Chile es uno de los países latinoamericanos que enfrentan las tasas más altas de obesidad entre la población. De ahí que su gobierno, igual que otros en el mundo, esté librando una batalla especialmente importante por la promoción de un estilo de vida más saludable.
En este contexto, las autoridades han establecido una serie de medidas entre las que se incluye una fuerte regulación a la publicidad de alimentos procesados, estrictas normas de etiquetado y un paquete de impuestos orientados a promover mejores hábitos de alimentación.
En el proceso, diversas marcas de la industria alimentaria vieron afectada su comunicación. Personajes como Chester Cheetos y el Tigre Toño tuvieron que ser despedidos como imagen porque resultaban demasiado atractivos para los niños. Golosinas como el Kinder Sorpresa, acompañadas de juguetes, desaparecieron del mercado. Todo para tratar de transformar los hábitos de los 18 millones de niños que habitan el país sudamericano.
La normatividad que obligó a las marcas a despedirse de los personajes infantiles que servían de imagen para algunos de sus productos entró en vior en 2016. Esta misma reglamentación prohíbe además la publicidad de este tipo de productos duranteprogramas televisivos de corte infantil o en espacios digitales orientados a este mismo público.
Este mismo principio está por aplicarse a la leche de fórmula con el fin de incentivar la lactancia materna. Además, las bebidas con alto contenido azucarado han sido gravadas con un 18%, una de las tasas más altas en el mundo.
Adicionalmente la iniciativa contempla un nuevo sistema de etiquetado todavía por implementar. Esta reglamentación exige que las empresas coloquen sellos de advertencia de color negro en caso de tener alto contenido calórico, de grasas saturadas, azúcares o sales.
¿Son realmente responsables estas medidas?
Expertos en nutrición han afirmado que estas medidas regulatorias constituyen un intento ambicioso por cambiar la cultura alimentario de un país; como tal, podrían ciertamente traducirse en un giro para la tendencia creciente que sigue la epidemia de obesidad en el mundo. No obstante, la eficacia de estas acciones solo puede verse a lo largo del tiempo.
La industria alimentaria, por su parte, considera que la nueva regulación se extralimita. En declaraciones retomadas por The New York Times, el director de Chilealimentos, Felipe Lara, calificó la reglamentación de confusa e invasiva. Además aseguró que las restricciones a la publicidad están basadas en una “correlación hecha con falencias científicas entre la promoción de comidas poco saludables y un aumento de peso”.
“Creemos que la mejor manera de atender el problema de la obesidad es por medio de una educación de los consumidores para que cambien los hábitos alimenticios”. Felipe Lara.
Así mismo, Maria José Echeverría, portavoz de PepsiCo, dijo que la empresa ha cumplido con la ley al pie de la letra y no tiene interés en revertirla; sin embargo considera que debe “proteger su capacidad de utilizar una marca registrada localmente”.
Estas afirmaciones se alinean con el supuesto de que las medidas tomadas por el gobierno chileno atentan contra la propiedad intelectual, transgrediendo el derecho de las empresas a utilizar todos los elementos de las marcas registradas.
Claro que mientras algunos expertos en nutrición califican la nueva normatividad como un paso importante y necesario en la lucha contra la obesidad, muchos críticos dirían que se trata de un esfuerzo incompleto.
La lucha contra la obesidad es un problema complejo que, más que restricciones publicitarias, requiere de un cambio de cultura alimenticia. Este cambio solo puede alcanzarse a través de la educación de los consumidores; misma que idealmente debe ser proporcionada desde una edad escolar.
La postura de las marcas
Un vocero de Kellogg señaló que “la obesidad es multifactorial; responsabilizar a la industria y satanizarla es más una acción politica que una solución de fondo; y la industria puede ser un aliado fundamental para influir positivamente en el tema, sí esta es tomada en cuenta”.
Destacó que para combatir el hambre, favorecer una mejor nutrición, y reducir la obesidad de la población, hay que hacer mucho más que legislar y recaudar. “Hace falta construir una gran alianza y orquestar esfuerzos en esa dirección. De lo contrario se corre el riesgo de no atacar las causas sino las consecuencias de estos males” dijo.
Entonces ¿está el gobierno chileno y los de otros países del mundo, dotando a los jóvenes de una educación nutricional de calidad? Si así fuera, las normas básicas de etiquetado que transparentan los valores nutricionales de cada producto, bastarían.
¿Vale la pena entonces entrar en una batalla con las marcas? Un movimiento más inteligente, quizá sería integrarlas en la lucha contra la obesidad. Invitarlas a participar activamente en el proceso de educación de la población es un camino que suma esfuerzos, en lugar de restar.
La enemistad entre el sector público y privado debe terminar. Como actores sociales es fundamental que trabajen de la mano para garantizar el bienestar de sus comunidades. De lo contrario cualquier ningún esfuerzo está completo.