Por: Josep M. Lozano
Si algo hacía bien JF Kennedy eran los discursos. No quiero decir con esto que otras cosas no las hiciera bien, pero los discursos, especialmente, los hacía muy bien. Claro que esto significa sobre todo que escogía bien a quien los escribía, pero está ampliamente documentada su implicación personal en el enfoque de los mensajes que quería transmitir y en la versión final de lo que decía.
Algunos de sus discursos memorables fueron los que se referían a la voluntad de enviar un hombre a la luna. Conviene no olvidar el contexto en el que se producen: el estrepitoso fracaso, poco antes, del desembarco en Bahía Cochinos; y el reto que representó que los soviéticos pudieran poner un hombre en órbita. En plena guerra fría, pues, con el riesgo de convertirse en caliente. Lo que nos recuerda una vez más que entender los liderazgos sin entender el contexto y como si se pudiera hablar de ellos con independencia del contexto es no entender nada. Pero si el contexto puede ayudar a entender los discursos, no agota ni su explicación ni su comprensión, ni mucho menos. Porque tienen un componente de movilización, de reto, de focalización, de convocatoria que aún hoy resultan fascinantes: We choose to go to the Moon in this decade and do the other things, not because they are easy, but because they are hard, because that goal will serve to organize and measure the best of our energies and skills, because that challenge is one that we are willing to accept, one we are unwilling to postpone, and one which we intend to win, and the others, too… Many years ago the great British explorer George Mallory, who was to die on Mount Everest, was asked why did he want to climb it. He said, «Because it is there.» Well, space is there, and we’re going to climb it, and the Moon and the planets are there, and new hopes for knowledge and peace are there. And, therefore, as we set sail we ask God’s blessing on the most hazardous and dangerous and greatest adventure on which man has ever embarked.
Enviar a alguien a la luna, se dice pronto. Aún recuerdo la primera vez que visité el Museo del Espacio, en Washington. Me resultó tan admirable como escalofriante que alguien se atreviera a ir al espacio en esos armatostes que me recordaban un mecano sofisticado, y con aquellos trajes que no parecían tener más cierre protector que unas vulgares cremalleras reforzadas. Y, por cierto, todavía me pregunto por qué había, entre los utensilios mínimos de seguridad para sobrevivir, un cuchillo; ya puestos, que les dieran una navaja suiza, que seguro que si se estrellaban en la luna les sería de utilidad.
Siempre se ha citado con admiración este compromiso de enviar a alguien a la luna, como ejemplo de liderazgo, y de la capacidad de proponer una visión movilizadora … Y casi siempre que he escuchado a alguien citarlo, he constatado que se ha citado mal. No lo digo por ningún prurito academicista y quisquilloso, sino porque lo que se olvida es crucial para poder hablar de liderazgo y de visión. Porque lo que Kennedy dijo fue I believe that this nation should commit itself to achieving the goal, before this decade is out, of landing a man on the Moon and returning him safely to the Earth. No basta con enviar un hombre a la luna, sino que lo que se trata es de que vuelva sano y salvo (cosa, por cierto, que imagino que debía tranquilizar bastante a los candidatos a astronautas). Se dirá que esto se da por supuesto, pero a mí me parece mucho mejor explicitarlo, por si acaso… y porque está en juego un elemento crucial en la manera de entender el liderazgo. Nunca ha dejado de sorprenderme ver como los grandes alpinistas casi siempre repiten que el reto a menudo no es tanto conquistar la cima cuanto volver, y que los grandes riesgos ocurren en el descenso más que en la ascensión.
Porque esta es la cuestión. No se trata sólo de tener grandes visiones movilizadoras. No se trata sólo de querer la luna. Se trata de querer lograrlo … y de salir vivos del empeño. Y de que ambas cosas formen parte de la visión, y no considerar que las visiones valen por sí mismas con independencia de si en la consecución de su logro salimos más o menos vivos, como si esto fuera -por usar este desgraciado eufemismo que ha hecho fortuna- un simple efecto colateral de la grandeza de la visión. Claro que vale la pena querer la luna, muchas y diversas lunas. Cuando estamos decaídos, desanimados, sin energía, ya lo decimos coloquialmente: esto no es vida. No queremos simplemente sobrevivir, y cuando las circunstancias sólo nos permiten esto quizás lo consideraremos un éxito, pero dificílmente un ideal. No queremos vivir encogidos, queremos la luna. Y queremos la luna porque queremos más y mejor vida… pero por eso mismo queremos salir vivos del intento. Lo que no niega que habrá momentos difíciles, esfuerzos, sacrificios, sufrimiento; no niega que habrá que superar obstáculos y desfallecimientos. Pero afirma que salir más vivos forma parte del ideal de lo que queremos lograr, y que no es una simple constatación que redondea posteriormente el éxito de la iniciativa.
Empresas, partidos, movimientos sociales y líderes de todo tipo nos hablan de la necesidad de movilizarnos en torno a una visión lo más grande y ambiciosa posible. Pero en lo que a mí se refiere -cada uno es como es- desconfío y huyo a toda prisa de aquellos que me parece que, seducidos por la grandeza de su visión, les importa un comino tomar en consideración si al final vamos a salir vivos.
Hemos de querer la luna, sin miedo ni vergüenza. Siempre y cuando se trate de landing a man on the Moon and returning him safely to the Earth.
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Josep M. Lozano
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).
Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad