Promover el desarrollo social y alcanzar las metas económicas, sociales y ambientales en la agenda de cualquier país solo es posible con la participación activa de gobierno, empresas y sociedad civil. Cada uno de estos sectores tiene un papel fundamental en la creación de bienestar y la búsqueda del progreso. El nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Carlos Salazar Lomelí, tiene clara la tarea de los empresarios en este proceso.
Durante el discurso de su toma de protesta el pasado 27 de febrero, Salazar se dirigió a algunos representantes de las más de un millón 300 mil empresas, de todos los tamaños y sectores, que tienen presencia en México; pero sobre todo se dirigió al presidente. Andrés Manuel López Obrador, quien estuvo a cargo de la toma de protesta, recibió un poderoso mensaje.
Por sí misma, la política no produce bienestar.
El ahora presidente del CCE recordó al López Obrador la importancia de que el gobierno asuma el reto de equilibrar los distintos intereses sociales, a fin de contribuir en la creación de bienestar para todos.
Bajo esta premisa, Salazar reconoció el diagnóstico «real, contundente y a la vez sencillo» que el presidente ha hecho acerca de la realidad actual de México. Un país que crece de manera insatisfactoria e inequitativa. Un país que tiene una deuda de siglos con la pobreza y la marginación.
Reconoció también la importancia de hacer prevalecer el Estado de Derecho para que cada uno de los actores sociales cumpla con el marco legal sin excusas ni de pobreza e ignorancia, ni de ostentación de poder económico, influencias y compadrazgos.
Destacó que la población está lamentablemente acostumbrada al cáncer de la corrupción que incrementa los costos de cualquier actividad; aunque señaló que los altísimos niveles de violencia e inseguridad, también son factores importantes que limitan el quehacer diario y disminuyen la capacidad productiva de las personas.
Desterrar estas nocivas prácticas es una tarea difícil para un gobernante. (…) Aquí estamos, para empezar, los empresarios. Antes que nada, estamos como mexicanos y me interesa decirle, Señor Presidente, que en esta misión no buscamos ningún privilegio. Queremos acompañarlo, y quizá sea un pecado de soberbia, pero estamos preparados y capacitados para ayudar, en más de lo que usted se imagina.
Salazar no pudo ser más claro. México necesita un gobierno firme, pero también un sector privado sólido y confiable. Un sector empresarial con la disposición, la experiencia y la libertad para acrecentar la generación de valor económico y social. Valor que finalmente derive en un bienestar colectivo.
Dos compromisos firmes
Durante su discurso, Salazar propuso dos compromisos clave para el sector empresarial, durante su tiempo al frente del CCE.
Primero: activar la participación de los pequeños empresarios como gran motor del desarrollo económico.
Es necesario, dijo, que tengan voz dentro de las organizaciones, pero sobre todo que cuenten con capacitación, apertura de mercados, aceptación de sus productos, y de manera muy importante, «¡Que se les pague a tiempo!».
«Un micro o pequeño empresario no puede invertir su capital de trabajo en cuentas por cobrar. Ayudaremos más logrando que el mercado financie a su favor y no buscando subsidios que nos han mostrado una gran pobreza de resultados», agregó.
Segundo: integrar mejor las cadenas productivas.
«Así abriremos múltiples oportunidades de inversión, más empleos, mayores ingresos y una mejor recaudación fiscal. Pondríamos a trabajar al círculo virtuoso de la creación de riqueza en nuestro país», destacó.
Aseguró además que esta es una labor para emprendedores, universidades y sobre todo para el sistema financiero público y privado, porque en México, hay más recursos financieros que proyectos.
Finalmente Salazar señaló que quizá lo más importante es que el sector privado se convierta en una fuente de propuestas para mejorar nuestra actividad productiva y para alcanzar el equilibrio entre economía y sociedad.
¿Son estas propuestas un compromiso por cumplir con el marco regulatorio, o un esfuerzo por asumir la responsabilidad social corporativa de manera profunda?
No existe una respuesta generalizada a esta pregunta. Al igual que sucede con el crecimiento económico, la educación y tantos otros aspectos en nuestro querido México, la profesionalización de la responsabilidad social corporativa se ha dado de forma desigual al interior del sector privado. Algunas empresas están más avanzadas que otras, aunque es cierto que no siempre las más avanzadas son las de mayor poder económico.
Es en ese marco de desigualdad que rara vez se habla abiertamente sobre aquello que las empresas pueden hacer de manera proactiva. Eso que no necesariamente se exige por ley, pero que está en sus manos hacer para promover el desarrollo social más allá de sus operaciones.
El discurso de Salazar propone, pero no se atreve a pronunciar un compromiso que obligue a los empresarios a emprender acciones más allá de lo estrictamente obligatorio. Habla de combatir la informalidad, de mejorar la recaudación de impuestos y ejercer la actividad económica de manera ética. ¿No es eso lo menos que se espera de las empresas en México y en todo el mundo?
Cinco principios que no van al fondo
A partir de cinco principios. Los empresarios organizados del país, nos comprometemos a:<
- Ofrecer, de manera fidedigna y sin engaños, bienes y servicios de calidad a los mejores precios.
- A cumplir con la ley, pagar impuestos y contribuciones sociales.
- A tratar a los trabajadores con respeto y dignidad, con salarios justos y de acuerdo con su productividad.
- A aceptar e incluir en nuestras empresas a todas las personas, sin distinción de género, orientación sexual, raza, origen, credo, preparación y discapacidad.
- Los empresarios estamos comprometidos con nuestra comunidad, tanto en el desarrollo económico como en el ambiental, ¡empezando con el cuidado de nuestras propias banquetas!
Los cinco principios planteados en el discurso de Salazar, evocan a la responsabilidad social empresarial, pero no alcanzan a llegar al fondo. Solo algunas preguntas y respuestas pueden venir a la mente de los consumidores mexicanos entonces:
- Hasta antes de este compromiso, ¿debíamos esperar que las empresas nos engañaran para vendernos productos carentes de calidad?
- ¿Acaso no es el cumplimiento de la ley lo menos que puede esperarse de las empresas?
- El respeto es algo que debe darse entre los seres humanos de forma natural. Los colaboradores de una organización no son esclavos. Esperan que se les trate con respeto y se les pague un salario justo. Ese no es un favor, es una obligación.
- La inclusión no se limita a aceptar a personas de todas las razas y géneros. Se trata de trabajar por cerrar brechas importantes de oportunidades, de salarios y de condiciones laborales.
En este momento de su historia México necesita a los tres sectores más unidos que nunca. Requiere de un gobierno firme, un sector empresarial profundamente comprometido y una sociedad civil participativa. Limitarse a lo estríctamente requerido por la ley no basta. Muchas empresas lo saben bien, porque de lo contrario no tendríamos a una mexicana destacando entre las marcas más éticas del mundo.
Comprometerse de fondo con la responsabilidad social empresarial y asumir que ésta va más allá de lo que el estado demanda y de las operaciones del negocio, es fundamental para crear la clase de valor del que Salazar habla al inicio de su discurso. El tiempo de la retórica se ha terminado. Hoy el país demanda acciones; y con la sociedad civil carente de apoyos y el gobierno con la mirada puesta en las dádivas, la esperanza de esas acciones descansa en las empresas. ¿Está el sector listo para ello?