Por: Pedro Silva Gámez
En los últimos días se han escuchado propuestas de las Cámaras que por igual se convierten en paladines contra la comida chatarra, el consumo de tabaco, el horario de los antros y cualquier cosa que se les ocurra para tratar de justificar su poco relevante desempeño, desapego e ignorancia de los problemas sustantivos del País.
Los avatares nacionales son reales y difíciles de ignorar, sus consecuencias saltan a la vista. Imposible ignorar la obesidad y la tragedia de quienes la padecen; no se trata de defender lo indefendible. Sin embargo una vez más es la forma, a veces insultante a la inteligencia, como presentan ante la ciudadanía sus conclusiones.
En el caso de la comida chatarra que consumen en las escuelas, principal fuente generadora de obesidad y de un nada honroso primer lugar a nivel mundial, comienza a tener cierto éxito después de los jaloneos entre los diferentes actores afectados en sus intereses.
El compromiso es que además de un estricto control de lo que comen los escolares, las actividades físicas diarias serán obligatorias aunque no haya espacios adecuados. Lo que no dijeron es si el magro calendario escolar, en teoría de doscientos días hábiles, será afectado por esta última conquista en beneficio de la salud nacional. Por supuesto los seminarios de capacitación (¿?) y los puentes seguirán intocables
El horario de los antros también es punto a discutir porque entre más tarde cierren, la clientela se retirará más cansada y satisfecha a sus casas. La larga lista de problemas sociales con horarios normales, abonada con la nueva disposición, se pondrá oportunamente en otro rubro como relleno de agenda.
La última gracejada es para los fumadores y como detalle, el que esto escribe no fuma. Con el pretexto de velar por su salud y ayudar al combate a la contaminación ambiental, ya les están previniendo del proyecto camaral para aumentar su precio. Entre sus argumentos y declaraciones afirman que el mejor método para reducir el consumo de tabaco es el aumento de precios vía incremento de impuestos y, aunque hay otros métodos, ninguno es más eficaz.
Un estudio les arrojó que México ocupa el cuarto lugar en la tabla de menores precios por cajetilla, dentro de un muestreo con dieciséis países. Y la exactitud va más allá. En el mercado nacional una persona trabaja en promedio veintidós minutos para comprar una cajetilla; en China son más de cuarenta minutos y en el Reino Unido treinta y cinco minutos.
Pero todo está fríamente calculado. Para que los productores de tabaco no sean afectados por la crisis nacional del campo que sigue en aumento, ya propusieron la creación de un fondo que les permita migrar, si así lo desean, a otros cultivos que también sean rentables.
No dicen si incluyeron en el estudio los problemas que enfrentan países como Canadá y Brasil, entre otros, en los que el contrabando y el mercado negro han florecido. Aunque bien visto, esto puede reforzar nuestra posición como país líder en corrupción, piratería y economía informal.
Fuera de la visión maniqueista en la que todo es malo y todo contamina, no es sano polarizar, dividir y sembrar dudas. La única opción sería encerrarse en casa, pero al saber que también ahí se genera contaminación, el círculo se apretaría cada vez más. Si tuviéramos oportunidad de conocer las listas de alimentos contaminados y sustancias tóxicas, mortales para el ser humano y destructivas a los ecosistemas, nos aterraríamos.
En el caso de los fumadores, los daños que ocasionan a la salud los más de tres mil ochocientos componentes químicos del tabaco, son diferentes a muchos de los ocasionados por los gases contaminantes y las partículas suspendidas originados por la quema de combustibles fósiles, la producción industrial y la actividad humana, pero al final coinciden en lo mismo: daño a la salud que, de irreversible se convierte en letal.
Son respetables las posturas razonadas que explican los daños de cada problema, pero a pesar de las cifras aun no ha sido posible un acuerdo entre los actores. Cada uno defiende su campo y surge la desventaja cuando los que tienen un poquito de poder dejan de escuchar a las mayorías e imponen medidas que llegan al absurdo.
La exposición al humo del cigarro es uno de los tantos problemas que afectan a la salud del ciudadano promedio de a pie. El fracaso de los programas oficiales y el dispendio de recursos lleva a las exageraciones y a las prohibiciones. También a dejar de lado estudios serios como el del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM que reportó que durante el ochenta por ciento de los 365 días del año se rebasan los niveles recomendados por el Índice Metropolitano de la Calidad del Aire (IMECA) que son doscientos cuarenta puntos en la ciudad de México.
La forma: querer justificar el bien de la población mediante aumentos que nunca reflejan mejoría en su calidad de vida.
El fondo: incapacidad y falta de visión de los que legislan, olvidando que: TODOS SOMOS NATURALEZA.