Los espacios públicos verdes desempeñan un papel clave en la prevención de la violencia y el delito. Conoce por qué.
Diversos estudios han comprobado el vínculo de los entornos naturales con un mayor bienestar físico y psicológico. Se sabe que las áreas verdes favorecen la práctica de ejercicio, mejoran el desempeño del sistema inmune, reducen los niveles de glucosa en los diabéticos, aumentan la calidad de vida en las personas mayores, ayudan a los convalecientes de operaciones a recuperarse más rápido, bajan la tensión arterial e incrementan la concentración, entre otros beneficios.
Recientemente la publicación Observer, de la Association for Psgchological Science de Estados Unidos, revisó gran parte del total de los estudios realizados sobre la influencia de la naturaleza en la salud humana, e hizo hincapié en la capacidad de la primera para reducir la irritabilidad y la agresividad. Ya en los años 80, científicos de la Universidad de Michigan —entre ellos el psicólogo Stephen Kaplan-, habían aportado pruebas de esta conexión.
Luego, investigadores del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois —William Sullivan y Frances Kuo- analizaron el vínculo entre la ausencia de áreas verdes y la presencia de irritabilidad: se reveló que esta última se vincula con la atención fatigada y la agresividad. Kuo y Sullivan monitorearon el comportamiento de 145 mujeres que habitaban en un complejo residencial urbano de la ciudad de Chicago. Una parte de las participantes vivía en edificios con vista hacia áreas verdes, y otras sólo hacia el hormigón y el concreto. Las conclusiones del estudio revelaron que las residentes que miraban hacia la naturaleza, poseían niveles de agresividad y violencia notablemente más bajos que las que tenían ventanas hacia los muros grises.
Otro estudio, publicado en el Journal of Environmental Psychology, también realizado por profesionales de la Universidad de Illionis, comprobó que, de 169 niñas analizadas del mismo vecindario, quienes tenían acceso a vistas más verdes, tenían mayor rendimiento, inhibición dela impulsividad y capacidad de retrasar la gratificación que aquellas cuyos hogares miraban hacia zonas no jardinadas.
Quienes comandaron las investigaciones no usaron como fuente las percepciones subjetivas sobre las áreas verdes de los estudiados, sino que midieron resultados médicos —con pruebas neurocognitivas, entre otras—. Por otra parte, voceros del Laboratorio de Paisaje y Salud mencionado aseguraron tener en cuenta para estos datos diferentes sectores de la población, no relacionados con el interés por el medio ambiente. En todos los casos —incluso cuando recaudaron, por ejemplo, información de clínicas que atendían a población de bajos ingresos o compararon los índices de renta—, quienes tenían acceso fácil a las áreas verdes tenían mejores indicadores de salud física y mental. Sus conclusiones alentaron a diseñar las comunidades, considerando los espacios verdes como claves de bienestar social.
La sensación de seguridad y tasas de delitos más bajas también se relacionaron con la presencia de verde en los vecindarios. En otro estudio titulado Does Vegetation Reduce Crime?, los doctores Kuo y Sullivan mostraron que, aunque las áreas con mucha vegetación se vinculaban de manera popular con el temor al crimen y con el crimen en sien numerosos sitios, los hallazgos más recientes en las áreas urbanas residenciales indicaban que los habitantes de las zonas más verdes reportaban menores niveles de inseguridad, actos de vandalismo y menos conductas agresivas y violentas.
Otra investigación realizada en Portland, Oregon, llamada The Effect of Trees on Crime, realizada por miembros del USDA Forest Service, señaló por su parte que la presencia de árboles pequeños que obstruyen Ia vista, están asociados con tasas de crimen más altas, mientras que la existencia en el lugar de árboles antiguos y frondosos, se relaciona con tasas delictivas menores.
Pero ¿qué otras características deben presentar las áreas verdes para ser efectivas en la prevención del delito y qué tipos de delito pueden prevenir? Veamos:
Verdes pero planeadas
La Organización Mundial de la Salud [OMS] recomienda una superficie mínima de áreas verdes de 9 m2 por habitante, y un diseño urbano que comprenda espacios verdes accesibles a 15 minutos a pie desde las viviendas. Esta medida se cumple, al menos en el Distrito Federal, sólo en algunas delegaciones; otras tienen deficiencias graves en este sentido, Álvaro Obregón y Coyoacán presentan, por ejemplo, 35.8 y 31.4 metros cuadrados de áreas verdes respectivamente por habitante, mientras que demarcaciones como Benito Juárez, Cuauhtémoc y Tláhuac presentan 3.3, 3.5 y 7.5, en ese orden.
«De acuerdo con datos generados a partir de un registro de 2003, la cobertura vegetal del Distrito Federal es 20.4% del suelo urbano. Este dato incluye tanto áreas verdes públicas como privadas, lo que equivale a 15.1 metros cuadrados por habitante», explica la maestra María del Carmen Meza Aguilar, especialista en Arquitectura del Paisaje de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM].
Aquí cabría aclarar que las áreas privadas, aunque contribuyen al mejoramiento ambiental, no son accesibles a la ciudadanía por su propio estatus. Por otra parte, en el inventario se propone un nuevo concepto: las áreas verdes con programa de manejo, que en los registros equivalen tan sólo a 5.3 metros cuadrados de área verde por habitante, y que comprenden las áreas verdes públicas que reciben mantenimiento; con ello, la distribución de área verde per cápita disminuye aún más.
Para la especialista, la situación de las áreas verdes en la ciudad no cumple con los estándares internacionales: “A pesar de reconocer los abundantes beneficios de las áreas verdes urbanas, el crecimiento desordenado y la falta de planeación de la ciudad de México han impactado en la deficiencia y mala calidad de las mismas. La urbe ha crecido sin planeación, y estos espacios ni siquiera fueron visualizados. Vale más un terreno construido que un terreno natural. Las áreas verdes han sido y están siendo utilizadas como bandera política, pero sólo existe el interés en el discurso, no en las acciones. La planeación urbana en México, basada en los postulados de la ciudad funcional de Le Corbusier, la zonificación, la separación entre usos habitacionales, productivos, de servicios y recreativos, y la circulación como principal función urbana, han originado una gran fragmentación de la metrópoli, provocando la constitución de áreas verdes genéricas fragmentadas, sin nombre, escala ni forma. Su implementación siempre posterior al desarrollo inmobiliario y vial, ha terminado por convertirlas solamente en un espacio residual con muy poco impacto urbano».
Para que un área verde sea considerada tal, la experta aclara que deben ser “espacios libres en los que la vegetación sea el elemento dominante, en los que se pueda realizar con toda seguridad actividades de recreo tanto pasivas como activas, y que además permitan la convivencia, el paseo y la socialización». Con estas mismas premisas está de acuerdo la Prevención de la Delincuencia Mediante el Diseño Ambiental, una serie de lineamientos especialmente planeados para que un área verde funcione para evitar ciertos delitos.
“La Prevención de la Delincuencia Mediante el Diseño Ambiental o CPTED [Crime Prevention Through Design] es un conjunto de estrategias de aplicación práctica de prevención del crimen que buscan reducir las posibilidades de cometer delitos de oportunidad y reducir el temor de la comunidad a través del aumento de la cohesión comunitaria”, explica Macarena Rau, arquitecta experta en diseño ambiental, presidenta de la corporación y directora del programa CPTED Región, Capítulo Latinoamericano de la International CPTED Association.
«Estas estrategias se aplican mediante el manejo de variables medioambientales que facilitan la comisión de delitos de oportunidad. Por lo tanto, se busca aumentar el riesgo y el esfuerzo para cometer un delito”, dice Rau.
Los principios básicos de este grupo de estrategias son generales para diversas configuraciones urbanas del mundo, pero se aplican de manera local. Un área verde diseñada para prevenir el delito debe tener: vigilancia natural [en ella debe existir la habilidad de ver y ser visto y se debe sentir confianza en las características físicas de ese espacio urbano y en las personas que lo habitan; reforzamiento territorial [que es el lazo de afecto que establece el habitante con su entorno y la razón por la que lo mantiene cuidado]; control natural de accesos [la apropiación territorial de los accesos por parte de la comunidad civil de manera espontánea por su uso o marcación]; manutención de espacio público [un diseño de planes de manejo que asegure Ia sustentabilidad], y participación comunitaria [la incorporación de la comunidad en el diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación de la estrategia CPTED].
«Si el espacio verde cumple con los principios de CPTED, tendrá menos probabilidades de que en éste ocurran actos delictivos g de violencia», asegura Rau, aunque advierte que no existe una única receta para todos los sitios y los casos. “No se puede establecer una relación directa entre sitios naturales o los que estén diseñados con mayor o menor incidencia delictiva; lo que hay que hacer es estudiar y evaluar caso por caso, ya que cada espacio y comunidad local que lo usa son únicos, así como el potencial problema delictivo que en él esté ocurriendo.»
El método CPTED se ha aplicado en ciudades de Chile g Honduras, y también en algunos sitios de México como Tapachula, Chiapas, y la ciudad de San Luis Potosí. En mayo de este año, instructores de la organización realizarán capacitación en Monterrey, Nuevo León.
Fuente: Revista Equilibrio, p. 32-37.
Por: Ágata Szekely.
Publicada: marzo 2012.
