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Primero es la comunidad

Comunidad

Por Emilio Guerra Díaz

El objeto de la acción voluntaria es colaborar en y con la comunidad. Es una obvia afirmación. Pero en diversas ocasiones la gestión de algunos grupos voluntarios fluye por distintas actividades, actitudes y estilos de liderazgos que se van dibujando otros énfasis que no necesariamente responden a la comunidad. Esta condición atañe a todo tipo de voluntariados: desde los informales y no estructurados, hasta los que colaboran al amparo de las organizaciones públicas, de la sociedad civil, iglesias, universidades y empresas.

Así, por ejemplo, se pueden desarrollar programas de voluntariado con un enfoque de “arriba hacia abajo” donde la organización o el coordinador del grupo voluntario definen qué es lo que necesita la comunidad desde su punto de vista sin incluir la perspectiva de las necesidades reales de los beneficiarios. Es decir, se copian actitudes paternalistas donde al joven y al niño hay que guiarlo, no preguntarle qué necesita.

Además de la actitud paternalista en el manejo de grupos voluntarios se encuentra también la patrimonialista. Esta se caracteriza por dar a los beneficiarios, que son desde luego la razón del voluntariado, un papel de permanente dependencia lo que permite dar continuidad al trabajo de la organización so pretexto de justificar la presencia institucional en la comunidad, recibir un financiamiento o encabezar procesos desplazando a quienes deberían ser los actores principales.

La forma más pura de detectar esta actitud es escuchar al coordinador de voluntariado referirse a los actores sociales como “mis voluntarios”, “mis beneficiados”, etc. como si a perpetuidad hay que tener personas dependientes para que funcionen las cosas.

De ahí se deriva otro estilo de gestión accidentada de un grupo voluntario que consiste en centrar la atención en los voluntarios, en el líder del grupo o en la institución. Se trata del protagonismo, vicio que tanto enferma a las OSC. La Real Academia de la Lengua española señala sobre la definición de la palabra protagonista como “afán de mostrarse como la persona (o grupo voluntario en este caso) más calificada y necesaria en determinada actividad, independientemente de que se posean o no méritos que lo justifiquen”.

Es decir, el protagonismo establece una relación también de dependencia con los beneficiarios pero basada en la necesidad (“Me necesitan” para salir adelante aun cuando en realidad es al revés, el protagonista se desploma si no están a su alrededor los beneficiarios).

Afortunadamente desde hace varios años ha venido ganando terreno la actitud de involucrar la voz de la comunidad en los programas sociales que desarrollan las organizaciones filantrópicas y sus grupos voluntarios. En colectivo se diseñan las propuestas en base establecer una prelación de las necesidades y de ahí se estructuran las estrategias del modelo de colaboración. El proyecto social recoge distintos aportes y deja claro cómo el grupo voluntario trabajará en y con la comunidad.

Sea como fuere, nunca hay que olvidar que el voluntariado al igual que una organización filantrópica, son un medio no un fin, y que lo que cuenta es el aporte que brinda el ejército de voluntarios para superar condiciones adversidades en la comunidad, compartir medios para iniciar cambios o contribuir a que desarrollen habilidades para mejorar su condición y salir de la pobreza.

De otra manera los grupos voluntarios que no focalizan la inclusión de la voz y necesidad de la comunidad podrían perpetuar las llamadas de auxilio de comunidades que gritan y piden a Papá Gobierno o Mamá Caridad que destinen recursos para seguir siendo receptores de ayudas y no actores de cambios sociales.


Emilio Guerra Díaz

Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.

1 COMENTARIO

  1. Todo esto que comentas Emilio, es bien cierto, y desafortunadamente se presenta con frecuencia; qué sucederá con ese voluntariado cuando la o el propietario de «sus» voluntarios o «sus» beneficiarios, desaparezca… en qué condiciones queda la comunidad?
    Por otro lado, el término de beneficiarios debiera de desaparecer, pues pinta una relación vertical; del bueno y pudiente, al pobre e inútil… hemos de empezar a pensar en el «sujeto de derecho» a quien hasta la fecha se le ha privado o no ha tenido acceso a él.
    Entonces cambia la relación y la actitud…
    Porque en el voluntariado, hemos de reconocer, que todos ganan! Quien recibe el servicio y quien lo presta! Y yo diría, aún más, que el que lo presta es el que más gana! Gana en conocimiento, aprendizaje, crecimiento y experiencia; amén de la gran satisfacción de poder servir y contribuir a una sociedad más justa!!!

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