Hace casi una década que la misteriosa muerte masiva de abejas alrededor del mundo acapara los reflectores de distintos medios ecologistas, las especulaciones sobre la causa no se hicieron esperar haciendo que los transgénicos, el cambio climático y hasta la existencia del internet cargaran con una responsabilidad que parece pertenecer nada menos que al estrés laboral.
De acuerdo con información de Fast Company, el estrés es justo la respuesta que muchos estábamos esperando para resolver lo que parecía uno de los grandes misterios ambientales de la década. Y es que, aún cuando una gran cantidad de estos insectos pierde la vida como consecuencia de los plaguicidas y algunos ácaros resistentes a ellos, el principal factor de este fenómeno es la alimentación forzada y las presiones por las que atraviesan gran parte de su vida dentro de la agricultura industrial.
Por gracioso que pueda sonar, la muerte masiva de abejas en el mundo entero es consecuencia del estrés en su puesto de trabajo. Las abejas obreras son el más pequeño de los eslabones en el complejo agrícola industrial, y uno de los más explotados en el rubro; laboran como esclavas de un sistema que no fue creado por ellas, sino por los seres humanos, y eso puede llevarlas pronto a la extinción.
Así que en lugar de pasar su vida volando calmadamente de flor en flor para polinizar, ésta transcurre entre granjas industriales y 15 millones de colegas que viajan por ratos en la parte posterior de un remolque; luego de ello llegan a granjas que casi siempre llevan un sistema de monocultivos que les ofrece acceso a un tipo de flor único ¿te imaginas si en tu empresa te vieras forzado a comer lo mismo todos los días? No parece el estilo de vida más saludable.
La crisis por la muerte de las abejas ha llegado a un grado tal, que la Casa Blanca ya se ha involucrado en un programa de diversificación de cultivos para rescatar a esta especie; sin embargo se necesitan muchos más esfuerzos para resolver el problema, especialmente una reducción en el uso de plaguicidas y pesticidas, que no parecían hacer daño a la especie en el pasado y han comenzado a causar nuevos problemas.
«Ahora estamos descubriendo que cosas que fueron diseñadas para no ser tóxicas, están siendo problemáticas» aseguró Eric Mussen, apicultor de la Universidad de California-Davis, a Fast Company; y argumentó que en un mundo ideal, los apicultores permitirían que las abejas se alimentaran de flores libres de pesticidas.