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Columnistas ExpokCon.tribu.yendo | Por Azucena MartínezNo es inseguridad, es desigualdad: reflexiones sobre el Síndrome de la impostora

No es inseguridad, es desigualdad: reflexiones sobre el Síndrome de la impostora

Por Azucena Martínez

Hola, bienvenidxs a mi tercera columna. Estamos arrancando el año, y con él vienen nuevas metas, nuevos desafíos, pero también viejas expectativas. Probablemente muchas personas en el ámbito profesional sienten el peso de cumplir con estándares altos o de demostrar, una vez más, que merecen el lugar que ocupan.

Por eso hoy quiero hablar del “Sindrome de la impostora”. Una sensación que, si somos honestas, muchxs hemos experimentado en algún momento. Esa inquietante duda de si nuestros logros son realmente nuestros, o si estamos ahí por un golpe de suerte o un error. Para mí, esta experiencia trasciende lo individual. Desde luego, creo que en las mujeres y en otras personas que enfrentan desigualdades sistémicas, como las personas no binarias, esta sensación es más frecuente, más intensa. Pero esto nos lleva a una pregunta clave: ¿por qué?

Cuando nos detenemos a pensar en el “por qué”, nos damos cuenta de que esta sensación no viene de la nada. Está profundamente relacionada con los factores externos que enfrentamos, como los prejuicios, los estereotipos y las estructuras que parecen diseñadas para cuestionar constantemente nuestra legitimidad. Entonces, ¿cómo es que lo hemos llamado “síndrome”?

¿A qué se refiere el fenómeno de la impostora? 

El fenómeno de la impostora, originalmente identificado por las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes en 1978, se refiere a una creencia persistente: que nuestros logros no se deben a nuestras habilidades o méritos, sino a la suerte o a factores externos. Las personas que lo experimentan sienten que son un fraude, que en cualquier momento serán «descubiertas», incluso cuando tienen evidencia de que son competentes.

Pero hay un detalle importante aquí: en su artículo original, Clance e Imes usaron el término fenómeno, no “síndrome”. ¿Por qué importa esta diferencia? Porque las palabras importan, y mucho. Llamarlo “síndrome” implica que hay algo mal con nosotrxs, que es una condición individual que debemos solucionar.

¿Por qué fenómeno y no síndrome?

Para mí, lo más importante de este debate va mas allá de las palabras, es lo que implican. Cuando hablamos de “síndrome”, cargamos la responsabilidad en la persona que lo experimenta, delegamos la solución en ella. Pero cuando hablamos de “fenómeno”, cambiamos la narrativa: dejamos de verlo como un problema individual y lo entendemos como una respuesta colectiva a un sistema que necesita cambiar, una respuesta a un entorno social y cultural que pone en duda nuestras capacidades.

Y aquí es donde está el meollo del asunto: hoy, muchas soluciones al fenómeno de la impostora pasan por pedirnos que nos “empoderemos”. Que trabajemos en nuestra autoconfianza, que hagamos talleres, que sigamos consejos para “creérnosla”. Pero, ¿de qué sirve empoderarnos si seguimos enfrentando entornos llenos de sesgos y prejuicios sistémicos que nos hacen sentir insuficientes desde el inicio?

Es aquí donde me gustaría invitar a reflexionar sobre el término fenómeno. Usar esta palabra nos ayuda a reconocer que estas emociones no surgen en el vacío, sino que están profundamente influenciadas por factores externos como las brechas salariales, los prejuicios raciales y de género, o la falta de representación diversa en posiciones de liderazgo.

Intersecciones que refuerzan la sensación de impostora

Además, no podemos olvidar que este fenómeno no afecta a todxs por igual. Las mujeres racializadas, por ejemplo, enfrentan una doble carga: no solo se cuestiona su capacidad por razones de género, sino también por estereotipos raciales. De igual forma, las personas con diversidad funcional o neurodivergentes, así como quienes pertenecen a comunidades LGBTQ+, lidian con barreras estructurales adicionales que refuerzan esta sensación de insuficiencia. 

Cuando reconocemos estas capas de desigualdad, entendemos que no basta con trabajar en la autoconfianza individual. Necesitamos soluciones sistémicas e inclusivas que aborden las raíces del problema.

Diferencia entre inseguridad y sentirse impostor/a

Algo que vale la pena aclarar es que sentirse insegurx no es lo mismo que sentirse impostor/a. La inseguridad puede surgir de cómo nos percibimos a nosotrxs mismxs, mientras que el fenómeno de la impostora tiene una relación directa con el entorno en el que nos encontramos. Si constantemente enfrentamos sesgos, estereotipos y cuestionamientos, es lógico que esas dudas se internalicen, incluso cuando no reflejan nuestra verdadera capacidad.

Como dijo Reshma Saujani en su discurso de graduación de 2023: “Es normal sentir que no encajas cuando no encajas”. Esta frase lo resume todo: no se trata de que haya algo mal en nosotrxs, sino de que los entornos laborales (y sociales) necesitan transformarse.

Una reflexión final

Aquí viene la pregunta incómoda: ¿qué se está haciendo en tu entorno laboral para contrarrestar el fenómeno de la impostora de forma sistémica? ¿Están cuestionando los sesgos en sus procesos? ¿Asegurando igualdad de oportunidades y representación? ¿O están delegando esta tarea únicamente en las personas que enfrentan las consecuencias del fenómeno, pidiéndoles que «trabajen en sí mismas»?

Este inicio de año puede ser una oportunidad para cambiar la narrativa, no solo en nuestras vidas, sino en los espacios que compartimos. Porque, al final del día, no se trata de “arreglarnos” a nosotrxs mismxs, sino de construir un sistema en el que todas las personas, sin importar su género, raza, identidad o habilidades, se sientan lo suficientemente valoradas como para no cuestionar si pertenecen allí.


Con.tribu.yendo por Azucena Martínez

Azucena Martínez es estratega con más de una década de experiencia colaborando con marcas globales y un firme compromiso con la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI). Su formación en instituciones como el Tecnológico de Monterrey, Fudan University y Cambridge Judge Business School le ha brindado bases sólidas, mientras que las experiencias compartidas con personas de contextos diversos han enriquecido su perspectiva y ampliado su visión del mundo.

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