Por Ramón Jáuregui
Algunas de las empresas textileras europeas que subcontrataban sus confecciones en el edificio de Dacca (Bangladesh) en el que han muerto más de 600 personas, han anunciado que van a ayudar a las ONG´s de la zona para mejorar la cooperación con el país. No, por favor, no se trata de caridad. Se trata de responsabilidad. Lo que tienen que hacer las grandes marcas internacionales que operan en esos países en esas condiciones, es asumir la cuota de responsabilidad en la creación y en la existencia de estas empresas esclavistas que trabajaban para ellas a precios de miseria. Asumir su responsabilidad como empresas principales en la cadena de subcontratación y hacerse cargo de las indemnizaciones por muerte y por lesiones graves en la mayoría de los casos invalidantes, de cientos de trabajadores que han sufrido esta catástrofe por las paupérrimas condiciones en la que se subcontrata la producción textil en esos países pobres y subdesarrollados.
No es la primera vez. Que yo sepa. en Bangladesh se han producido por lo menos tres grandes accidentes por derrumbamiento o incendio de edificios o naves industriales textileras en los que trabajaban apiñados como animales miles de personas en condiciones insalubres, por salarios ínfimos. Y lo que es peor. en edificios inseguros y mal construidos. Pero todo esto lo sabían y lo saben las textileras multinacionales y en casos anteriores, no fue posible un acuerdo entre ellas para indemnizar a las víctimas, porque no se quieren considerar «responsables» y porque no quieren ver contaminadas sus marcas con esas «desgracias ajenas». Es más también lo sabemos nosotros, querido lector y nos aprovechamos después de los bajos precios de esos vestidos y de esos trajes que llenan los escaparates de las grandes tiendas de nuestras ciudades.
La extraordinaria globalización productiva que se ha producido en los últimos veinte años, ha hecho que más de mil millones de personas que sobrevivían cultivando arroz o cuidando a pequeños rebaños de cabras o vendiendo cestillos en mercados medievales confeccionados con el junco de sus ríos, hoy se han incorporado a procesos productivos industrializados. Esto ha sido formidable para ellos. De hecho la desigualdad entre países (no asi la desigualdad en el interior de los países) ha descendido notablemente con la globalización. Pero la manera en que operan las grandes compañías en esos nuevos países. especialmente con la mano de obra no cualificada, es algo que llama al escándalo social y humanitario.
La catástrofe de Dacca no puede quedar sin pena para los culpables y sin repercusiones para los responsables. Ha sido horrible. Más de seiscientos muertos. Más de setecientos heridos con los cráneos fracturados, las cajas torácicas aplastadas, brazos y piernas amputados ….. En el edificio trabajaban 3.000 personas con salarios de entre 30 y 50 euros al mes.
Los culpables directos los buscarán y los castigarán allí. Confío en que arquitectos, constructores. autoridades, empresas, etc … paguen sus faltas y sus delitos. Por supuesto, al dueño del edificio que elevó tres plantas un viejo almacén y las llenó de máquinas y personas hundiendo el edificio, que le juzguen como se merece. Pero la raíz del problema nos afecta. Las empresas que subcontratan allí y en otros lugares en parecidas circunstancias, deben aprender que estos escándalos les conciernen y si no quieren verse perjudicados en sus marcas y en su reputación corporativa, deben negarse a trabajar con esos empresarios explotadores yen esas condiciones inhumanas. por indignas y esclavistas, Y si lo hacen, deben ser castigados en los periódicos, en la red, en los mercados bursátiles. en los Indices de sostenibilidad y de RSE, y por supuesto en el consumo por parte de los ciudadanos.
Si las grandes compañías del textil se esforzaran por conocer las condicionas de trabajo de sus subcontratistas y aseguraran el cumplimiento de las condiciones laborales mínimas en el Derecha Internacional, en todos los países en los que operan, estas catástrofes no volverían a ocurrir. Una reciente iniciativa de Naciones Unidas, viene como anillo al dedo a este caso. Se trata de la aplicación a las empresas multinacionales en todo el mundo de los llamados principios Ruggie: Proteger, Respetar y Remediar, que obliga a las empresas a cumplir los principios fundamentales de la dignidad humana: Declaración Universal de DDHH, principios OIT, en todas sus actividades, en cualquier lugar del mundo. SI no lo hicieran, pueden ser denunciados ante los tribunales de su propio país por sus responsabilidades. ¿Se imaginan un pleito en Estocolmo contra H&M o en París contra Carrefour o en Madrid contra el Corte Inglés por los subcontratos de Dacca? No estamos muy lejos.
Una cultura exigente de Responsabilidad Social de las empresas nos llevará a integrar en nuestra práctica jurídica este tipo de situaciones por vulneración directa o indirecta de los principios universales de los Derechos Humanos. También las redes sociales y los medios de comunicación y las organizaciones del tercer sector, deben extender la denuncia de prácticas empresariales irresponsables, para que una sociedad, madura por informada y formada, pueda premiar y castigar a las marcas por la responsabilidad social de las empresas o por lo contrario. Lo que resulta increíble por opaco y siniestro es que todavía nadie haya publicado la lista de las empresas textileras que subcontrataban en Savar, un suburbio industrial de Dacca, la capital de Bangladesh. Los ingleses tienen un refrán que viene bien al caso: «Name them and same them», algo así como: «Nómbralas y avergüénzalas».
Fuente: El Blog de Ramón Jáuregui