En la década de los 90, Bhim Suwastoyo era periodista de la agencia Agence France Presse (AFP) en Yakarta, Indonesia.
Y se hizo famoso en su oficina por dormir a ratos debajo de un armario detrás de su escritorio.
“Cada vez que alguien de la oficina central de Hong Kong me visitaba, lo primero que pedían era: ‘Muéstrame tu cama’”, le dijo Suwastoyo al programa Business Daily del Servicio Mundial de la BBC.
“¡(Tenía) una gran reputación!”, explicó en tono irónico.
Según el periodista, tener una cama en la oficina le fue particularmente útil en el momento culminante de la crisis monetaria asiática de 1997, cuando la rupia indonesia perdió la mitad de su valor y el gobierno de Haji Muhammad Suharto se derrumbó en 1998.
Suwastoyo trabajaba a todas horas cubriendo noticias de último minuto. Por ese entonces los teléfonos móviles no se usaban tan frecuentemente en Indonesia, así que tomaba siestas con el oído cerca de su teléfono en la oficina cada vez que tenía un momento tranquilo.
Pero se dio cuenta de que incluso en días tranquilos una siesta de media hora le ayudaba.
“Te da más energía para el resto del día, es como comenzar como nuevo por la mañana”, dijo.
Y luego está la cuestión de los teléfonos móviles.
A menudo pierdo una hora o dos en la noche, sentado en la cama leyendo Twitter. Dautovich dice que es un mal hábito.
El problema es que las pantallas del teléfono emiten más luz azul que una lámpara promedio y la luz falsa tiende a bajar los niveles de melatonina, por lo que nos mantiene despiertos.
Además, el cerebro empieza a asociar al dormitorio con el teléfono móvil, y por extensión con la oficina y la vida social. Y eso trae en otras consecuencias bioquímicas poco útiles como la hormona del estrés, el cortisol.
Así que todos podríamos tener un poco más de autodisciplina: apagar el teléfono e ir a la cama a una hora sensata.