Rasha Salah, Refugiada de Siria en Mexico, Estudiante de doctorado en Antropología Social en IBERO, Investigadora de la Cátedra Elías Landsmanas, Dymensztejn – Anáhuac en Niños Migrantes no Acompañados
En marco del Día Mundial del Refugiado y la Refugiada les comparto algunas cuestiones relacionadas en con las personas refugiadas y con el proceso de pedir el refugio en México. No pongo números ni datos, no es nuevo que el número de solicitantes del refugio y protección complementaria ha aumentado en los últimos años, tanto a nivel internacional como en México —esto se ve reflejado en la página de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) en números.
De acuerdo a las historias escuchadas en la mayoría de las noticias a nivel mundial y local, los refugiados, hombres y mujeres, son las/os causantes de la “crisis migratoria”. Los representan a todos de la misma manera, como si fueran un grupo homogéneo, A mucha/os se les olvida que cada ser posee su propia historia y trayectoria, desde que se ve obligada/o a salir de su país de origen y está ejerciendo su derecho a pedir refugio en el país, la ley mexicana protege a las personas que lo necesitan.
El proceso de solicitar el refugio es muy largo y lento, puede durar hasta un año: son 12 meses de incertidumbre y sin información clara. Este proceso comienza con una larga fila en las puertas de la COMAR, el extranjero acude a las oficinas y llena un formato, unos días después le dan una respuesta. La respuesta puede ser negativa y en este caso puede pedir ayuda a un abogado. De igual manera, puede hacer lo que hace la mayoría, dejar todo y seguir a probar su suerte en otro lugar. En caso de recibir una respuesta positiva se les entrega la Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias y deben esperar.
Unos meses después, los citan para dos entrevistas: una “fácil” para detectar las necesidades inmediatas de la persona y otra muy larga y dolorosa donde cada persona tiene que demostrar sus heridas físicas y emocionales. Demostrar el dolor y el miedo es una condición para merecer ser protegida/o. Esta entrevista se lleva a cabo con una persona o más en las oficinas del tercer piso de la COMAR, un espacio grande y frío. Te hacen más de 20 preguntas sobre todos los detalles de tu pasado sin tomar en cuenta tu bienestar emocional, ya que no brindan apoyo psicológico durante o después de la entrevista. De hecho, hacen todo lo contrario, se sienten con la obligación de hablar de asuntos personales con gente desconocidas, preguntando, grabando y tomando notas.
“Llegué en abril, hace 8 meses. Fui a COMAR porque quiero quedarme en México y estudiar. Allá 4 personas me hicieron muchas preguntas, tuve que repetir la misma historia varias veces, me sentí muy cansada, Después de eso no me dijeron nada, llevo meses esperando y no me dicen nada”
Experiencia de una adolescente de 16 años de Guatemala
Después de las entrevistas hay que volver a esperar. Son largos meses de espera sin poder hacer nada porque no dan permiso de trabajo ni de estudio, meses para que esas personas que escucharon la historia decidan si la persona merece ser protegida o no. Quienes tienen suerte de ser reconocidas/os como refugiadas/os en México les dan una residencia permanente que les abre la posibilidad de trabajar, vivir en paz y permite acceso a “todos” los derechos humanos.
En la práctica no pasa eso, cuando hablamos del refugio nos referimos a dos procesos: la documentación que resulta en una respuesta positiva y la entrega de la residencia permanente; y la “integración”. Para la integración es necesario juntar fuerzas de estado con las organizaciones de la sociedad civil, así como personas locales porque ni siquiera se sabe qué significa o cómo se integra una persona en una sociedad nueva, ya que no pensamos de forma igual, somos diferentes, cada uno se adapta de forma distinta y depende a varias condiciones.
En general son pocas las organizaciones que trabajan los procesos de integración. Un ejemplo es Programa Casa Refugiados que tiene su programa de integración, en donde empiezan por buscarles un lugar seguro, un trabajo, acceso a los derechos universales como la salud y la educación, entre otras actividades, sin embargo, falta mucho por hacer todavía.
“Llevo un año refugiado aquí, no me han aceptado en ninguna escuela, no me dejan trabajar porque apenas cumplí 16 años, todo el día estoy sentado en el albergue sin hacer nada, estoy muy aburrido y a veces me pongo triste porque el tiempo pasa y sigo sin hacer nada”
—Testimonio de un adolescente de El Salvador
Finalmente quiero aprovechar el Día Mundial del Refugiado para invitar a todas las personas mexicanas y extranjeras a ayudar porque somos una sociedad de migrantes y entre todas podemos mejorar la situación “me acuerdo bien de muchas personas (mexicanas) que nos gritaron feo y nos tiraron piedras, pero también me acuerdo más de las personas que me dieron agua y me ayudaron en mi camino”
—Adolescente guatemalteco de 15 años
Asimismo, les invito a desmentir el discurso dominante del “otro peligroso” que aprovecha la debilidad generada por la falta de documentos legales de las personas en situación de movilidad para echarles la culpa de todos los problemas sociales y económicos del país. Las/os refugiadas/os son personas con historias de vidas variadas y experiencias dolorosas, no son, ni causan crisis, las crisis se crean por las políticas migratorias del Estado-Nación a través de sus mecanismos de control y fronteras. Las personas migrantes y refugiadas son luchadores y ganadores de vida y merecen ser vistos y atendidos como seres humanos de forma digna y segura porque migrar y vivir de forma segura es un derecho humano.