Para mantener la esperanza de cumplir con el objetivo central del Acuerdo de París, que es limitar el calentamiento global a 1.5 °C o 2 °C por encima de los niveles preindustriales requiere reducciones rápidas de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Sin embargo, si bien la reducción de emisiones de los combustibles fósiles como el carbón, gas y petróleo es esencial para alcanzar este objetivo, otras fuentes de emisiones pueden impedir su consecución.
Por mucho tiempo se ha mantenido la importancia en la eliminación de los combustibles fósiles para mitigar el cambio climático, pero los datos muestran que, de no reducir las emisiones del sector alimentario, alcanzar los objetivos climáticos será imposible. Alimentar a la humanidad de manera sostenible se ha vuelto un reto global que requiere cambios rápidos y ambiciosos en los sistemas alimentarios, así como en todos los sectores no alimentarios. ¿Cuál es el trabajo que se está realizando para lograrlo?
Alimentación sostenible
Para abordar el cambio climático global, necesitamos reducir rápidamente las emisiones globales de GEI. Esto a menudo genera un debate sobre dónde debería estar nuestra atención: ¿nos enfocamos en la energía o en los alimentos?, ¿combustibles fósiles o carne? Pero esta es una falsa dicotomía. Si no logramos grandes cambios en ambos, tenemos pocas posibilidades de acercarnos a nuestros objetivos climáticos. No tenemos la opción de descuidar uno u otro.
Lo anterior se debe a que de un cuarto a un tercio de las emisiones globales de GEI provienen de nuestros sistemas alimentarios. Estas emisiones provienen de diversas fuentes: deforestación y cambio de uso de suelo; emisiones de fertilizantes y estiércol; metano del ganado; metano de la producción de arroz; uso de energía en la finca; emisiones de la cadena de suministro del procesamiento de alimentos, refrigeración; y transporte.
En este desafió para contribuir a un sistema alimentario sostenible, es decir, aquel que garantiza la seguridad alimentaria y la nutrición para todos, de forma que no comprometan las bases económicas, sociales y ambientales para las futuras generaciones, Sheila Voss, vicepresidenta de comunicaciones del Good Food Institute —que promueve alternativas alimentarias más sostenibles a las convencionales— señala que se está trabajando en un cambio en el sistema alimentario que permita reducir a la mitad sus emisiones en los próximos siete años.
En una década decisiva que comienza en 2023, Sheila Voss plantea que las opciones para alimentar a una población de manera sostenible son cada vez menos, y por ello se debe abordar una transformación a través de estrategias directas e indirectas.
Alimentos con emisiones radicalmente más bajas
El trabajo de Voss plantea cambiar carne, lácteos y huevos convencionales por proteína vegetal, ya que esto reduce radicalmente las emisiones de GEI, al mismo tiempo que reduce el uso de recursos cada vez más escasos, como el agua.
Pero, como ha aprendido la industria de las proteínas alternativas en los últimos años, proporcionar a los consumidores información sobre la huella de carbono no es suficiente para convencerlos de que cambien sus dietas. Entonces, ¿cómo lograr que los consumidores adopten dietas más sostenibles?
De acuerdo con Voss, para que estos productos con menos emisiones de carbono lleguen a la cesta de la compra de todo el mundo y liberen su potencial climático, deben «costar lo mismo o menos, saber igual o mejor y ser tan accesibles como los productos convencionales».
En respuesta, el Good Food Institute trabaja con empresas, gobiernos, científicos, inversionistas y otras partes interesadas para avanzar en estos tres atributos. Por supuesto, nadie puede decir con certeza que esta estrategia conducirá a una descarbonización significativa en los próximos siete años. Pero el potencial de mitigación climática de las proteínas alternativas se encuentra en un terreno lo suficientemente sólido como para caer en la categoría de cambio transformador, lo que justifica el trabajo continuo en ello.
Dieta con impacto social
Una segunda propuesta para reducir las emisiones del sector alimentario es el ejemplo transformador que está realizando Gunhild Stordalen, fundadora y presidenta ejecutiva de EAT—una fundación global sin fines de lucro dedicada a transformar nuestro sistema alimentario global, a través de ciencia sólida, disrupción impaciente y asociaciones novedosas—. Asimismo, sus esfuerzos se centran en la colaboración de múltiples partes interesadas, multidisciplinaria y de diversa escala entre las empresas, la ciencia, la política y la sociedad civil.
Su trabajo es menos directo que el enfoque de Voss, pero sus objetivos son: 1) expandir el conocimiento científico sobre las interconexiones entre los alimentos, la salud y la sostenibilidad ambiental; 2) estimular la innovación a lo largo de la cadena de valor de los alimentos; y 3) facilitar el desarrollo de políticas basadas en evidencia para transformar radicalmente el sistema alimentario mundial.
Stordalen correlaciona la falta de progreso con la falta de consenso sobre cómo es un buen sistema alimentario y cómo llegar allí. Es por eso que EAT se enfoca en proporcionar y refinar una estrella polar basada en evidencia científica y en construir coaliciones a su alrededor.
«Realmente nos estamos quedando sin tiempo para enfoques incrementales e inciertos. Entonces, ¿cómo podemos permitir un cambio más profundo y transformador?».
Gunhild Stordalen, fundadora y presidenta ejecutiva de EAT.
Entre los esfuerzos de EAT ha estado el lanzamiento del Informe EAT-Lancet (2019), el cual hace énfasis en lo que constituye una dieta sostenible a partir de sistemas alimentarios sostenibles. El análisis tuvo un gran impacto en la estrategia alimentaria nacional del Reino Unido, las políticas alimentarias de 15 grandes ciudades de todo el mundo, la estrategia empresarial y las preferencias de los consumidores.
Colaboración empresarial para reducir las emisiones del sector alimenticio
El último ejemplo de cómo abordar el reducir las emisiones del sector alimenticio es la financiación y defensoría global de prácticas de agricultura regenerativa que garanticen la seguridad alimentaria. Muestra de ello es la agricultura regenerativa, que se basa en la aplicación de descubrimientos científicos y tecnológicos punteros con el objetivo de regenerar los sistemas alimentarios, económicos, laborales, sociales, ecológicos y culturales partiendo de conocimientos y prácticas desde una profunda comprensión de la naturaleza.
Asimismo, las empresas deben seguir los pasos de la Fundación Rockefeller, que ha experimentado una notable evolución en esta materia desde la Revolución Verde. En la de la década de 1940, la fundación fue un financiador clave y defensor de la expansión de la agricultura industrial de alto rendimiento a los países de bajos ingresos para garantizar la seguridad alimentaria de las poblaciones en crecimiento. Pero con el anuncio de una subvención de 11 millones de dólares para prácticas agrícolas indígenas y regenerativas en noviembre de 2022, la fundación se ha embarcado en un nuevo viaje.
Sara Farley, vicepresidenta de la cartera global de alimentos de Rockefeller señaló que ir más allá de la maximización de ganancias como el principal objetivo de los sistemas alimentarios genera beneficios múltiples que sustentan la nueva dirección. No es tarea fácil reducir las emisiones del sector alimenticio. Pero es posible con la colaboración y participación de gobierno, iniciativa privada, organizaciones y sociedad en general.