Existe una triste realidad que no podemos ignorar por más tiempo: ¡Qué difícil es ser joven en México!
Todo el tiempo escuchamos que México es un país de jóvenes, que en sus manos está nuestro futuro, que debemos abrirles espacios de participación. Pero la realidad es que no solo no los hemos generado sino que hemos concentrado en ellos las grandes desigualdades que vivimos en el país.
Para nuestros jóvenes, adquirir una vivienda cerca de sus centros de trabajo es, prácticamente, imposible. Esto los obliga a trasladarse a zonas periurbanas donde se les estigmatiza; la gran mayoría son señalados por el lugar en que viven y, si se trata de una zona peligrosa, son incluso criminalizados. Son obligados a vivir lejos de sus familias y a realizar enormes recorridos diariamente en transporte público.
Este no es un problema menor ya que, para el año 2030, 60% de los habitantes de nuestras ciudades serán, precisamente, jóvenes.
¿Qué futuro estamos construyendo para ellos? ¿Qué país y qué ciudades habremos de heredarles?
Frente a este panorama, el presidente Enrique Peña Nieto decidió poner en práctica el programa Vivienda para Jóvenes, el cual se sumó a otras estrategias diseñadas para otros sectores como, por ejemplo, las jefas de familia, la población indígena y los migrantes.
El éxito de este programa es indiscutible. En la pasada administración solamente 208,000 jóvenes tuvieron acceso a una vivienda. Ahora, en los cuatro años del actual Gobierno de la República, la cifra se ha incrementado para sumar 597,000.
Esto obedece, en primer lugar, a que por primera ocasión nuestro país cuenta con un programa, específico y con reglas claras, para beneficiar a los jóvenes mexicanos quienes, de otra forma, no tendrían otra posibilidad de hacerse de una vivienda.
Pongo como ejemplo el estado de Durango donde, gracias a la colaboración entre la Secretaría a mi cargo, la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI), el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE) y la Comisión Estatal de Suelo y Vivienda de la entidad, pusimos en marcha el programa “Vivienda Joven, Mi Primera Vivienda”.
Gracias a esta iniciativa, donde los Gobiernos de la República y del estado logramos trabajar de la mano, entregamos 350 viviendas a jóvenes que tiene hijos y que gracias a este apoyo pueden continuar con sus estudios profesionales o de nivel medio-superior, para aspirar a un mejor nivel de vida.
Estas casas, cabe señalar, cuentan con una superficie de 45 metros cuadrados, tienen dos habitaciones —porque en esta administración combatimos decididamente el hacinamiento—, un baño e incluso un lugar de estacionamiento.
Los muchachos que se beneficiaron del programa pagan solamente 1,500 pesos mensuales durante un periodo de diez años. El resto del costo se cubre con los subsidios proporcionados por la SEDATU y por el IMJUVE.
Además de este programa, gracias a recursos del INFONAVIT y del FOVISSSTE, el Gobierno de la República apoya para que los jóvenes sean sujetos de crédito para poder hacerse de una vivienda digna, con lo que se cumple el compromiso hecho por el presidente Peña con este sector de nuestra población.
Son estos programas, que no existían antes de la administración del presidente Peña, los que podrán permitir a nuestros jóvenes romper barreras e ir construyendo sus propias historias de éxito.
México es uno de los más grandes impulsores de la Nueva Agenda Urbana, la cual debe darnos como resultado ciudades incluyentes, innovadoras, compactas, seguras y resilientes. Sin embargo, este proceso debe darse con los jóvenes.
No podemos, por ningún motivo, excluirlos del proceso de diseño, planeación y construcción de las ciudades, ya que serán ellos quienes las poblarán y disfrutarán.
Ofrecerles la posibilidad de contar con una vivienda digna es un primer paso para integrarlos al desarrollo nacional y para que ejerzan su Derecho a la Ciudad. Esto es lo justo y es el camino trazado por el presidente Peña Nieto.
Fuente: Forbes