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Qué significa ser una empresa global

Por: Josep M. Lozano

Algo más que operar en diversos países, claro. Pero incluso algo más que tener el mundo en la cabeza y como horizonte cuando se habla de estrategia. Significa también, si se me permite la expresión, ejercer una función educativa en los diversos contextos donde actúa. Y no precisamente por el simple hecho de que desarrolle programas internos de formación. Sino debido a que transmite, refuerza y difunde una determinada cultura de empresa.

Me bailaban por la cabeza cosas como ésta mientras participaba en el día del voluntariado de Abertis. Porque la gracia de lo que allí ocurría era que no se trataba de un simple acto local en su sede central corporativa. Era un acto (una diversidad de actos) que se desarrollaba simultáneamente en varios países en los que Abertis tiene presencia.

Estas notas no son sobre voluntariado corporativo, pues, ni sobre la ambigua diversidad de iniciativas que las empresas llevan a cabo bajo esta etiqueta. Sino sobre algo que me parece más importante, y que esta experiencia concreta me suscita y creo que pone de relieve. En los debates sobre la RSE se escucha a menudo -para liquidarla, por cierto- comentarios del tipo «en tiempos de crisis lo que tenemos que hacer es ir a lo esencial del negocio». Nada que decir, si me aclara qué es lo esencial del negocio. Porque posiblemente lo esencial del negocio es el modelo de empresa y, por tanto, los valores alrededor de los cuales la empresa quiere estructurar sus prácticas y estrategias. Por eso decía que una empresa tiene -en un sentido amplio, pero radical- una función educativa. Porque a través de sus maneras de proceder y de sus prácticas organizativas se convierte en una transmisora de valores (y muy a menudo también de contravalores, claro). Una empresa no se define sólo por su estructura organizativa, sino por las energías que moviliza y por el discurso y el sentido que genera a propósito de lo que hace.

Una experiencia como ésta de voluntariado corporativo muestra precisamente uno de los retos que la globalización plantea a toda cultura empresarial: saber operar simultáneamente en una diversidad de escalas, aprender a ser global y local al mismo tiempo. Porque las iniciativas que se refuerzan y a las que se apoya deben ser necesariamente locales, si de verdad hablamos de voluntariado. Pero este planteamiento responde a una mentalidad y a una actitud que deben ser estructurales, y que es clave para toda empresa más allá del voluntariado corporativo: saber mirar el entorno donde opera. Algo que toda empresa debe saber hacer: no hay empresa viable si no sabe mirar bien la realidad donde opera. No es casual que de los buenos entrenadores se diga que saben leer bien los partidos. El reto de las empresas no es por tanto, sólo mirar bien la realidad, sino saber leerla. Es decir: educar y autoeducarse la mirada. Y eso es a lo que ayuda al voluntariado corporativo cuando hace, por ejemplo, que la preocupación por la cohesión social de los diversos contextos donde se opera se incorporen también al discurso corporativo.

Por otro lado, el voluntariado corporativo puede ayudar a que las empresas profundicen en su comprensión de lo que es la relación con los stakeholders. Porque en el voluntariado las iniciativas dan protagonismo a los afectados, y el punto de partida son las necesidades de los demás, algo que desborda la tópica y típica gestión de relaciones con los stakeholders. La pregunta, pues, va más allá de lo que hacen las empresas cuando hacen voluntariado corporativo, y pasa a ser qué aprenden y qué impacto tiene este aprendizaje.

En resumidas cuentas, de lo que se trata es de ir descubriendo que el ejercicio de la responsabilidad no es monocorde ni unidireccional. Cada vez es y debe ser más poliédrica y menos prisionera de la lógica causa-efecto. Cada vez es y debe ser más una actitud y un proceso de aprendizaje que una simple suma de actividades.

Y, por cierto, la RSE debería incluir una cierta capacidad de autocrítica, que curiosamente es un término que nunca se asocia a la RSE. Pero abordar este punto nos apartaría de lo que estamos tratando. Dejémoslo para otra entrada.



Josep M. Lozano

Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).

Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad

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