Antonio Tamayo Neyra
Sin duda una de las lecciones que ha dejado esta crisis ha sido la falta de solidaridad entre todos los agentes económicos, que ante la búsqueda de ganancias rápidas y sin evaluar en forma clara los riesgos inherentes de dicha búsqueda, menospreciaron o ignoraron a la sociedad en general.
El pensar que el mercado como ente exógeno podría por sí solo resolver todos los problemas sociales y económicos, consideró a la ya célebre “mano invisible” como algo mágico que pondría todas las cosas en su lugar, dejándole a ella toda la Responsabilidad (así con mayúsculas) del bienestar de la sociedad.
Sin embargo, creo que no se consideró que dicha “fuerza mágica” es una invención del propio ser humano, y que su fuerza y efecto proviene de lo que hagan y dejen de hacer los actores sociales en su papel como entidades económicas, y no es un elemento ajeno que actúa por su propia cuenta al margen de lo que hace la propia sociedad en su conjunto.
En relación a lo anterior, se ha venido hablando de redimensionar al estado, acudiendo muchos a él, como si fuera una especie de salvavidas en medio del naufragio, volviéndole a conceder muchas de las atribuciones que hasta hace muy poco se pensaban que fueran únicamente del mercado.
El “Dios Mercado” que se pensaba tenía todos los poderes sagrados para mejorar a la sociedad, está siendo movido del altar mayor, para sustituirlo por el estado, la otrora entidad divina que fuera exaltada y venerada en gran parte del siglo XX, y que fue destruida simbólicamente con la caída del Muro de Berlín hace ya veinte años.
Prueba de lo anterior son los grandes rescates de millones de dólares por parte de los gobiernos estadounidense e inglés para salvar de la bancarrota a las grandes entidades financieras, con el pretexto de salvar al sistema financiero mundial; pero se necesitan también otros tantos millones de dólares para ayudar a los también millones de desempleados generados por la falta de solidaridad y por la adorada veneración a los mercados.
Ahora la gran pregunta es: ¿Qué sigue? Ni el mercado ni el estado en sus posiciones puras han funcionado adecuadamente, posiblemente tenga que ser la propia sociedad que actuando responsablemente pueda funcionar mejor, usando tanto al mercado y al estado como instrumentos, como medios pero no como fines.
Pero la condición para que la sociedad funcione como tal se requieren principios éticos, ya que sin ellos lo que funcionará será la ley de la selva; una sociedad con mucha tecnología pero en donde predominará la ley del más fuerte.
En este sentido resuena de nuevo las palabras de Amartya Sen dichas a fines de la década de los noventa: “El siglo XXI será de la ética, sino quien sabe de qué será”.
Seguiremos platicando …
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Antonio Rey Tamayo Neyra
Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, y actualmente estudiando la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña. Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. En los pasados 19 años hasta la fecha, colaborando en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de haber escritor para otros medios durante este mismo tiempo. Adicionalmente se ha dedicado también a la consultoría y capacitación en relacionales laborales desde hace 18 años, trabajando para diferentes empresas en todo México. De siete años a la fecha, involucrado en el tema de Responsabilidad Social, realizando varios proyectos editoriales, y estudiado un diplomado al respecto coordinado por el Tecnológico de Monterrey, Cemex y el Banco Mundial, y un curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña.