Es normal pensar que los gobiernos fallan en la lucha contra el cambio climático, a pesar de que varios lo siguen haciendo. La reciente crisis causada por la COVID-19 nos ha mostrado obstáculos que se interponen en el camino para llegar a ese objetivo.
Últimamente se han realizado varias encuestas sobre cómo las personas no quieren volver a la «normalidad»: se ha llegado a apreciar un aire más limpio, carreteras más tranquilas y trabajar desde casa.
Claro… ¿Por qué no?, es una encuesta, no es como si le pidieran que renuncie a algo o que pague más por su sueño de un futuro mejor.
Llamar a estas encuestas defectuosas es un eufemismo. Dar a entender que una respuesta positiva dice algo sobre la disposición de las personas es dudoso en el mejor de los casos. Lo que nos hace suponer que el valor de una encuesta de esta naturaleza radica más en comenzar una conversación sobre cómo podemos mejorar, en lugar de concluir incorrectamente algo sobre nuestra disposición para el cambio.
No es así de fácil
Seamos realistas, las «comodidades» y los productos baratos que hemos disfrutado son la razón por la que tenemos tanta destrucción ambiental, y nos guste o no, de una forma u otra, tenemos que renunciar a ellos. Ni siquiera tenemos que asumir la responsabilidad de nuestra contribución al daño: simplemente podemos culpar a una industria publicitaria de mil millones de dólares y comenzar nuestras nuevas vidas ecológicas mañana. Lamentablemente no funciona de esa manera.
Me pertenece
El primer paso para abordar un problema es admitir que se tiene uno. Necesitamos ser honestos con nosotros mismos. Somos adictos a una gran cantidad de productos y «comodidades» que destruyen el planeta y que han sido desinfectados por un sistema que ha hecho un trabajo magistral para mantener el alcance del daño oculto detrás de la cortina del capitalismo.
Si el sistema no fuera tan peligroso, podríamos sentarnos y maravillarnos por el dominio de un modelo de negocio que nos da la negación plausible suficiente para «pretender» ser felizmente ignorantes. Y en su mayor parte, estamos de acuerdo con esto.
Como especie, simplemente no le tenemos miedo al cambio climático: se mueve lentamente, los peores impactos no se sentirán en décadas y afectarán principalmente a otras personas en algún país en desarrollo distante. En realidad, es una receta perfecta para la inacción. No hay miedo de desencadenar una liberación repentina de adrenalina colectiva que nos guía a todos a tomar medidas drásticas y rechazar las «comodidades» que están destruyendo el planeta.
La verdad es que ni siquiera estamos cerca de admitir nuestra adicción, y mucho menos dejarlo. Preferiríamos racionalizar nuestro comportamiento y apoyar estrategias irremediablemente ineficaces como los Acuerdos de París (COP) o la farsa de la RSE y la ESG, en lugar de tomar las medidas difíciles para «limpiarnos». Y lo que es peor es que, debido a décadas de retraso, hemos desperdiciado la oportunidad de resolver este problema con un pensamiento incremental.
Mejores preguntas obtienen mejores respuestas
Ahora volvamos a la encuesta. Imagina que la pregunta no era una opción vaga para un mundo mejor, sino dos preguntas directas.
- ¿Crees que la forma en que vivimos nuestras vidas es incompatible con un clima estable y que se requieren medidas urgentes?
- ¿Qué productos baratos y «comodidades» estás dispuesto a renunciar mañana para protegerte contra los peores impactos del cambio climático?
Pruébalo con un amigo: lo más probable es que obtengas silencio o racionalizaciones premiadas. Quizás uno de estos:
- «Traté de ser vegetariano pero no fue para mí».
- «Creo que es genial que las personas utilicen el transporte público, el automóvil o la bicicleta para ir a trabajar, pero no es práctico para mi trabajo».
- «Creo que es bueno que las personas usen tazas y botellas de agua reutilizables, pero nunca sé qué traerá mi día y ya tengo tantas cosas que cargar».
- «Creo que es bueno que haya gente por ahí que repare su ropa en lugar de comprar ropa nueva, pero me gustan los estilos nuevos y no estoy dispuesto a renunciar a ella».
Es como si estuvieran diciendo: «Estoy totalmente de acuerdo en que debemos abandonar los comportamientos destructivos para el medio ambiente … siempre y cuando no me moleste».
COVID-19 y la economía
Es interesante ver las similitudes entre aquellos que respondieron en la encuesta que no quieren volver a la «normalidad» y aquellos que están tocando el tambor para reiniciar la economía.
Un grupo no está del todo listo para renunciar a sus comodidades, pero está totalmente involucrados cuando se trata de que otros lo hagan. Y el otro grupo, aquellos con el poder en la sociedad quieren que las personas vuelvan a trabajar… siempre que no sean ellos o sus hijos, quienes están poniendo sus vidas en peligro en la primera línea. En ambos casos… es bueno que otros lo hagan.
Esta vez es diferente
La mentira del capitalismo es que podemos solucionar nuestro dilema actual. Podemos mantener las ganancias y lo resolveremos a medida que avanzamos, después de todo, esa es la forma en que siempre lo hemos hecho. Pero esta vez es diferente: el tiempo corre y nuestros desafíos son literalmente todo.
Necesitamos cambiar nuestro sistema de transporte, procesos de fabricación, métodos de cultivo y red eléctrica en 10 cortos años, e incluso eso no garantiza que podamos evitar que el planeta supere los 1,5 grados de calentamiento.
Si no lo has notado, las selvas tropicales continúan siendo taladas a un ritmo alarmante y el Ártico se derrite y absorbe más calor por día. No tenemos el lujo del tiempo: la crisis ya ha comenzado.
Encontrar la paz
Entonces, ¿qué va a ser? ¿A qué estás dispuesto a renunciar en el mundo posterior a COVID19? Esa es realmente una pregunta capciosa porque no importa. La reducción de los impactos del cambio climático no se trata de productos o servicios individuales. Dejar de producir botellas de plástico o tazas de café o compartir el automóvil para ir al trabajo o incluso andar en bicicleta no marcará la diferencia.
El cambio climático no es un problema que se pueda resolver individualmente en el mercado. Es un problema social global que solo se puede resolver con el liderazgo del gobierno.
Entonces, ¿cuál era el punto de discutir la idea de renunciar a los productos? El punto es que necesitamos estar preparados o mejor aún, en paz con renunciar a todas esas actividades derrochadoras y contaminantes. Solo entonces estaremos listos para votar por el tipo de gobierno que elaborará estrategias, planificará y presupuestará en torno a programas y políticas de protección del clima.
Este punto no puede ser exagerado: Esperar que la sociedad vote por un Líder Verde, antes de que la mayoría de nosotros haya llegado a la paz con el fin de nuestra adicción a las «ventajas» del Capitalismo… es un sueño imposible. Está en conflicto directo con nuestro capitalismo individualista empapado de cerebros y, además, la mayoría de los votantes no quieren ser tratados como niños y se les dice cuáles de nuestras «adicciones racionalizadas» ya no se pueden disfrutar … y no los culpo.
¿Ahora qué?
Cada país en este planeta ha tenido una opción «verde» para guiar a sus gobiernos a través de la crisis climática, pero en su mayor parte no los elegimos. Tendemos a elegir liberales o conservadores que nos dicen verdades a medias y que ven el mundo a través de la lente de los negocios en lugar de la lente de la vida, y podemos ver a dónde nos ha llevado eso. Así que aquí estamos … ¿y ahora qué?
Es simple de decir pero muy difícil de hacer… nuestra especie necesita un despertar colectivo y encontrar la paz al alejarse de nuestra adicción. Este tiene que ser el primer paso, y quién sabe, hasta podría llevarnos a una vida más feliz. Gandhi tenía razón: debes ser el cambio que quieres ver en el mundo.
