La Cámara de los Comunes ya aprobó la Ley de Cambio Climático, la que comenzará a regir desde noviembre. Así, el Reino Unido será el primer país que reduce las emisiones de gases de efecto invernadero 20 puntos más de lo previsto.
El proceso ha sido lento, muy lento, pero al final ha llegado a buen puerto: Reino Unido da ejemplo en plena crisis y se ha propuesto ser el primer país del mundo en recortar las emisiones de gas de efecto invernadero en un 80% de aquí al año 2050 con respecto a los niveles de 1990.
La primera piedra del gran proyecto la puso Amigos de la Tierra hace ya tres años y medio. Inició la campaña «The Big Ask» (La gran pregunta) y aquello empezó a ganar adeptos. Más de 200.000 personas contactaron con sus representantes políticos en apoyo a una ley de cambio climático. El mensaje llegó a oídos del Partido Conservador, primero en la oposición, y la pelota pasó con éxito al Gobierno Laborista.
Tras miles de reuniones, la luz se empezó a ver al final del túnel este mes con la creación de un ministerio encargado exclusivamente de Cambio Climático y Energía. Fue un auténtico logro. Pero el éxito llegó cuando en su primera intervención en el Parlamento, el titular de dicha cartera, Ed Miliband, se comprometió a liderar la lucha contra el calentamiento del planeta en medio de una crisis crediticia que no dejaba otro tema de conversación.
«En tiempos económicos difíciles, la gente se pregunta si habría que contener los objetivos inicialmente establecidos –dijo- pero sería equivocado hacerlo». «Censuro a quienes lo piensan por su incomprensión sobre la relación entre la economía y los deberes medioambientales a afrontar», matizó.
La futura ley sobre el cambio climático comenzó entonces a labrarse y finalmente esta semana el proyecto quedó aprobado en la Cámara de los Comunes. La propuesta legislativa, que adquirirá rango de ley el próximo mes de noviembre, pone por tanto a Reino Unido en la primera posición a nivel mundial obligándose a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero 20 puntos más de lo previsto.
Para que no quede en una simple promesa, el Ejecutivo ya se ha puesto manos a la obra y ha presentado un nuevo estándar que permite a las empresas medir sus emisiones, en otras palabras, las «huellas que dejan». El logo no puede ser más gráfico, una huella negra del pie con un CO2 en su interior. Se trata de saber cuánto CO2 emite cada compañía durante la producción, el consumo y la eliminación de una gama de productos.
Algunos sistemas anteriores fueron criticados en el pasado por ser incoherentes, confusas o carecer de transparencia. Para que los problemas no se repitan, éste, conocido como PAS 2050, será gestionado por BSI British Standards. Mike Baja, director del organismo, aseguró a la BBC, «el resultado es un sólido marco dentro del cual las empresas y organismos del sector público será capaces de evaluar las emisiones de gases de invernadero de sus productos y servicios de manera coherente».
El primer paso por tanto ya está hecho. Pero, ¿de qué sirven las buenas intenciones de sólo un país? Ahora se espera que otros gobiernos europeos actúen con legislaciones similares. Para ello la campaña inicial de Amigos de la Tierra ha sido lanzada en 16 países de la UE y en Japón para pedir a ciudadanos que contacten con sus gobiernos y exijan una ley de cambio climático.
Las últimas predicciones científicas revelan que los países industrializados deben reducir sus emisiones al menos un 80 por ciento antes de 2050 si se quiere evitar los efectos devastadores del cambio climático, los mismos que ya dan señales de aviso. Según el último informe de WWF/Adena «Planeta vivo 2008», hecho público esta semana, la demanda actual de recursos naturales excede en un 30 por ciento la capacidad de regeneración de la Tierra. Si la situación no se frena, la humanidad precisará de dos planetas en 2030 para poder mantener el actual estilo de vida.
En esta línea, el rotativo británico ‘The Guardian’ advertía al Gobierno de que con la aprobación de la ley el problema no está resuelto. «A pesar de que el nuevo secretario del cambio climático ha sido admirablemente ambicioso, aceptando incluso que la aviación y el transporte marítimo se incluyan, en cierta forma, en el proyecto, ahora tiene que demostrar que estos objetivos impresionantes pueden ser algo más que una fantasía legislativa», rezaba su editorial.
De momento, propuestas para que todo salga adelante no faltan, y algunas bastante polémicas. Empezando por la planteada por Ian Poll, profesor de Ingeniería Aeronáutica de la Universidad de Cranfield y jefe de tecnología del proyecto Omega, financiado por el Gobierno Británico. Poll apuesta por emplear la energía nuclear en los aviones, reduciendo a cero las emisiones de carbono a la atmósfera por el transporte aéreo y mitigando el calentamiento global. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética ya desarrollaron en los 50 bombarderos movidos por energía nuclear. El objetivo era que estos aparatos se mantuvieran en vuelo durante largos periodos de tiempo. A pesar de que se llegaron a hacer pruebas en suelo y en vuelo, los programas fueron abandonados una década más tarde. «Necesitamos un diseño energético que no se base en el queroseno, y creo que la energía nuclear es la respuesta. La idea fue demostrada hace 50 años, pero tendrían que pasar unos 30 años para persuadir a la opinión pública de volar con energía nuclear», aseguró Poll a ‘The Times’.
Fuente: Sustentable.cl