Unos 4.200 atletas de 165 países participarán en los Juegos Paralímpicos que se inauguran este miércoles en Londres, los más grandes de la historia, y cabe preguntarse por qué no estamos más excitados, por qué los medios de comunicación dedicaremos relativamente poco espacio y tiempo para mostrar y disfrutar de sus hazañas; por qué, en fin, no les daremos la importancia que seguramente merecen.
A fin de cuentas, somos cada vez más numerosos quienes pensamos que el espíritu olímpico está mejor representado en los Juegos Paralímpicos del Dr. Ludwig Guttmann que en los tradicionales del barón Pierre de Coubertin.
Coraje, determinación, espíritu de sacrificio y exaltación de la voluntad sobre las limitaciones físicas, esos son los valores que inspiran a una buena mayoría de los atletas paralímpicos… algo que ya no es tan cierto de los olímpicos.
También surge la reflexión opuesta: dar a los paralímpicos la misma cobertura y atención que a los olímpicos tal vez signifique ceder ante el gigantismo del mundo del espectáculo, la superficial adoración de personajes vacuos cuyo mérito consiste en saltar más alto, o correr más rápido, tal vez con malas artes.
Los pioneros del olimpismo no pretendieron crear héroes populares, ni ofrecer un espectáculo de masas: se conformaban con difundir una ética del esfuerzo, destinada a cimentar la amistad de los pueblos a través del deporte.
Nueva realidad
Sin precedente
° El evento parece generar cada vez mayor interés: ya se han vendido más de 2,3 millones de entradas para los Juegos Paralímpicos
° Esa cifra es mayor que la registrada en cualquier edición anterior.
La rápida evolución del deporte internacional, paralela al desarrollo de los medios de comunicación, creó una nueva realidad.
En los paralímpicos todavía no parece «natural» la idolatría, el fetichismo que nos lleva a salivar ante las imágenes del Adonis de turno que gana más oros.
Como público, consideramos a los Juegos Olímpicos un espectáculo, pero aún conservamos un respeto instintivo por los Paralímpicos, que siguen siendo una aventura del espíritu: nos avergonzaría si Oscar Pistorius, por ejemplo, se convierte en símbolo sexual, en vez de representar rebeldía ante la adversidad.
Para apreciar el panorama en perspectiva, es necesario retroceder hasta 1948, cuando se realizaron los Juegos Olímpicos de Londres.
Viaje al pasado
Ludwig Guttmann, un médico alemán que llegó a Gran Bretaña en 1939, huyendo del nazismo, había revolucionado durante la guerra el tratamiento de veteranos con lesiones de columna vertebral.
En vez de sedarlos y envolverlos en un corsé de yeso (así se acostumbraba, para que estuvieran quietitos y calladitos mientras agonizaban), Guttmann los puso nuevamente en contacto con el mundo exterior, curando sus llagas, ejercitando sus músculos, estimulando su percepción, devolviéndoles la voluntad de lucha para superar sus limitaciones.
Para impedir que se compadecieran de sí mismos, les dio un proyecto: explorar los límites de su discapacidad, desafiando los inconvenientes y dificultades.
Uno de sus recursos consistió en organizar torneos de lanzamiento de jabalina y de baloncesto utilizando sillas de ruedas, a los que invitó a pacientes de varios hospitales, coincidiendo con los juegos de Londres de 1948.
Los primeros paralímpicos
Guttmann siguió organizando anualmente los Juegos Stoke Mandeville (el nombre de su hospital), que alcanzaron una gran repercusión internacional.
En 1960 se realizaron en Roma, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de ese año: ahora esos se consideran los primeros Juegos Paralímpicos, por una decisión que el Comité Olímpico Internacional tomó en 1984.
Uno de los rasgos más característicos de la personalidad de Guttmann fue tratar a sus pacientes como adultos responsables, capaces de tomar decisiones por sí mismos y de reafirmar su dignidad a través de los movimientos de los que eran capaces, en vez de compararse de continuo con personas hábiles.
Y eso fue justamente lo que facilitó el desarrollo paulatino de los Juegos Stoke Mandeville y, luego, de los Paralímpicos, que recibieron un impulso definitivo en 1988, al realizarse inmediatamente después de los ordinarios.
La tarea de tratar con respeto a los discapacitados, sin mostrar condescendencia, es tan delicada y difícil que nos parece casi increíble que haya sido posible en un ámbito dominado por la prepotencia y el exitismo.
Mayor pureza
Los discapacitados rechazan la compasión ajena y el sentimentalismo, como habrán podido apreciar quienes vieron la película sobre la vida (y muerte) del tetrapléjico Ramón Sampedro, interpretada por Javier Bardem.
En esto, hasta resulta bueno que no demos a los paralímpicos la misma importancia que reconocemos a los juegos ordinarios, porque significa que aún no han sido contaminados totalmente por el profesionalismo, el triunfalismo, el nacionalismo: no necesitamos decir «mis parapléjicos son más rápidos que los tuyos», ni llevar una cuenta tan exhaustiva de las medallas por país.
Tampoco estamos pendientes de las palabras del atleta paralímpico, de su capacidad de seducción, de su belleza, de su vida privada.
Tanto mejor. Cuando nos interesemos por esas cosas habrá que preguntarse por qué estamos dando tanta importancia a los Juegos Paralímpicos.
Evolución deportiva
Los expertos en el desarrollo de los deportes señalan cuatro etapas bien diferenciadas: fundación, evolución explosiva, meseta y finalmente estancamiento o declinación.
Esta clasificación es específica del rendimiento atlético, de la mejoría de las marcas, que tiene que ver con el número de atletas que compiten, pero también coincide con la trayectoria de la organización, del interés que ese deporte despierta en el público.
En el caso de los Paralímpicos, estaríamos en plena evolución explosiva, mientras que los Olímpicos ordinarios estarían en la meseta de su evolución, en la que el avance es lento, aunque sostenido por el auge de la televisión.
(Conviene recordar que la «explosión» del rendimiento atlético en el deporte internacional entre 1970-1990, digamos, también tuvo que ver con el dopaje y los programas oficiales de fomento en varios países.)
Madurez relativa
La gran diferencia en lo que respecta a la evolución (de marcas tanto como de organización) es que los Olímpicos tienen un «fondo de acceso» que abarca a gran parte de la humanidad, mientras que el «arco genético» (así lo llaman algunos) de los Paralímpicos no pasaría de unos 100 millones, o menos.
Visto esto, el hecho de que en estos Paralímpicos participen 4.200 atletas, en comparación con alrededor de 10.000 de los Olímpicos, refleja la gran importancia y reconocimiento que aquellos han alcanzado en poco tiempo.
Y con el reconocimiento también llegan las tentaciones.
Una de las formas de medir la madurez del deporte paralímpico es el paulatino aumento de los casos comprobados de dopaje y algunas técnicas de estímulo que han sido prohibidas pero son difíciles de probar.
Una de ellas, llamada «boosting» (descarga eléctrica en el escroto, ajuste excesivo de las piernas, quebrar un dedo del pie, retener líquido en la vejiga, etc.), es utilizada para aumentar la presión sanguínea y por consiguiente el rendimiento de atletas que tienen una lesión que afecta su médula espinal y que compiten en sillas de ruedas.
Se ha comprobado que esta técnica (este asalto al organismo) permite incrementar 10% el rendimiento de atletas que corren el maratón en silla de ruedas.
Tentaciones y temple
Y con esto también llegamos a otro punto relevante: los atletas paralímpicos tienen las mismas tentaciones que los olímpicos. En esto Guttmann tuvo razón desde el principio.
Estas tentaciones se incrementarán a medida que se extienda el profesionalismo y la inversión de empresas y gobiernos pase a ser el principal medio de vida de los atletas paralímpicos.
Por ahora el equilibrio es razonable, lo cual permite, por ejemplo, que los atletas que correrán con Oscar Pistorius toleren la participación de un hombre que, por la naturaleza de sus dos prótesis, que le permiten competir con atletas sin discapacidad en los Juegos Olímpicos, tendría una obvia ventaja relativa.
«No importa», dice el británico Jonnie Peacock, que sólo tiene una prótesis: «Oscar tendrá una ventaja hacia el final, por el impulso y la elasticidad de sus hojas, pero yo la tendré al comienzo, por el mayor agarre de mi pierna buena».
Ese es el verdadero espíritu olímpico.
Fuente: bbc.co.uk
Publicada: 29 de Agosto de 2012