El reciente llamado del reverendo Al Sharpton a boicotear a PepsiCo ha reavivado un debate central para la responsabilidad social empresarial: ¿pueden las empresas renunciar a sus compromisos de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) sin poner en riesgo su legitimidad y reputación? Sharpton dio un plazo de tres semanas a la compañía para entablar diálogo o enfrentar un boicot formal, tras conocerse que PepsiCo eliminaría sus metas de representación y colaboración con organizaciones comunitarias.
PepsiCo amenazada con boicot: ¿una ruptura con su propio legado?
Sharpton fue directo al expresar su «profunda decepción» ante la decisión de PepsiCo de abandonar objetivos DEI que alguna vez fueron centrales para su cultura corporativa. Le recordó a la empresa que fue pionera en contratar ejecutivos afroamericanos en las décadas de 1940 y 1950, cuando eso implicaba romper con los estándares empresariales tradicionales.
Para el reverendo, eliminar estos compromisos no es una simple decisión operativa, sino una declaración de valores. Según su carta, el desmantelamiento de alianzas con organizaciones minoritarias y la eliminación de metas de representación son señales claras de que “la presión política ha superado los principios”. En este contexto, PepsiCo amenazada con boicot se vuelve una narrativa potente con eco histórico.

La crítica adquiere mayor peso considerando que Sharpton ha tenido vínculos formales con la empresa, como miembro de su consejo asesor afroamericano. Su voz, entonces, no solo representa activismo externo, sino una mirada interna sobre lo que alguna vez fue un referente en DEI.
El contexto político que enmarca esta controversia
El regreso de Donald Trump a la presidencia ha sido el catalizador para que diversas organizaciones —gubernamentales, empresariales y educativas— reconsideren sus programas de diversidad. Trump ha impulsado la eliminación de iniciativas DEI a nivel federal y ha advertido a escuelas que mantengan estos programas bajo riesgo de perder financiamiento.
Empresas como Walmart y Target han comenzado también a desmantelar políticas similares. En este entorno, la presión conservadora se convierte en un factor decisivo para la estrategia empresarial, y el caso de PepsiCo amenazada con boicot lo demuestra claramente: actuar en favor de la inclusión puede tener un costo político, pero dejar de hacerlo puede implicar un costo reputacional aún mayor.
Este cambio no es menor para la comunidad de responsabilidad social. Las decisiones empresariales, que antes se guiaban por criterios éticos y de sostenibilidad, ahora se ven arrastradas por cálculos políticos. Esto plantea nuevas preguntas sobre la verdadera autonomía de las estrategias DEI dentro de las organizaciones.
El impacto en la confianza de los consumidores
PepsiCo ha construido por décadas una marca cercana a comunidades diversas. Su compromiso con la inclusión no solo fue una estrategia interna de talento, sino una narrativa comercial que generó afinidad con millones de consumidores. Abandonar este enfoque no es solo un movimiento operativo; es un golpe directo a su identidad de marca.
Los consumidores actuales, especialmente las generaciones jóvenes, valoran profundamente el compromiso social de las empresas. La percepción de que PepsiCo se aleja de estos valores podría traducirse en pérdida de lealtad y en un impacto tangible en ventas. En este contexto, PepsiCo amenazada con boicot se convierte en una amenaza creíble, no solo desde el activismo, sino desde el mercado mismo.

Por su parte, marcas competidoras como Coca-Cola han reafirmado sus esfuerzos en DEI, marcando una diferenciación clave. En su último informe, Coca-Cola alertó que no mantener una cultura inclusiva podría afectar sus resultados. Este contraste hace aún más evidente la desconexión entre PepsiCo y las expectativas actuales.
La DEI como ventaja competitiva: ¿retroceder es perder?
Desde los años 70, las iniciativas de Diversidad, Equidad e Inclusión han evolucionado de una respuesta normativa a una herramienta estratégica para atraer talento, fomentar la innovación y conectar con clientes diversos. Estudios han demostrado que los equipos inclusivos son más creativos, más ágiles y más competitivos.
Mary-Frances Winters, experta en desarrollo organizacional, ha subrayado que DEI no es solo una cuestión ética, sino de supervivencia empresarial. PepsiCo supo entender esto en décadas pasadas, y por eso sorprende su reciente decisión de dar marcha atrás. La narrativa de PepsiCo amenazada con boicot refleja no solo una crisis reputacional, sino una oportunidad perdida de mantener su liderazgo.
Reducir los esfuerzos en DEI implica también debilitar los mecanismos que permiten a las empresas adaptarse a una sociedad multicultural. En tiempos de polarización política, sostener principios éticos sólidos puede ser un acto de valentía, pero también un diferenciador competitivo.
¿Diálogo o confrontación? El futuro inmediato de PepsiCo
El reverendo Sharpton ha dado tres semanas para que PepsiCo abra un canal de diálogo. El boicot no es solo una amenaza mediática; su implementación podría tener consecuencias serias, especialmente si logra movilizar a comunidades que han sido históricamente aliadas de la marca.
El silencio de PepsiCo ante la carta —según su vocero, aún no recibida oficialmente— puede interpretarse como una estrategia evasiva o como una oportunidad para reconfigurar internamente su postura. Lo cierto es que PepsiCo amenazada con boicot pone a la empresa en una disyuntiva urgente: dialogar y revalorar sus compromisos o enfrentar una crisis prolongada.
La decisión que tome la compañía en las próximas semanas podría marcar un antes y un después no solo para su reputación, sino para el debate más amplio sobre la legitimidad y el futuro de las políticas DEI en el ámbito corporativo.
El caso de PepsiCo amenazada con boicot es mucho más que un conflicto puntual entre una empresa y un líder social. Representa un momento crítico para las estrategias de responsabilidad social corporativa en un contexto político polarizado. Hoy más que nunca, las empresas están llamadas a demostrar que sus compromisos con la inclusión no son transaccionales, sino estructurales y auténticos.
Este episodio debe servir de recordatorio para líderes empresariales: las políticas de DEI no son un lujo, sino una necesidad estratégica, ética y reputacional. Ignorar su importancia puede resultar en una desconexión profunda con los valores de las comunidades a las que sirven. Y esa desconexión, como demuestra este caso, puede costar caro.