Tras pasar por varios cargos comunitarios, dirigió durante 8 años la Agencia Europea de Medio Ambiente y el Observatorio de la Sostenibilidad (OSE), al que ahora asesora. Este ingeniero industrial sin pelos en la lengua, se incorporó también como asesor en temas de desarrollo sostenible y medio ambiente a la Oficina Económica del presidente en 2004. En 2007, se le concedió el Premio Extraordinario de Medio Ambiente “Artemio Precioso”.
Crisis ambiental, social, económica… Hemos pecado de insostenibles en todos los aspectos ¿hace falta un cambio de mentalidad?
Lo fundamental es empezarreconociendo la crisis en todas sus dimensiones. Esta crisis social, ambiental, y ahora también financiera y económica, no hace mas que abundar en las razones para un cambio en los modelos de desarrollo a todos los niveles: local, regional, nacional, europeo y sobre todo global.
Como decía Einstein: “el mundo no evolucionará, no superará sus crisis usando la misma forma de pensar que creó la situación”. Hay que repensar todo o casi todo, recurrir a una nueva lógica, la de la sostenibilidad, como paradigma de futuro y con futuro, con nuevas políticas y nuevas formas de hacerlas. Nuevas formas de pensar y nuevos pensadores.
¿Por qué/cómo hemos llegado a esta situación?
Gran parte de la población sabía lo que estaba ocurriendo con el proceso de globalización mercantilista en curso, con la degradación ambiental y el Cambio Climático, con las crisis globales de energía y agua, de pobreza y reparto de la riqueza, de salud y alimentación… Sabíamos lo que iba y va a ocurrir, e incluso lo que había y hay que hacer para evitarlo, mitigarlo, y entrar en procesos de mayor sostenibilidad y no de creciente insostenibilidad. No había mas que atender a los informes que insistentemente repetían estos análisis y recetas a nivel global.
Una posible razón para la crisis es que estábamos todos, y la mayoría parece que seguimos, ocupados en mantener las cosas como estaban: mal. Unos cuantos, en posiciones clave, muy ocupados en obtener ventajas y beneficios cortoplacistas o especuladores; y el resto, en producir y consumir para mantener la economía de mercado en marcha con la esperanza de que nos traiga prosperidad y calidad de vida.
¿Es posible el cambio hacia otro modelo de desarrollo más sostenible?
Otro desarrollo más sostenible es necesario, posible y oportuno, y no se puede posponer su exigencia a la salida de la crisis, ya que es parte fundamental de las respuestas a ella. Se deben incorporar progresivamente las condiciones para el cambio hacia la sostenibilidad.
El cambio, necesario desde hace décadas, ahora ya es ineludible. No sólo posibilitaría un desarrollo con futuro, más prometedor, menos vulnerable y más justo, sino que, inteligentemente planteado, invirtiendo a corto plazo en sostenibilidad –“invertir en soluciones y no en problemas” como propone Obama–, actuaría como dinamizador para una salida de la crisis más rápida y airosa.
Podemos avanzar con los instrumentos disponibles, inadecuadamente aplicados hasta ahora, de democracia política –con una profundización hacia la democracia prospectiva, en la que la sociedad civil participa a la hora de pergeñar el futuro–; de economía de mercado, dentro de un marco regulador que asegure su instrumentación para una asignación eficaz y eficiente de recursos; y con un sistema social que corrija la miopía y las desigualdades que acompañan a este tipo de economía, que implica profundizar y extender lo que conocemos como sociedad del bienestar y que hemos procurado desvirtuar y restringir.
¿Qué se puede hacer desde el sector empresarial?
Estamos hablando de un cambio con claras ventajas para los pioneros y en particular para España, si por una vez decide innovar por su cuenta y a su medida, en lugar de esperar que otros lo hagan. Ya nos perdimos las dos revoluciones industriales anteriores, basadas en el carbón y el petróleo. En esta tercera, el abandono de éstos o la descarbonización será un componente clave, y España estará en posición privilegiada si no se arruga, como parecieron indicar algunas propuestas normativas recientes –que afortunadamente se han corregido en parte– en materia de renovables, tras haber sido pionera cuando el mercado y la situación económica ayudaban menos.
Estamos, no sólo ante la necesidad de una respuesta eficaz a la crisis, sino ante una verdadera opción estratégica con connotaciones a corto, medio y largo plazo.
Se trata de identificar los elementos de esta opción estratégica y anticipar y apostar por los escenarios con futuro para España, para establecer progresivamente las condiciones para el cambio y jalonar operativamente –mediante políticas, planes y proyectos concretos– el proceso de transición, sin olvidar que es necesario un cambio radical en el actual modelo de desarrollo.
Esta anticipación y configuración de escenarios con futuro, es clave para los sectores industriales a los que la predictibilidad permite orientar sus planes e inversiones en I+D+i+d y obtener claras ventajas competitivas.
Si logramos crear ese nuevo modelo de desarrollo ¿serán las empresas capaces de adaptarse?, ¿implica el cambio nuevas oportunidades de negocio?
El sistema productivo y las capacidades empresariales no especuladoras, que aspiran a permanecer en el mercado, no tendrían dificultades en asociarse a este nuevo desarrollo, siempre que la economía de mercado ofreciera ventajas competitivas a las empresas eco-innovadoras.
Hay claros ejemplos ya en España de empresas que se han apuntado a la sostenibilidad como negocio, a la satisfacción de las necesidades de la economía real con productos y servicios eficaces y eficientes, con un menor uso de recursos y degradación ambiental, sabiendo que ya, y más en el futuro, el negocio o será sostenible o no será negocio en absoluto.
Dado que hablamos de una crisis global ¿se necesitan soluciones globales?
Los cambios tienen que empezar en los países más desarrollados y no pueden supeditarse a que se den las condiciones para el cambio global, que pueden tardar, aunque hay que forzar el proceso de avance hacia una globalización más sostenible.
El identificar y comprometerse con las condiciones para el cambio y propiciar su pronta aplicación es la responsabilidad que no todos estamos dispuestos a asumir, sobre todo en los países más desarrollados que exigen propiciar un nuevo marco global mas allá de la propia regulación de los mercados financieros, en consonancia con la idea de la aldea global que hasta ahora habíamos confundido con un mercadeo especulador global.
Hay que retomar el hecho de que no hay propósito global y no hay verdadero propósito de los países desarrollados –y esto incluye a la UE– para el cambio hacia una globalización más sostenible.
¿Qué supone una globalización más sostenible?
Procesos de contracción o menor uso de recursos, en particular energéticos; menor degradación ambiental, en particular menores emisiones de gases de efecto invernadero por los países desarrollados; y convergencia con los países en desarrollo en el acceso y uso de dichos recursos y en la utilización de la capacidad de acogida de nuestro entorno.
Estamos obligados a cambiar, pero no hay propósito global ni acuerdo para implantar las condiciones para el cambio, lo que significa contar como mínimo como confirmó Kofi Anan poco antes de abandonar su puesto de Secretario General de la ONU con estrategias, instituciones y un sentido de responsabilidad colectiva.
Ni siquiera hay acuerdo en cuanto a instituciones colectivas capaces, incluyendo un reforzamiento de Naciones Unidas, para acercarnos a un cierto Gobierno o Gobernabilidad Global.
¿Y cómo lograr esa Gobernabilidad Global?
No partimos de cero, contamos con una Agenda Multilateral propiciada por las Cumbres de la ONU de Río en 1992 y de Johannesburgo en 2002, y de los distintos convenios suscritos a su amparo. No es ambiciosa, pero puede crear las condiciones para cambios más radicales si se parte de esa base para establecer una verdadera Estrategia colectiva y Agenda para el Cambio Global.
Necesitamos unas capacidades estructurales a nivel global que corrijan de forma continua y casi automática las desigualdades de un mercado cada vez más global, incluyendo recursos presupuestarios para la financiación de las necesidades básicas del sistema social, de cohesión social e incluso emergencias.
Esta mejor Gobernanza global se podría plasmar en la propuesta de transformar el poco eficaz PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en una verdadera Agencia Especializada de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, o para el Desarrollo Sostenible que equilibrase a la ahora más pudiente OMC.
¿Qué pasa con el tema de la fiscalidad global?
Hay que retomarlo. Ha estado ausente de los debates, pero el cambio climático va a ejercer de elemento dinamizador en el camino hacia la constitución de ciertas obligaciones y derechos para progresar en la protección de ese patrimonio común que es el clima. Bastaría con introducir una tasa de algo más del 1/1.000 sobre las transacciones económicas internacionales, o de algo más de 4$ por barril de crudo comercializado para atender las necesidades que la ONU cuantificó en un 0,5 % del PIB anual para alcanzar los Objetivos del Milenio.
Han sido los propios ministros y ministras de Economía del G20 los que en noviembre pidieron al Fondo Monetario Internacional que estudiase la posibilidad de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales.
Algo se está moviendo y, probablemente junto con una tasa global sobre el CO2, sería la forma de financiar el proceso postKioto en materia de cambio climático. A ver si se le ocurre proponerlo a la actual presidencia española, a quien le toca desarrollar y aplicar lo que ha salido de Copenhaque y encauzar el camino a México.
¿Se ven señales de un cambio? ¿Avanzamos?
Sí las hay, sobre todo a nivel empresarial y en particular en el sector energético. Muchas empresas se han dado cuenta de que apostar por la sostenibilidad es apostar por la innovación, la competitividad, y que, como decía una pancarta empresarial en el entorno de la COP15 de Copenhague, “se propicia un crecimiento del negocio reduciendo”, refiriéndose a los procesos de ahorro y eficiencia energética y de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Son oportunidades de negocio, como se ha demostrado con la mayor penetración de empresas europeas –y en particular españolas– en EE UU, propiciada por su mayor innovación y competitividad “obligada” por las exigencia de la ratificación del protocolo de Kioto.
Y avanzaremos mucho más si de la COP 16 salen compromisos políticos ambiciosos que se traduzcan en obligaciones legales vinculantes y exigibles, ya que el cambio de paradigma hacia la sostenibilidad general y en los sistemas productivos –que como cambio cultural y generacional podría llevar décadas– puede venir acelerado y forzado por los cambios a que dichos objetivos de reducción y limitación de emisiones obligan. Sólo puede lograrse en cuatro décadas una reducción del 80% en las emisiones de CO2 con una desmaterialización, desenergización y descarbonización de la economía. Con una economía más sostenible.
El problema en España, ¿es la falta de previsión? ¿pecamos de miopes?
Pecamos de falta de POLÍTICAS, del establecimiento de un marco que permita a los agentes económicos establecer sus planes de negocio e inversiones en I+D+i y productivas a corto, medio y largo plazo.
Esto requiere que el Gobierno Estatal y los Autonómicos fijen un marco normativo no discrecional que evite competencias desleales y establezca una planificación a medio y largo plazo, con escenarios a 10, 20 y más años, como ahora se plantean en EGEI y por tanto en energía para el 2020-2030… y 2050, que reflejen lo que la sociedad quiere para el país y respondiendo a nuestros potenciales y a los procesos y oportunidades emergentes y de predicitibilidad a los agentes económicos.
La única forma de participar en el futuro, y liderarlo, es anticiparlo, como se ha hecho en España con la energía eólica. Por el momento, y sigue siendo la gran carencia española, ni siquiera se ha alumbrado el tan prometido y esperado escenario energético 2030, aunque esperemos que el Anteproyecto de Ley de Economía Sostenible contribuya a hacerlo.
Parece que tenemos claro lo que hay que hacer, pero no acabamos de hacerlo. ¿Cómo pasar a la acción?
No sólo estamos obligados a avanzar en un desarrollo más sostenible por la insostenibilidad de la situación y por los compromisos comunitarios, sino también por razones de oportunidad. España está en una situación privilegiada para convertir este desafío de la sostenibilidad e incluso del cambio climático en una oportunidad para nuestra economía, como demuestran los beneficios derivados del liderazgo en materia de energía eólica.
Hay que crear las condiciones mínimas de cambio, cuestión de propósito, visión y sentido de la dirección, elementos que deben propiciar que el Anteproyecto de Ley de Economía Sostenible (LES) se convierta en una verdadera Agenda para el Cambio, para lo cual se requiere un proceso amplio de participación de los agentes socioeconómicos. Hay propósito de situar a España en una senda hacia un desarrollo más sostenible, pero de ahí no se ha pasado hasta la LES. También hay compromiso político en lo referente al sentido de la dirección, ya que el Observatorio de la Sostenibilidad en España es resultado de ello.
La fiscalidad verde también juega un papel clave…
Para todo esto aparece como condición y elemento clave una nueva política fiscal, no sólo con fines recaudatorios, sino de orientación y reforzamiento de las políticas y programas sociales y de las políticas energéticas, de recursos naturales… Para que el mercado, y sobre todo la fiscalidad, trabajen por la sostenibildad y no lo contrario.
Estamos ante una ocasión única, propiciada por el enorme desafío del Cambio Climático en particular en España, para alumbrar el desarrollo hacia una mayor sostenibilidad.
¿Cuál debe ser la apuesta española?
España, como ha demostrado el tirón en todos los ámbitos –I+D+i, competitividad, empleo, desarrollo rural…– de las renovables, puede hacer converger en esta priorización de una nueva política y cultura energética muchos de los desafíos sectoriales –ordenación territorial, renovación urbana, desarrollo rural, reconstrucción del parque de viviendas, recursos hídricos-desalación, regeneración costera, agricultura de calidad…–.
Y también de perfeccionamiento de nuevos instrumentos de planificación, en particular de fiscalidad, e incluso de participación pública para conseguir acelerar el cambio hacia un modelo más sostenible y mostrar cómo estos desafíos, son finalmente oportunidades. Hay que incorporar estos elementos al Anteproyecto de LES para que se convierta –mediante un ejercicio de participación de la sociedad en el diseño del futuro– en una ley troncal de la cual cuelguen políticas sectoriales e instrumentales, sobre todo en materia fiscal.
También nuevos escenarios, estrategias y planes a corto –reconversión del sector de la construcción a la reconstrucción, con la rehabilitación o modernización de viviendas en clave energética, de la reconversión en clave de sostenibilidad, innovación y calidad del transporte, turismo, agricultura e industria alimentaria…, medio y largo plazo que converjan en el proceso de progreso hacia una mayor sostenibilidad en el que España aparezca como pionera de esta tercera revolución industrial y que es el desarrollo de un modelo energético sostenible, de una “España Solar” en lugar de “España toda un solar.”