Científicos de la Universidad de Lancaster en Reino Unido hallaron partículas de magnetita en muestras de tejido cerebral humano, y ahora investigan si podrían elevar el riesgo de enfermedades.
Las minúsculas partículas provienen de contaminación atmosférica y pudieron encontrar vías para llegar al cerebro, señaló el equipo de investigación en la revista Proceedings de la National Academy of Sciences reportado por la BBC.
La presencia de nanopartículas de óxidos de hierro en el cerebro es más frecuente en personas que han vivido en zonas contaminadas.
Se analizaron 37 muestras de tejido cerebral provenientes de igual número de individuos. De ellos, 29 tenían de tres a 85 años de edad y habían vivido y muerto en la Ciudad de México.
Otros ocho provenían de Manchester, tenían de 62 a 92 años de edad al morir y fallecieron con diversas enfermedades neurodegenerativas.
El estudio partió de partículas de magnetita recolectadas de manera previa en aire proveniente de una transitada avenida en Lancaster y a las afueras de una central eléctrica.
Barbara Maher, líder del equipo, conjeturaba que partículas de magnetita como las encontradas en esas muestras de aire podrían ser encontradas en el cerebro humano y así sucedió.
La magnetita estaba entre las células cerebrales y cuando fueron extraídas por un procedimiento magnético, sumaron millones en un solo gramo de tejido cerebral, millones de oportunidades de generar daño, dijo.
La magnetita, en pequeñas cantidades y con formas irregulares, puede encontrarse de manera natural en el tejido cerebral, pero la detectada en las muestras cerebrales tenía características que delataban su origen.
Entre esas características se encontraba su gran número, así como su forma esférica y lisa, la cual solo puede provenir de altas temperaturas como las que existen en el motor de un vehículo o en su sistema de frenos.
La forma esférica y con pocos cristales en la superficie solo ocurre en otros metales como el platino, el cual proviene de los convertidores catalíticos, explicó Maher.
Es la primera vez que encontramos ese tipo de partículas en el cerebro humano, y ahora se abren nuevas tareas para investigar si causan o aceleran enfermedades neurodegenerativas, subrayó.
Por cada partícula de magnetida natural en el cerebro, se encontraron alrededor de 100 provenientes de la contaminación atmosférica.
Las muestras de tejido cerebral proveniente de personas que vivieron en Manchestar y tuvieron problemas neurodegenerativos registraron niveles elevados de magnetita, y los índices en personas provenientes de la Ciudad de México eran similares o aún más altos.
El nivel más alto de magnetita fue encontrado en el tejido cerebral de un peatón de 32 años de edad que murió en un accidente de tráfico en la capital mexicana.
Así llega al cerebro…
Partículas como las de magnetita, con menos de 200 nanometros de diámetro, mientras un cabello humano tiene 50 mil de grueso, rebasan el filtro de la nariz, llegan a los pulmones y las más pequeñas puedan alcanzar el torrente sanguíneo.
Se estima que las partículas de magnetita provenientes del aire contaminado pasan por la nariz y llegan al bulbo olfatorio y mediante el sistema nervioso alcanzan el cortex frontal del cerebro.
Por su parte, David Allsop, coautor de la investigación, dijo que las partículas pueden ser un factor importante de riesgo en enfermedades neurodegenerativas, y aunque no hay una demostración clara, sí hay observaciones que lo sugieren, precisó.
Empero, otros expertos en esa área como Clare Watson, de la Alzheimer’s Society, advirtió que no existe evidencia fuerte de la liga entre el padecimiento y la magnetita.
El estudio ofrece evidencia convincente de que la magnetida que se encuentra en el aire contaminado puede llegar al cerebro, pero no nos dice de sus efectos, acotó.
Añadió que las causas de la demencia son complejas y no han sido estudiadas de manera suficiente como para afirmar que vivir en un área contaminada aumenta el riesgo de desarrollarla.
Mientras prosiguen las investigaciones sobre la liga magnetita-demencia, las formas prácticas de disminuir el riesgo de desarrollar ese padecimiento son la práctica regular de ejercicio, una dieta saludable y evitar el tabaco.
Fuente: Excelsior