Por Emilio Guerra Díaz
En los últimos seis meses he tenido la oportunidad de visitar varios estados de la República donde se están fraguando nuevas fundaciones empresariales y otros corporativos están construyendo programas de vinculación con la comunidad. Ambos esfuerzos, responden sus directivos (y en algunos casos también sus dueños) están motivados por los estándares de responsabilidad social empresarial.
En algunos casos, las empresas ya habían establecido o creado una fundación mucho antes de las tendencias “modernas” sobre la administración o propósitos sobre los cuales puede apoyarse la empresa en la fundación para un mutuo beneficio social. Éstas fueron asignadas en su dirección a familiares: la madre, la hermana, la esposa y la motivación para crearlas casi siempre respondió a una ejemplar devoción por el servicio inspiradas por su fe religiosa. Sin duda, esos nobles propósitos han inspirado a muchas organizaciones y desde luego esa fuente de inspiración es más que bienvenida por las virtudes y valores que profesan.
El financiamiento de las actividades que apoyan este tipo de instituciones casi siempre no están sujetas a un presupuesto previamente definido por la empresa y más bien, los recursos dependen de varias circunstancias: el volumen de venta, facturación, condiciones de mercado, estabilidad o crisis económicas y la generosidad del fundador.
Con frecuencia carecen de programas y proyectos bien definidos para apoyar determinadas causas sociales que tengan relación directa con la misión del negocio. Se reparten a ton y son recursos para múltiples causas y el impacto se diluye o queda en el anonimato.
Debido al carisma de los empresarios y sus familiares en muchos casos estas fundaciones son capaces de convocar la participación y solidaridad de sus empleados, proveedores y amigos para realizar actividades voluntarias. Sé de dos casos en particular que las fundaciones, cuyos nombres omito por obvias razones, no donan dinero pero si dan importantes apoyos en especie por los productos de sus corporativos y por otra parte tienen un ejército de voluntarias que apoyan eventualmente sus actividades, sin embargo, esos grupos no son constantes porque nadie les administra a plenitud para establecer una relación ganar-ganar y permanezcan animadas a la fundación.
En algunos casos ese tipo de fundación (llamémosles pedagógicamente en este artículo “Fundaciones de Antaño”) entran en periodos de aletargamiento y desánimo y buscan entonces asesores para ayudarles, sobre todo a fondear recursos para luego donarlos pues “no hay dinero que alcance”, pero no tienen presente la oportunidad de establecer un cambio radical para potenciar a su fundación.
Asesorar a esas fundaciones para que “modernicen” su trabajo resulta un gran desafío y quizá demanden mayor creatividad para convencer y cambiar paradigmas que ayudar a crear una nueva.
Un problema similar se presenta cuando el dueño de la empresa fallece. Prácticamente él era quien dirigía su acción filantrópica y podía contar con un consejo directivo que más bien tenía funciones de un órgano de consulta. Él instruía a sus directivos sobre qué acciones tendría que emprender la fundación y determinaba el monto de sus apoyos económicos.
Después de su entierro, todo cambia. Los familiares pueden tomar una decisión independiente del negocio a la que estuvo afiliada, o continúa, la extinguen o se la dejan al consejo de administración empresarial para que defina su destino. Un rasgo muy notable es que el presupuesto se ajustaba a las instrucciones del dueño y no necesariamente contaba ni con un fondo patrimonial ni con un esquema de recursos económicos racionalizado al negocio, es decir, con un cierto porcentaje de las utilidades. Queda el reto a la empresa de transformar aquella fundación y darle una razón de existir en beneficio del negocio.
Sucede ahora que con los indicadores de Responsabilidad Social Empresarial muchos corporativos se sienten comprometidos a crear su programa y para ello optan o por desarrollar proyectos de vinculación con la comunidad o crear una fundación. Su visión es más o menos similar a este razonamiento: “ni hablar para ser una empresa responsable tengo que hacer donativos”.
Varios de los casos empresariales desembocaron en la constitución de una fundación pero el primer problema que enfrentan es ¿A quién asigno la Dirección o Gerencia? Algunos optan por desplazar a un colaborador de funciones originales a ese nuevo puesto, sin previa capacitación sobre sus funciones y responsabilidades. Otros más atraen talento del sector filantrópico para así ahorrarse la curva de aprendizaje.
Ahora bien ¿Qué tienen en común las fundaciones de antaño con muchas creadas a partir de la tendencia de RSE? Que a menudo los dueños del negocio, los ejecutivos o los nuevos directores se preguntan “¡¿Qué diablos hago con la fundación?!”
Hay dos grandes alternativas: conducirla por la ruta de las “fundaciones de antaño” es decir, con un presupuesto limitado, atender varias causas, visión de tener la obligación de hacer donativos, aislarla del negocio o que su quehacer vaya por la tangente a la razón del negocio y a la larga… que sea vista como una carga, un gasto.
La otra alternativa es constituirla como un aliado de la empresa: sus causas están alineadas, no se habla de dar donativos sino de inversión social y sobre todo apoyan a la empresa en sus fines de negocio. Es un asunto de inversión para la sustentabilidad. Ah, pero sí se piensa que la fundación “moderna” debe servir sólo para fines publicitarios o de reputación corporativa, se aleja entonces de todo el potencial de beneficios que puede ofrecer a la propia fundación, a su empresa y a la comunidad.
Desde el Consejo Directivo
Los consejeros comentaron que la Fundación Helvex abrió su convocatoria de donación en beneficio de OSC, a través de la cual apoyarán a que las instituciones tengan instalaciones hidro-sanitarias dignas y así mejoren la calidad de vida de las personas a quienes ayudan. Recordaron que pueden participar casas hogar, asilos, albergues, clínicas de rehabilitación e instituciones de asistencia, entre otras, a nivel nacional. El año pasado 254 instituciones recibieron apoyo. Para obtener más información el secretario del consejo señaló que se puede contactar al Programa Construyendo Sonrisas, escribir al correo [email protected] o llamar al (55) 5333 9400, ext. 5224.
Llamó sobremanera la atención de los consejeros que el Club de Leones Tlalnepantla ha estado invirtiendo sus recursos para traer a México a cinco perros, los cuales fueron entrenados en la escuela Leader Dogs For The Blind, ubicada en Rochester, Michigan, para apoyar a personas con discapacidad visual y sean perros guía, porque en la ciudad de México se cuenta con una excelente asociación que selecciona, prepara y capacita a canes para esa función, se trata de la Escuela para Perros Guía para Ciegos IAP que dirige ejemplarmente Silvia Lozada Badillo.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.