La batalla por el maíz / segunda entrega: Parte de la comunidad científica y algunas ONG defenderán la suspensión de permisos para la siembra de maíz transgénico. ¿Qué peligros advierten para los consumidores mexicanos?
México vive una etapa decisiva para garantizar su seguridad alimentaria. La administración federal y las empresas impulsarán dentro de la próxima reforma al campo la siembra de maíz transgénico como la solución para garantizar el abasto en la alimentación de los mexicanos.
En 2012 la importación de maíz en México ascendió a 9.5 millones de toneladas, de las cuales 89% provinieron de Estados Unidos, de acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Sin embargo, no todos están de acuerdo con que la solución sea sembrar maíz transgénico. Parte de la comunidad científica advierte sobre el peligro de perder 59 razas y más de 1,000 variedades de maíz nativo a lo largo y ancho del país, así como comprometer la soberanía alimentaria por la alta dependencia que tendrían los productores con las grandes trasnacionales que patentan organismos genéticamente modificados (OGM).
“Si México entra en esta aventura transgénica, los resultados serán irreversibles. Una vez que entremos no habrá vuelta atrás para México y para el mundo, porque la biodiversidad más importante que tiene la humanidad del maíz está aquí”, asegura el científico Antonio Turrent, presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS).
Una demanda colectiva les permitió a científicos y organizaciones no gubernamentales (ONG) ganar una batalla contra el maíz transgénico hace casi un año, ya que logró la suspensión temporal para la siembra del grano genéticamente modificado.
Hasta el momento, la decisión judicial suma más de 68 impugnaciones por parte de la Sagarpa y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), así como de empresas, entre éstas Monsanto, Syngenta y Agrosciences.
Para Bolívar Zapata, ésta es una lucha que tiene dos frentes: la preservación del maíz nativo y la afectación a los derechos humanos si los transgénicos se siembran en el país.
El imperio del maíz
El maíz tiene siglos de historia en México. Su presencia ha sido clave en la alimentación de varias generaciones.
La cocina mexicana cuenta con más de 600 platillos que se elaboran con maíz nixtamalizado de razas nativas del grano, que en la dieta mexicana constituyen 53% de la ingesta calórica y 39% de la proteínica.
Actualmente el consumo aparente de grano de maíz entre los mexicanos es de 33 millones de toneladas anuales, de las cuales 12 millones son destinadas al consumo humano y 21 millones se emplean como forraje o en materias primas.
De continuar la situación actual de déficit del grano, para 2025 se prevé que se importen 39 millones de toneladas al año.
Ésa es la oportunidad que intentan aprovechar las empresas. El valor potencial del negocio que tendrían las trasnacionales al comercializar las semillas genéticamente modificadas y los herbicidas ascendería a más de 2,200 millones de dólares (mdd) anuales, de acuerdo con cálculos de la UCCS.
AgroBio, organización conformada por empresas como Monsanto, Bayer CropScience y Syngenta, asegura que las semillas transgénicas pueden traer ventajas en la reducción de costos en las cosechas y una mayor producción del cereal, por lo que en la última década han impulsado la siembra de las semillas genéticamente modificadas.
“México es centro de origen y desarrollo de ese grano, ya que tenemos 59 razas y miles de variedades que están en peligro de perderse en caso de que se siembren todas las hectáreas para las que se ha pedido autorización”, asegura Silvia Díaz, coordinadora de la campaña de Agricultura y Alimentación de Greenpeace México.
Antonio Turrent coincide con el mismo riesgo que ve la ONG internacional, pues desde su perspectiva la siembra de semillas genéticamente modificadas traería la reducción de la biodiversidad existente.
Tanto Greenpeace como la UCCS aseguran que pueden existir peligros para la salud de los mexicanos, ya que no se han podido descartar los efectos colaterales por el consumo de productos transgénicos en el largo plazo.
“Los riesgos pueden aparecer con el paso del tiempo, un proceso similar al de fumar, y aunque desde hace más de 20 años se consumen los transgénicos en el país, la falta de etiquetado no permite visualizar la exposición que han tenido los consumidores”, explica Turrent.
A principios de octubre pasado, la Fundación Semillas de Vida, Colectivas, AC, y la organización que preside el científico mexicano lograron que su preocupación por la defensa del maíz se tradujera en una orden judicial: el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia Civil, con sede en el Distrito Federal, emitió una medida precautoria que ordena a la Semarnat y a la Sagarpa no otorgar permisos para la siembra de maíz transgénico en las escalas experimental, piloto y comercial.
Esta medida se mantiene a la fecha, a pesar de que la decisión judicial ha sido impugnada por el gobierno y las empresas que, de acuerdo con el investigador emérito, responde a la urgencia de lograr los permisos de siembra comercial antes de noviembre próximo, periodo en que se cultiva el maíz.
David contra Goliat
La relación que han sostenido empresas y gobierno en contra de los argumentos de las ONG se ha convertido en una lucha similar a la de David y Goliat, explica Antonio Turrent. La reforma al campo será el nuevo terreno donde medirán fuerzas.
El gobierno de Peña Nieto se ha fijado la meta de hacer del campo un área sustentable, productiva y rentable, que otorgue la seguridad alimentaria que el país necesita.
El científico argumenta que elevar la productividad de las siembras no es una promesa que los transgénicos cumplan del todo.
Un estudio publicado el año pasado por la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, que analiza el rendimiento del medio oeste de Estados Unidos (donde se produce con OGM) y Europa de 1961 a 2011, en cultivos como el maíz, la colza, la soya y el algodón, concluyó que el rendimiento europeo casi ha alcanzado al estadounidense.
“No es cierto que la transgenización está conduciendo a aumentar los rendimientos; más bien está reduciendo la capacidad competitiva a Estados Unidos. El caballo que se empareja gana”, argumenta Turrent.
En este momento, España es el único país de la Unión Europea que permite la siembra de OGM en casi 80,000 hectáreas de su territorio, mientras que Alemania, Austria, Grecia, Francia, Hungría y Luxemburgo, así como Italia y Polonia, han prohibido el cultivo del maíz MON 810 (que se siembra sólo en Europa).
La semilla del crecimiento
Turrent argumenta que México tiene la capacidad para abastecer su mercado sin la dependencia de transgénicos. Sólo es necesario que el gobierno esté dispuesto a aumentar sus inversiones en el campo para apoyar a los agricultores, así como aprovechar una reserva de 9 millones de hectáreas que actualmente se destinan a la ganadería.
Durante 2014 la Sagarpa ejercerá un presupuesto de 82,900 millones de pesos (mdp), cifra casi 10% superior a lo ejercido el año pasado, cuando la dependencia tan sólo contó con 75,400 mdp.
“Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México sólo destina 0.7% de su Producto Interno Bruto (PIB) a agricultura, una situación que tiene que cambiar frente a los retos de la seguridad alimentaria que enfrenta el país (…) el problema radica en la distribución de la riqueza”, advierte Turrent.
Para Silvia Díaz es necesario que la próxima reforma al campo se apegue al artículo cuarto de la Carta Magna, que garantiza el derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.
“El problema es que estamos importando un modelo de consumo y producción muy similar al de Estados Unidos, el cual representa pan para hoy y hambre para mañana, ya que las plagas se harán resistentes con los granos genéticamente modificados. Será mejor que apoyemos la agricultura orgánica”, dice la coordinadora de la campaña de Agricultura y Alimentación de Greenpeace México.
Este mes concluirán los ocho foros nacionales temáticos con organizaciones sociales y privadas, además de los siete foros regionales con vocación territorial que organiza la Sagarpa previo a la presentación de la propuesta de reforma al campo, por lo que Greenpeace afirma que se prepara para ejercer acciones y argumentos para convencer a la población mexicana de la defensa del maíz.
Empresas, ONG y comunidad científica coinciden en algo: los estudios que pongan sobre la mesa los pros y contras de la utilización de semillas transgénicas requieren tiempo para demostrar sus argumentos, mientras el campo necesita una respuesta urgente para dejar atrás el olvido y elevar la productividad.
Fuente: Forbes México