Los intentos de abordar el estrés y la insatisfacción del personal con bonificaciones, mindfulness y tiempo libre adicional parecen no funcionar. Continúan las renuncias, a veces de forma airada y dramática, por lo que podemos decir que es más que burnout.
Los empleados dejan sus oficios, en una cantidad sin precedente, a menudo con angustia, ante esto, quienes dirigen las organizaciones no saben cómo responder.
¿Y si el problema que solemos llamar «agotamiento» es más que burnout ?
De acuerdo con Fast Company, tratar adecuadamente la epidemia de angustia en las y los colaboradores, así como el abandono de labores, requiere identificar correctamente sus causas y utilizar una terminología precisa para describirla.
Y aunque el burnout es la explicación más popular de este estado alterado, en muchos casos el problema podría ser uno menos conocido, pero más insidioso: el daño moral.
Los datos preliminares de una investigación en curso indican que, de forma conservadora, la experiencia de al menos el 25% de las personas que dice sentirse agotada, podría explicarse más que burnout, como la afección antes señalada.
Definición del daño moral
Las primeras nociones sobre este malestar, al igual que el trastorno de estrés postraumático (TEPT), provienen de los estudios efectuados en tropas militares. Entender el origen ayuda a distinguir entre estos síndromes. Mientras que el TEPT puede estar causado por la amenaza de morir, el daño moral se relaciona con la afectación a los sentimientos, afectos, reputación o a la vida privada.
El psiquiatra clínico Jonathan Shay, quien acuñó el término mientras trabajaba con veteranos militares, destacó el papel que juega en este problema la traición de los dirigentes en situaciones de alto riesgo.
Por ello, basándose en investigaciones anteriores y ampliando el concepto de daño moral a una serie de ocupaciones, se sugiere que forme parte de una clasificación más amplia, asociada al estrés, dentro de las políticas empresariales.
En resumen, el TEPT afecta predominantemente la sensación de seguridad, en tanto el daño moral ataca la de confianza y autoestima, mientras que el burnout la de compromiso y eficacia. Aunque pueden coincidir y superponerse, las causas y los efectos son distintos y requieren intervenciones variadas.
La investigación no militar sobre el daño moral se ha centrado principalmente en el personal sanitario: enfermeras, enfermeros y médicos, pues están muy preocupados por la incapacidad de prestar los cuidados que juraron proporcionar debido a las complicaciones que ha acentuado la pandemia, como la grave falta de apoyo, los trámites burocráticos y a las culturas organizativas subyacentes que anteponen el beneficio al paciente.
Aproximadamente, uno de cada cinco empleados sanitarios ha dejado su puesto desde que comenzó la contigencia. Sin embargo, la alta prevalencia de daños morales en el sector estaba bien documentada antes de marzo de 2020, y se atribuía a problemas sistémicos que hacían hincapié en la eficiencia y las métricas financieras a expensas de la comunicación médico-paciente, la confianza y la atención general.
Del mismo modo, los educadores experimentan actualmente los impactos de la COVID-19 y luchan con los recursos inadecuados para satisfacer las necesidades del estudiantado.
Incluso antes de la crisis sanitaria, profesionales de K-12 —proveedor de aprendizaje en línea de muchas escuelas públicas— informaron de niveles de daño moral similares a los de veteranos militares, en docentes cuando se les obligaba a aplicar prácticas curriculares y disciplinarias poco investigadas y potencialmente dañinas.
Asimismo, en el ámbito periodístico, este problema apareció en reporteros que cubrían la crisis de los refugiados en Europa y en algunos integrantes de la población civil.
En su forma más genérica, aplicable a todas las ocupaciones, el daño moral en el lugar de trabajo es una respuesta traumática al presenciar o participar en comportamientos que contradicen las propias creencias en situaciones de alto riesgo con potencial de daño físico, psicológico, social o económico para otros.
Los sucesos perjudiciales pueden clasificarse en tres categorías:
- Transgresiones cometidas por otros: Por ejemplo, jefes, compañeros de trabajo o clientes).
- Faltas: Cometidas por los propios individuos.
- Traición: Sensación de que los directivos, colaboradores o responsables políticos han afectado los valores profesionales.
La violación de valores profundamente arraigados puede sacudir el núcleo de la identidad y el autoconcepto de un integrante. El daño moral puede dar lugar a una serie de sentimientos, como culpa, vergüenza, ira, pena, ansiedad y asco.
Además suelen provocar desilusión, especialmente por las figuras de autoridad y por las corporaciones. También son frecuentes las crisis de autodesprecio, existenciales y espirituales, llevando a desarrollar enfermedades físicas o comportamientos inadaptados.
La prevención es la mejor medicina, la reparación, la segunda
La falta de atención al daño moral y la mala interpretación del mismo como burnout da lugar a formas ineficaces de abordar el problema. Dado que muchos reducen el “agotamiento” a una respuesta individual a las demandas que superan los recursos. Las intervenciones están centradas en el “desarrollo de la resiliencia” a través de aplicaciones de bienestar y formación, o la “gestión del estrés” o de la atención plena y el yoga o, en el mejor de los casos, tiempo libre.
Sin embargo, ni el yoga ayudará mucho a un doctor al que las normas del seguro le impiden recetar un tratamiento que le salve la vida a alguien o a un profesor al que se le haya ordenado utilizar el aislamiento y la contención en niñas y niños alterados.
Las reacciones negativas a las situaciones moralmente perjudiciales no son el resultado de una baja resiliencia, son reacciones normales a violaciones éticas sistémicas, y a menos que estas se corrijan, las organizaciones y sectores enteros seguirán perdiendo talento y confianza pública.
La reparación de estas deficiencias para evitar que se produzcan más daños debería ser el objetivo de la intervención, junto con el apoyo a las personas afectadas, no catalogándolas, en primera instancia, como defectuosas. La mejor manera de prevenir el daño moral es garantizar un funcionamiento organizativo transparente y ético.
Por ello, se insta a que las empresas realicen un seguimiento del daño moral junto con la satisfacción, el agotamiento, el compromiso y otros indicadores clave de la salud. El análisis cuidadoso de estos datos debería informar de las acciones en apoyo del bienestar corporativo y de la ética organizativa. Estos son algunos de los rubros a considerar:
- Adoptar prácticas organizativas que tengan en cuenta el trauma.
- Proporcionar múltiples formas en las que los empleados puedan expresar sus preocupaciones de forma efectiva y en un entorno de seguridad psicológica, y garantizar un seguimiento transparente de las preocupaciones éticas.
- Hacer de las consideraciones éticas uno de los elementos clave de la contratación, la promoción y la formación en liderazgo.
Cuando se haya producido un daño moral, el restablecimiento de la confianza entre las organizaciones y los empleados y la comunidad requerirá una transparencia sistémica, sin ambigüedades y radical.
Es posible que las compañías tengan que reparar el daño, proporcionando y ejecutando de forma clara los planes para abordar las violaciones éticas anteriores. En este sentido, sería bueno, siempre que sea posible, permitir que los colaboradores que las sufrieron participen activamente en el proceso restaurativo.
La recuperación del daño moral es compleja, dado que implica recomponer la justicia, por lo que es probable se requiera de apoyo psicológico y espiritual para encontrar un sentido y facilitar el crecimiento postraumático.
Por desgracia, no todos los que han sido víctimas de daño moral verán las mejoras en donde se les ha producido dicho conflicto. Y pueden encontrarse con situaciones perjudiciales en otros lugares, pero esto no los condena.
A medida que las actividades laborales experimentan una “revolución de la humanidad”, es crucial comprender el papel del daño moral en la experiencia y su repercusión en la retención de talentos, la reputación de la compañía y otros aspectos.
Las empresas honestas y éticas benefician a todos, y podrían ser una respuesta a la gran dimisión, especialmente cuando es, de hecho, más que burnout, una desilusión.