Las encuestas muestran que los consumidores no sólo quieren productos buenos y seguros, sino tambien tener la seguridad de que se producen de manera responsable desde el punto de vista social. Para la mayoria de los consumidores europeos, el comportamiento social de una empresa influye en las decisiones de compra de un producto o servicio.
Esto crea perspectivas comerciales interesantes, ya que un número considerable de consumidores afirma estar dispuesto a pagar más por tales productos, aunque por el momento sólo lo haga efectivamente una minoría. Las cuestiones que más preocupan al consumidor europeo son la protección de la salud y seguridad de los trabajadores, el respeto de los derechos humanos en el funcionamiento de la empresa y en toda la cadena de suministros (por ejemplo, la no utilización del trabajo infantil) y la protección general del medio ambiente, sobre todo la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esta respuesta a esta tendencia, cada vez es más corriente la creación de etiquetas sociales por parte de distintos fabricantes (marcas autodeclaras), sectores industriales, ONG´s o administraciones. Se trata de incetivos que tienen su origen en el mercado (no normativos) y que pueden contribuir a un cambio social positivo de las empresas, los minoristas y los consumidores.
No obstante, las iniciativas de etiquetado social y ecológico tienen un alcance y un impacto potencial limitados, porque se circunscriben a nichos específicos del mercado de la venta al por menor, y, por lo que respecta a las etiquetas sociales, se restringen normalmente a productos importados y sólo al alcanze de consumidores de alto poder adquisitivo. En consecuencia, su cuota de mercado está creciendo pero sigue siento relativamente reducida, lo que indica que debe mejorarse la eficacia de dichas etiquetas.