella de carbón y que empiezan a ser parte de un negocio muy amplio. La vocación de muchas naciones podría cambiar.

La venta de servicios ecológicos es una vertiente que puede favorecer a población pobre de la tierra. Como nunca antes el norte necesita mirar al sur que tiene algunas de las respuestas a los dilemas. En estas horas se discute en Copenhague la posibilidad de llegar a un acuerdo vinculante que sustituya los lastimeros resultados del protocolo de Kyoto.

Las metas parecieran menores pero no lo son. Una de las principales es mantener en máximo dos grados el calentamiento planetario, con lo cual los desastres continuarán. Detener el derretimiento de los casquetes es una acción de emergencia para frenar el aumento de los mares. Algunos países ya dan el ejemplo, es el caso de la Unión Europea que unilateralmente decidió disminuir sus emisiones en 20%.

Pero hay gigantes como China, India y Brasil que quieren jugar su propio juego. No aceptan el argumento de que los desarrollados hayan llegado allí con emisiones altas y que ahora sean ellos los que impongan restricciones. Y por supuesto la mira cae en Estados Unidos, uno de los dos principales emisores de CO2, que ha burlado los acuerdos de Kyoto.

La gran pregunta es si de Copenhague saldrá algún acuerdo vinculante, que obligue a cumplimiento de ciertas metas. De lograrse habría un cambio en las acciones civilizatorias que el ser humano se ha dado a sí mismo. Ojalá y así sea.

PD 1. WWF reporta una dramática disminución de la superficie boscosa donde se encuentran los santuarios de la mariposa monarca. ¡Ni siquiera 20 hectáreas podemos vigilar!

PD 2. ¿Qué necesidad de remover a Guillermo Ortiz? ¿Cuánto le costó a México formar un cuadro así?

Reforma, “Opinión”, Opinión, p. 14
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