Hace 20 años, los gobiernos adoptaron el Protocolo de Montreal, un tratado para proteger la capa de ozono de la Tierra de las emisiones de sustancias químicas destructivas. Pocos podrían haber previsto lo trascendental que resultaría esa decisión.
El Protocolo apuntaba de manera explícita a eliminar progresivamente sustancias como los clorofluorocarburos (CFC) -que se encuentran en productos tales como heladeras, espumas y aerosoles para el cabello- para reparar la delgada capa gaseosa que filtra los rayos ultravioleta nocivos del sol.
En los últimos 2 años se ha determinado que el Protocolo de Montreal también salvó a la humanidad de un nivel importante de cambio climático, porque los gases que prohíbe también contribuyen al calentamiento global.
Los científicos hoy calculan que cerca del 50 por ciento del cambio climático es causado por gases y sustancias contaminantes que no son C02, entre los que se encuentran compuestos de nitrógeno, ozono de bajo nivel causado por la contaminación y carbono negro.
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