Por Alejandra Aguilar
El fin de año suele ponernos ante nuevos deseos, planes y metas a realizar. Hacemos un balance de lo logrado y definimos los objetivos a perseguir el año entrante.
Los más deseados siempre son la dieta, el peso, el ejercicio. También el trabajo. Casi siempre se va detrás del amor o alguno de sus intentos. Tampoco faltan la familia, los amigos… y se olvida la esfera donde toda esta persecución es posible.
Si por cada vez que alguien ha deseado bajar de peso el próximo año, otro más se hubiera planteado (y logrado) dejar de ir al trabajo en auto este mundo sería distinto.
Habrá naturalmente quien no pueda dejar el carro en casa. Bueno, hay otras mil cosas qué hacer.
¿A qué temperatura usas el agua cuando te bañas?, ¿cuánto tiempo tardas en bañarte?, ¿cuántas veces consumes carne por semana?, ¿qué tan seguido usas la lavadora?, ¿o llevas tu ropa a la lavandería?, ¿usas focos ahorradores?, ¿cuántas horas cargas tu celular?
Cada una de nuestras actividades ocasiona un daño ambiental que se va incrementando en función del tiempo que dura la actividad, la frecuencia con que la realizamos, la energía requerida, etc.
Para explicarlo fácil, este daño se traduce en determinada generación de dióxido de carbono (CO2), el más popular de los gases de efecto invernadero (GEI), causantes del cambio climático.
Estos GEI son los que México se comprometió a reducir ante la COP21, que terminó hace unas semanas. La meta es bajar 25% las emisiones de GEI para 2030, respecto de las generadas en 2000.
Es decir, en 15 años el país emitirá 75 partículas de estos gases por cada 100 que emitía hace 15 años. Ése es un buen deseo.
Para 2050, el compromiso es reducirlas a la mitad respecto de la línea base (2000). Otro buen deseo.
Y cada uno de nosotros, lo queramos o no, es parte de esos buenos deseos.
El gobierno federal prevé que en 2026, México alcanzará su pico máximo de emisiones de GEI y que a partir de entonces se comenzará a registrar lo que llama la “descarbonización de la economía”.
Una manera de entenderlo es pensar que cada mil pesos del PIB en el país significan la emisión de 40 kilogramos de CO2 equivalente (CO2e), una medida universal que incluye los seis GEI regulados en el Protocolo de Kioto.
La meta para 2030 es que cada mil pesos del PIB sólo signifiquen la emisión de 24 kilos de CO2e.
Como la tarea es de todos, lo que podemos empezar a hacer es “descarbonizar” nuestro estilo de vida, de a poquito, con cosas que ni nos demos cuenta. Llevar tu termo al café, dejar de cambiar el celular cada año, usar periódico para envolver regalos, compartir tu auto…
Esas pequeñas cositas son mis deseos para ustedes el próximo año.
Alejandra Aguilar
Periodista especializada en responsabilidad social y desarrollo sustentable. Ha colaborado en medios como El Universal, El Economista y Mundo Ejecutivo. Escribió el prólogo del estudio Panorama de la Responsabilidad Social en México 2013 y el capítulo “Responsabilidad social empresarial” del libro La transformación inconclusa (2014). Actualmente desarrolla investigación y contenido para asesoría de RSE en Expok y cursa un posgrado en Economía Ambiental y Ecológica en la UNAM. Puedes encontrarla en Twitter y Linkedin.