…que por creer que haces poco no hagas nada. Esta frase de Federico Mayor Zaragoza ondeaba como referencia del primer Día del voluntariado que se ha organizado en Abertis y en el que he tenido la suerte de participar.
Esta iniciativa se sitúa en el marco del programa de voluntariado corporativo de Abertis. Afortunadamente, la de Abertis no es una iniciativa única (progresivamente algunas empresas están desarrollando sus planes de voluntariado corporativo), pero es bastante excepcional en su planteamiento, en la medida que la iniciativa se sitúa en el marco de una estrategia global de RSE.
Los escépticos y los cenizos, suelen mirar por encima del hombro este tipo de iniciativas. Temen que, más que de responsabilidad social corporativa, se trate de responsabilidad social decorativa.
Esto es así en aquellos casos en los que se trata casi de un divertimento, como cuando las empresas organizan un día de excursionismo solidario, que parecen un remedo de las excursiones que anualmente organizaban los colegios en el pasado o los cumpleaños de ludoteca y fast food de hoy. Cuando las empresas juegan a la solidaridad, a la responsabilidad social decorativa, el resultado es una obscenidad, con cobertura mediática, por supuesto, pero obscenidad.
Pero cuando el voluntariado corporativo es un elemento más que se inserta coherentemente en una política global de RSE, política que va configurando un itinerario, entonces los escépticos y los cenizos deberían aparcar sus prejuicios y atender a la realidad. A la realidad y, sobre todo, a sus potencialidades, en muchos casos todavía pendientes de ser desarrolladas.
La Jornada a la que me refiero era un momento de visibilidad especialmente intensa para el programa Voluntaris, un programa que tiene tres ejes: dar a conocer de manera directa e inmediata a los trabajadores de Abertis la realidad de los colectivos que viven en situaciones de vulnerabilidad; facilitar su involucración en y su colaboración con iniciativas existentes; y apoyar, promover y difundir iniciativas de voluntariado que ya estén realizando los empleados. Es la propia empresa, pues, quien crea un marco institucionalizado y reconocido para facilitar, apoyar e impulsar internamente el compromiso y el voluntariado por parte de sus trabajadores.
En una época de cambios hay algo peor todavía que trabajar con viejas respuestas: trabajar con viejas preguntas. Por eso tiene sentido que las empresas y las organizaciones se hagan porosas, y no arrastremos eternamente dicotomías que se han convertido en muros.
Si hemos derribado muros de cemento, derribemos también los muros neuronales y asumamos la posibilidad de no estar condenados a vivir como esquizofrénicos nuestros valores personales, profesionales y corporativos. Debe haber un término medio entre mezclarlo todo y no saber diferenciar nada (o, peor aún: entre convertirse en alguien unidimensional, Marcuse dixit), y vivir compartimentada y casi esquizofrénicamente las diversas dimensiones de la vida.
Por eso hay que matizar y modular bien, y avanzar con cuidado, para que las cosas tengan sentido y continuidad. Por ejemplo, en la jornada a la que me refiero, quienes estaban en las mesas presentando diversos proyectos u organizaciones de voluntariado eran trabajadores de la misma empresa involucrados en ellos.
No se trata de organizar ferias de muestras solidarias o catas de voluntariado, sino de invitar al compromiso desde la proximidad. Y se trata también de canalizar propuestas que vayan generando sintonías internas más allá de lo que dicten los organigramas: por eso, en este caso, se ha planteado que en el futuro inmediato sean los propios trabajadores quienes puedan presentar proyectos de patrocinio a la Fundación Abertis.
Esto requiere que la gestión de este tipo de iniciativas no se limite a hacer cosas, por buenas y loables que sean, sino que se preocupe de explicitar el qué, el cómo, el por qué y el con quién, y lo vaya convirtiendo progresivamente en cultura corporativa. Pero, además, es necesario integrarlo en el discurso corporativo.
Por eso es importante explicitar que los objetivos de negocio que enmarcan el día a día de la empresa se conciben vinculados a una actitud de contribución a la sociedad y, si la palabra no estuviera tan manoseada, de servicio a la sociedad.
Desde la especificidad y las características del negocio pero con este marco de referencia. Y si este marco de referencia está bien integrado, plantear el voluntariado en la empresa ya no consiste en introducir un ovni (objetivo de voluntariado no interiorizado), sino que consiste en ampliar los procesos de construcción de la identidad corporativa.
Consiguientemente, creo que vale la pena resaltar que esta jornada puso de manifiesto algo que a menudo olvidamos cuando hablamos de nuevas formas de relación entre empresas y ONG. Olvidamos que esta relación es fecunda y tiene futuro cuando se concreta en relaciones entre personas.
Las relaciones entre empresas y ONG deben acabar con el patrón cheques-camisetas-y-globos y pasar al patrón relaciones entre personas. Fronteras porosas entre empresas y ONG significa, simplemente, que los poros son las personas, las relaciones personales que los acuerdos institucionales propician.
Relaciones entre personas a partir de los voluntarios, que en este marco corporativo pueden quizá contribuir mejor no sólo a partir de su ser persona, sino también de su ser profesional: así, adquiere el máximo sentido que alguien experto en logística pueda colaborar con el Banc dels aliments, por ejemplo.
Relaciones entre personas también en los niveles directivos, donde se pueda hablar con sinceridad, y aceptar que colaborar no significa el silencio sumiso, sino elaborar y contrastar tanto acuerdos como discrepancias. Y crear espacios donde colaborar incluye poder decir públicamente con libertad en un diálogo franco entre directivos de la empresa y de las ONG, por ejemplo, que las ONG no están ahí para gratificar a sus patrocinadores, que a veces cuando las empresas se aproximan a las ONG dan miedo y generan sospechas, que las ONG todavía tienen mucho camino para recorrer en lo que se refiere a aprender a trabajar en red, o que hablar de eficiencia no es ni un descrédito ni un desdoro para la solidaridad.
Los escépticos y los cenizos pueden haber llegado a este punto disfrutando con placer de la sonrisa conmiserativa que progresivamente se les ha ido dibujando en la cara. Yo prefiero verlo como una puerta que se abre al futuro, como un proceso en el que, por supuesto, todavía hay que aprender muchas cosas y repensar todavía más. Pero yo prefiero vivir y explorar nuevas preguntas mucho más que repetir machaconamente viejas preguntas (aunque estas últimas estén camufladas en nuevas respuestas).
Porque es una pena que por creer que se hace poco no se acabe haciendo nada.
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Josep M. Lozano
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).
Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web (www.josepmlozano.cat) mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad