Para Raúl Hernández García Diego
Por Emilio Guerra Díaz
La semana pasada fue publicada una interesante nota donde la consultora KPMG en voz de un socio Timothy A. A. Stiles en EEUU señalaba que “para que las organizaciones no gubernamentales o fundaciones sean exitosas, deben ser administradas como si fueran un negocio. Sin importar si están ligadas a una empresa o son independientes, las fundaciones deben desarrollar un plan de negocios que incluya objetivos y metas, mecanismos de transparencia en el uso de los recursos y estrategias para atraer donadores”.
Timothy Sitles tiene razón, pero no dice nada nuevo respecto a las ejemplares lecciones del maestro Peter F. Drucker, quien no sólo afirmó estos preceptos en la década de los setentas, sino dedicó parte de su trabajo profesional a fortalecer a las organizaciones filantrópicas, primero en EEUU y después, con su legado administrativo e intelectual, a diversos países. Para ese fin Drucker creó la Peter F. Drucker Foundation Non Profit Managment y se han publicado una serie de libros, artículos, herramientas y documentos que ayudan al desarrollo institucional de las organizaciones sin fines de lucro.
Otro viejo lobo de mar en la administración de organizaciones sin fines de lucro en forma profesional es Jerrold Panas, cuyos artículos se pueden leer también en Expok. Rosa Morales, colaboradora de Jerry está concluyendo la traducción al castellano de uno de sus mejores libros para fortalecimiento de órganos de gobierno de asociaciones sin fines de lucro que llevará el nombre de “66 consejos para tu Consejo”.
Llevo trabajando casi 25 años en el sector filantrópico y cuando por vez primera escuché que las organizaciones filantrópicas debían comportarse como “empresas sociales” fue en una reunión para constituir una iniciativa internacional con financiamiento estadounidense para financiar proyectos de desarrollo comunitario.
Ese día los participantes dedicaron gran parte de la mañana para discutir si ese rasgo era deseable o no. Se mencionó que algunos directivos de organizaciones les hacía “corto circuito” ese concepto porque anteponer la idea de empresa a una organización motivaba consecuentemente la idea de que debiesen obtener utilidades. Un participante señaló que, desde luego no se trataba de tener remanentes, porque se va contra la naturaleza de la actividad no lucrativa. Pero puso énfasis en la administración de la organización. Alguien más de los asistentes a esa reunión manifestó que el carácter de empresa social se explicaba precisamente por su utilidad pública. En fin, es un tema apasionante.
Sin embargo se hace necesario compartir estas ideas. Las organizaciones filantrópicas deben en su vida administrativa actuar como empresas, claro y estamos de acuerdo con Drucker y con Stiles. El adjetivo “social” se agrega por la utilidad pública de la organización, es decir, por los servicios que brinda a la comunidad y que complementa allende donde el sector público no puede tener suficiente cobertura o cuando los servicios privados son inaccesibles a los beneficiarios que los están necesitando.
Ahora bien, para apalancar estas ideas (“empresas sociales”) conviene ensanchar el marco donde ellas se desenvuelven: En la economía no lucrativa, espacio que como mexicanos todavía nos parece ajena. Consiste en realizar actividades para generar riqueza social sin repartir remanentes, administrados por particulares con fines públicos. Por el contrario, los excedentes generados por la organización se reinvierten en la causa social a la que se dedica la institución y por lo tanto abona a su sustentabilidad.
De esta manera las organizaciones filantrópicas han de desterrar varios prejuicios y etiquetas que en muchas ocasiones se autoimponen. Por ejemplo, persiste la idea de que si una organización trabaja “sin fines de lucro”, entonces no debe cobrar los servicios que brinda y por lo tanto los tiene que “regalar”.
Otro sofisma se ubica en sus fuentes de financiamiento: Un gran número de organizaciones apuestan a mirar como su principal patrocinador a la empresa y dedican gran parte de su tiempo para “encontrar aquel financiador que le permita ingresos suficientes para trabajar cómodamente”.
Otras más estiman que los gobiernos deben ser los financiadores. Sin embargo hoy se cuenta con importantes estudios sobre las fuentes de financiamiento del sector filantrópico en México y el resto del mundo. Estos revelan que son dos las principales fuentes: Las donaciones de personas y los ingresos por cuotas o membresías y servicios.
Las lecciones de Peter F. Drucker para el desarrollo de las “empresas sociales” se ha manifestado en diversos aciertos por parte de universidades, empresas, firmas consultoras, fundaciones empresariales e incluso organizaciones que apoyan el desarrollo del sector filantrópico que dedican parte de su financiamiento y trabajo al fortalecimiento institucional de las organizaciones sin fines de lucro. Es un componente que se incluye en la presentación de los presupuestos de los proyectos que apoyan.
Ahora bien, habrá que preguntar a Timothy A. A. Stiles que hace KMPG en México al respecto. Mientras tanto anotamos una acertada reflexión de ese socio de tan prestigiada firma publicada en el artículo referido: “El trabajo filantrópico de las compañías que cuentan con su propia fundación puede tener un efecto positivo en las ventas”.
Desde el Consejo Directivo
Estupendo resultó el evento de Ashoka de la semana pasada donde presentó su selección de emprendedores sociales. Acordes con el espíritu de este artículo, esta asociación basa su trabajo en fellowships, es decir, acompañantes, socios. Armando Laborde quien encabeza el equipo de Ashoka compartió importantes iniciativas en voz de sus fundadores o creadores y convocó a diversos lideres social como Juan Ernesto Pardinas, Director del Instituto Mexicano para la Competitividad, Patricia Guzmán Pineda de Femsa, Alicia Valdovinos Septién Premio Nacional a la Acción Voluntaria y Solidaria 2011 y Ayleen Cortés Sandoval y Andrea Méndez de Banco Compartamos.
Ahí, respecto a los emprendedores sociales, pudimos ver a Alex Eaton, quien desarrolló el Sistema Biobolsa; Almudena Ocejo quien fundó el Centro de Contraloría Social y Estudios de la Construcción Democrática (CCS-CIESAS), espacio para apoyar y fortalecer proyectos de control ciudadano realizados por organizaciones civiles; Sergio Madrid, quien promueve el diseño y aplicación de programas gubernamentales que permitan y faciliten la gestión sostenible de los bosques en manos de ejidos y comunidades; Jorge Camil quien fundó ENOVA, empresa social que crea espacios y modelos educativos innovadores, como la Red de Innovación y Aprendizaje (RIA) para combatir el analfabetismo informático; Mariana Baños creadora de la Fundación Origen, a través de la cual se ofrece asesoría psicológica, legal y médica; así como apoyo a mujeres que viven en pobreza extrema o que son víctimas de violencia en México y Ernesto López Portillo Vargas quien fundó el Instituto para la Seguridad y la Democracia, A.C. (INSYDE) a fin de revalorar y promover la reforma democrática de los policías y cuerpos de seguridad ciudadana para que también nosotros formemos parte de la solución contra la inseguridad.
El Consejo Directivo felicita a estos emprendedores sociales y a aquellas organizaciones que están poco a poco expandiendo la economía no lucrativa en el país.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
Excelente reflexión Emilio. Cuando fundé la compañía Teatral «No Encontramos» en Houston, TX. uno de mis primeros aprendizajes fue el de visualizar a la organización, no lucrativa, desde la perspectiva operacional de una empresa. Claro que para quienes iniciamos sin el capital económico eso parece un sueño… Pero en el camino he descubierto que los sueños son alcanzables con determinación, pasión y paciencia…
Gracias Emilio por invitarnos a reflexionar.
Un abrazo