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Panacea energética

Forma y fondo CXIII
Por: Pedro Silva Gámez

Emulando a los antiguos alquimistas que buscaban un remedio para todas las enfermedades y necesidades, la humanidad cifró su desarrollo, sinónimo de riqueza, al menos en el último siglo, en el hidrocarburo que la generosa Naturaleza guardaba en sus lechos geológicos continentales y marítimos: el petróleo.

La Historia consigna que era utilizado hace seis mil años en el Oriente Medio lo mismo para pegar ladrillos y piedras, que en medicina, para calafatear embarcaciones o como combustible. Roma le dio el nombre de aceite de piedra, petroleum, y pocas fueron las civilizaciones que no lo conocieron. En el México Prehispánico, los Aztecas lo conocieron como chiapotli o chiapopoctli.

Actualmente y para hacer más dependiente y cómoda la vida diaria, todo gira en torno a él y a sus derivados: la producción alimentaria e industrial, combustibles, ceras, agroquímicos, textiles y un sin número de artículos.

Pero, también sirvió para que lejos de una visión de prevención de riesgos, se contaminaran alrededor del Planeta fuentes naturales de agua y recursos hídricos destinados al consumo humano, contaminando tierras cultivables, mares, emitiendo gases contaminantes a la atmósfera y coronando todos los desatinos con el cambio climático.

Es clara la renuencia de los grandes monopolios para dejar de depender de los combustibles de origen fósil; los intereses y las inversiones son gigantescas y no están dispuestos a ser pioneros con sistemas alternativos que, dicen ellos, no están plenamente desarrollados, aunque las investigaciones al respecto tienen varias décadas de realizarse exitosamente.

La reciente explosión en el Golfo de México de una plataforma marina y su costo de vidas humanas más el gigantesco derrame de petróleo que se ha extendido cerca de mil seiscientos kilómetros cuadrados, ha producido la llamada marea negra: una película muy densa del hidrocarburo. El alcance del impacto ambiental está todavía lejos de conocerse, por el daño al lecho marino y a las especies en sí y como parte del ciclo de la cadena alimenticia, el crudo arrastrado por corrientes y mareas, la afectación económica y el costo político, aunque este último nos sea lejano.

En México se recuerda el desastre del Pozo Ixtoc I que inició el 3 de junio de 1979 en la Sonda de Campeche y se controló en marzo de 1980 después de haber derramado al mar, según los datos oficiales, quinientos sesenta millones de litros de hidrocarburos. La lista es grande y entre muchos destacan el Exxon Valdez en 1990 en las costas de Alaska y al año siguiente la quema de los pozos petroleros en Kuwait durante la Guerra del Golfo.

Cada año ocurren accidentes de este tipo en instalaciones marítimas y terrestres, lo que ha originado que la industria del petróleo tenga un impacto ambiental negativo en la contaminación ambiental y la generación de residuos. A lo largo de sus diferentes fases contamina con la emisión de humos, polvos, gases, descargas de aguas residuales y lodos generados durante la perforación, con la extracción de líquidos y en la refinación y producción de petroquímicos.

Hay que añadir las fugas de petróleo, diesel y gasolina por fracturas en los ductos, la extracción ilegal, la filtración de aguas aceitosas desde las presas y sus derrames en temporada de lluvias. Además, durante su transporte terrestre, marítimo o por tuberías hay la posibilidad de derrames que contaminen suelos, agua y atmósfera.

No ha sido posible evaluar cuantitativamente la contaminación producida desde la fase de explotación hasta la obtención de los productos petroquímicos básicos debido a la amplia gama de productos derivados.

La contaminación de suelos y aguas marinas o continentales, hasta hace pocos años comenzó a ser importante al no existir conciencia del grado de dificultad y costo que representa el proceso de remediación de suelos y aguas contaminadas. Por los vacios legales, ha resultado más cara la indiferencia de los gobiernos que la prevención.

Nuestro país comenzó a aplicar criterios ambientales en materia petrolera hacia 1970, aunque ya había referencias de contaminación y generación de residuos. Vino después una reestructuración de la industria, con una política de bajos precios, convirtiéndose la petroquímica básica en contaminante activa con la producción de fibras sintéticas, resinas, fertilizantes, plásticos, pinturas, pigmentos y gases industriales.

Le siguió la demagógica ilusión nacional de prepararse para administrar la riqueza que todavía no llega y el resultado es una empresa que desde 1938 sigue costando lágrimas de sangre al país. Cuánta razón encierra el visionario poeta zacatecano Ramón López Velarde, que en 1921, describió en su poema Suave Patria las bellezas y abundancias de una nación rica pero como bien dice: “…el Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo…” Versos con una actualidad universal.

La forma: ignorar las energías alternativas y su beneficio permanente.

El fondo: minimizar los daños al ambiente a pesar de que: TODOS SOMOS NATURALEZA.

Fuente: Acacia Fundación Ambiental A. C.

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