En el documental Inside Job (2010) se les menciona con nombre y apellido: académicos de Harvard y Columbia que apoyaron la desregulación bancaria y cerraron los ojos a las bombas de tiempo que estallarían luego la estructura financiera.
O peor aún, decanos y profesores en las listas de pagos de instituciones que luego se declararon en quiebra. A esto se suman escuelas? como London School of Economics o IE? que se vieron salpicadas en distintos grados con la caída en desgracia del régimen de Gadafi, o el sonado caso Urdangarín en España, donde el yerno del rey y un profesor adjunto de Esade fueron acusados de prevaricación, malversación de fondos, fraude y falsedad documental.
El discurso actual de las escuelas de negocios es admitir su responsabilidad en la formación de ejecutivos y líderes empresariales, así como una cuota de culpa ?genérica todavía? en las políticas equivocadas y la recesión resultante. De paso,proponen un rol más ético del ejecutivo en la sociedad, y modelos de negocios que generen otros valores además de la rentabilidad de corto plazo.
Las escuelas niegan que sus académicos estén encerrados en torres de marfil, aislados de la sociedad. Consecuentemente, han surgido iniciativas como «The Oath Project», un juramento ético que inventaron los alumnos de la escuela de negocios de Harvard (HBS) y al que se han suscrito instituciones como el Aspen Institute of Business y el Forum of Young Global Leaders del World Economic Forum.
Además, se ha hecho hincapié en los cambios de planes de estudio,incorporando disciplinas provenientes de las humanidades y las ciencias sociales. Se han fortalecido los requisitos de admisión, aumentando el rigor de entrevistas y cuestionarios para mantener fuera a las personas que «no creen que las reglas se aplican a ellas», al decir de Sara Neher, decana asistente de admisiones de la Darden School of Business de la Universidad de Virginia.
También se muestra más empeño en perseguir plagios y fraudes en los estudiantes. De hecho, muchas escuelas han invertido en tecnologías que ayudan a detectarlos. Y en añadidura, han emitido la alerta sobre la tergiversación o fabricación de datos en las investigaciones de la facultad.
Sin embargo, aún falta claridad en las medidas que regulen los vínculos de los profesores con el gobierno y el capital privado en sus actividades extracurriculares. Este es un tema candente en la agenda de debate, y que en América Latina es apenas incipiente.
Conflictos de intereses
Una investigación de los académicos Leslie K. John (Harvard), George Loewenstein (Carnegie Mellon) y Drazen Prelec (MIT) intentó recientemente evaluar la magnitud de las trampas cometidas por investigadores universitarios, entrevistando a 2.000 académicos estadounidenses. La estructura de incentivos en el ámbito de la investigación es uno de los factores queexplican tanto las pequeñas faltas (como maquillar datos) a trampas más groseras como su fabricación, que los entrevistados del estudio reconocieron.
Frente a este contexto, la respuesta de las escuelas varía. Algunas como Darden, la Fundación Getúlio Vargas (FGV) de Brasil y la London Business School (LBS) del Reino Unido, se contentan condejar claros los valores por los cuales se rigen, y confían en que su profesorado los comparta y se conduzca en consonancia. Según Oliver Ashby, senior manager de admisiones en LBS, «lo más importante es que estos criterios impregnen toda acción de la escuela, desde las clases hasta el interés por desarrollar negocios sustentables y apoyar el crecimiento económico a través del emprendimiento».
Sin embargo, Jim Freeland, decano asociado de claustro e investigación en la escuela de negocios de Darden, llama la atención sobre el hecho de que «en ocasiones los profesores que trabajan con una organización fuera de la universidad no identifican esa relación en los artículos publicados».
En áreas como la investigación médica, especificar nexos con compañías farmacéuticas o laboratorios es obligatorio. Pero no ocurre así con los profesores de escuelas de negocios, a quienes por demás se estimula a que actúen como consultores de firmas o tomen parte de juntas directivas de corporaciones, porque suexperiencia en la práctica se considera un plus en su currículum.
Existen excepciones, como Fuqua, escuela de negocios de la Universidad Duke, donde «sí se lleva un control de las actividades extracurriculares de los académicos. Se demanda que notifiquen sus compromisos con gobiernos extranjeros, su participación en juntas directivas, o cualquier factor que pudiera devenir en motivo de presión para la escuela», asegura Mary Frances Luce, decana asociada de Fuqua.
En HBS, «la regulación actual restringe la cantidad de tiempo que puede dedicar el claustro a actividades extracurriculares, aunque se desea que participen en juntas, que sirvan como consultores y asesores porque el sello de Harvard es que sus profesores se mantienen cercanos a la práctica», indica Kristen Raymaakers, su directora asistente de comunicación.
La reacción de Esade al caso Urdangarín ha sido reforzar los compromisos éticos del profesorado. Oriol Llop, director de comunicación y marca de la escuela, señala que «se trabaja por actualizar el reglamento del profesor, en un proceso de debate que guía un comité multidisciplinario. En paralelo, se ha diseñado unapolítica de comunicación interna que demanda transparencia, que exige compartir con el resto de la organización todo aspecto de interés».
Pero hasta el momento falta una política uniforme o códigos compartidos entre todas las escuelas. «Estas adoptan regulaciones distintas sobre qué exigir de sus profesores, o cómo enfrentar dilemas éticos. De hecho, aquellas que han llevado más lejos sus medidas son las que ya han sufrido por los incidentes», observa Freeland.
Hasta ahora las escuelas latinoamericanas se han mantenido relativamente al margen de estas situaciones. Sin embargo, en los últimos años vienen propiciando que los profesores tomen parte en juntas directivas, y que se desempeñen como consultores y asesores de empresas y gobierno. Sin una crisis como la que está azotando a los países desarrollados, la relación entre académicos y poderes públicos y corporativos no ha sido problematizada. Gustavo Genoni, ex director del MBA en la universidad argentina Torcuato di Tella, advierte que «se debe garantizar cierta independencia de la escuela respecto a los intereses políticos y económicos,pero en general depende de qué estipula el sistema de gobierno de la academia y qué se exige a sus profesores. Y siempre es deseable que los estatutos estén en orden».
Marina Heck, decana asociada en la FGV, manifiesta su aprensión sobre el hecho de que este debate tarda en llegar a América. «La FGV suele contribuir con ejecutivos, políticos, legisladores, a quienes algunos profesores han servido de asesores», dice. «Aunqueconsidero que deberíamos discutir sobre cómo prevenir o reaccionar ante situaciones de faltas éticas como conflictos de interés, no lo hemos hecho hasta ahora. No existe una forma única de considerar o pronunciarse en clase sobre dilemas éticos, al menos no en toda la FGV».
Humanismo en los negocios
En un escenario donde proliferan movimientos ciudadanos que cuestionan las altas compensaciones de miembros de los directorios y a altos ejecutivos de empresas que se declaran en quiebra, o donde las comunidades exigen ser escuchadas por las empresas que explotan sus recursos naturales, en las escuelas globales y latinoamericanas se hace un esfuerzo por variar la perspectiva de análisis en sus clases.
Los estudiantes de la costarricense Incae, en 2010, fueron los primeros en unirse al movimiento «The Oath Project». En Darden se organizan eventos en torno al tema ético, tales como una reunión anual entre investigadores de todo el mundo que se enfocan a estas cuestiones para compartir y discutir los hallazgos, o la mesa redonda donde convergen los CEO de compañías globales y expertos de la academia, para debatir sobre ética corporativa. Fuqua auspicia un centro de emprendimiento social avanzado y otro de liderazgo y ética, cuyos objetivos son trabajar por la solución de problemas de relevancia social.
Otra apuesta es incluir saberes y conceptos de las ciencias sociales y humanidades, que aportan una mirada de conjunto para enfrentar situaciones complejas. En la HBS «una de las asignaturas más populares entre los alumnos MBA es ‘Liderazgo y Responsabilidad Corporativa’, enfocada sobre dilemas éticos, legales y de responsabilidad social», comenta Raymaakers.
Rodolfo Rivarola, de la argentina IAE Austral, agrega que «crece la relevancia de las ciencias sociales para entender los sistemas. Se generan otras visiones; dentro de las organizaciones se comienza a mirar las consecuencias de las decisiones para las distintas áreas de la empresa y actores interesados».
Darden también acude a las ciencias sociales para buscar un razonamiento distinto detrás de la innovación. «Hemos implementado laboratorios donde los estudiantes crean productos y diseños, pero lo más significativo es que al hacerlo tienen en mentelas necesidades reales de los consumidores, en lugar de crear un producto para ver cómo generan su necesidad luego», añade Neher.
Luce sostiene que en Fuqua la importancia dada a la conducta ética precede a la crisis y se relaciona con la sustentabilidad de los negocios y la capacidad de reclutar gente adecuada: «Cuando una cultura ética impera, se atrae a quienes es menos probable que generen conflictos de intereses».
Los profesores tienden a coincidir en que se debe fortalecer una cultura ética que sobrepase la mera enseñanza. «Una conducta ética no es algo que se enseñe en un curso. Debe ser una idea que impregne todas las áreas de la escuela, que todas las disciplinas estimulen estos debates”, reflexiona Freeland. Este directivo de Darden explica cómo ahora “se toma más en cuenta no sólo a inversores, financistas o compradores, sino que se piensa en las consecuencias para trabajadores, comunidades, gobiernos, y medio ambiente».
Otra apuesta es la internacionalización de los estudiantes de MBA. «Esto es beneficioso para el ejecutivo porque extiende el alcance de su red más allá de su región, pero además se ve obligado a aprender a respetar las opiniones de otros, al tiempo que conoce sobre culturas distintas», señala Heck de FGV. Para Neher, «las compañías muestran interés por egresados con una formación más integral y mayor perspectiva de una cultura global».
Algunas escuelas latinoamericanas han incorporado estas prácticas hace algunos años. Heck comenta que una de las razones por las cuales promueven un alumnado internacional es por el espíritu del debate.
Sin embargo, no hay una postura o consenso absoluto acerca de cuánto pueden (y deben) hacer las escuelas en materia ética. Al final de cuentas están inmersas en un contexto social y es muy improbable que los valores establecidos en una sociedad no se manifiesten en el pensamiento y proceder de los individuos. «Ninguna persona cambia sus valores tras un año de estudios», expresa Genoni, «la falla del sistema es política y regulatoria; es poco realista pretender que las personas se autorregulen».
Fuente: mba.americaeconomia.com
Por: Jennifer P. Roig
Publicada: 17 de mayo de 2012