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Renovables, sin freno

Además del rechazo de la opinión pública y del movimiento antinuclear, hay otro motivo para pensar que el fin de la energía nuclear en Japón antes de 2030 va en serio. Por primera vez, crece el lobby de las fuentes renovables que puede plantar cara al nuclear.

Incentivadas por la remuneración que obtiene este modo de producción (primas) desde el verano de 2011, decenas de empresas y bancos se han lanzado a construir parques fotovoltaicos y, en menor medida, eólicos. La inversión en energía renovable en 2011 en Japón era de unos 7000 millones de euros, y este año alcanza los 13.100 millones de dólares. Las grandes empresas japonesas, desde Toshiba hasta Mitsiu y Toyota, están aplicando su legendaria capacidad de innovación a la energía renovable, a veces financiada por poderosos bancos, como Softbank del millonario Masayoshi Son. El estadounidense Goldman Sachs, que raras veces falla si se trata de una oportunidad de ganar mucho dinero, participa en dos de los proyectos de renovables. Algunos analistas financieros en Tokio temen incluso que puede estar hinchándose una burbuja por este frenesí de inversiones de energía solar. Pero si el objeto es nuclear cero para el 2030, las inversiones serán necesarias.

Los gobiernos regionales de Tokio y Osaka han rechazado los viejos monopolios, como los de Tepco y buscan soluciones con fuentes renovables. Cada vez más metrópolis, con avanzados sistemas de eficiencia energética y sistemas de transporte urbano público, están buscando formas de descentralizar la generación d electricidad.

Osaka, Kobe y Kioto se han comprometido a intensificar políticas de conservación y el uso de renovables. Aunque Tokio, al romper con su dependencia de las centrales nucleares de Tepco ha recurrido a la instalación de centrales de gas, existe un compromiso del vicealcalde, Naoki Inose, responsable de energía, de acelerar la introducción de energías limpias. Empresas como Marubeni NTT y Mitsui, en colaboración con gobiernos locales, están comprometidos a llevar a cabo megaproyectos solares y eólicos, explica DeWit. El 80% de las 104 empresas japonesas más grandes han creado planes para reducir la energía que compran de Tepco, el monopolio por nuclear.

El Japón post-Fukushima, asimismo, pretende reforzar la iniciatriva de ciudades verdes que ya ha creado proyectos innovadores en Kitakiusha, en la isla de Fukuoka. Estas ciudades pretenden adoptar una nueva estrategia de crecimiento duradero con medidas para afrontar otros retos de la nueva era japonesa de bajo crecimiento como el envejecimiento, aprovechando la experiencia que Japón ya tiene tras dos décadas sin crecimiento. «La política de ciudades verdes puede ser el factor que impulse la política económica japonesa hacia un camino de crecimiento sostenible», dice DeWit. Japón es la tercera economía del mundo y tiene las empresas innovadoras más importantes del mundo, y Fukushima ha variado la estructura de esta sociedad», prosigue DeWit. «Por eso, es lógico pensar que habrá grandes cambios en Japón». Muchos de ellos dependerán de la presión del nuevo movimiento antinuclear. Cualquier que sea el resultado de las próximas elecciones, «será un gobierno débil, pero el rechazo popular a la energía nuclear es tan grande que no podrán dar marcha atrás», sostiene DeWit. Incluso el plan gubernamental para reabrir dos reactores nucleares de Oma y Oi choca con una resistencia feroz. «Este es el país de Nagasaki, Hiroshima y ahora Fukushima. Deberíamos abandonar la energía nuclear y ayudar la economía con nuevas tecnologías», dice Takejiro Sueyoshi, experto en energía del programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Asia.

Fuente: Comfia

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