Por Pablo del Arco Fernández
Echando la vista atrás…
El reporte público del desempeño corporativo nació asociado a la rendición de cuentas respecto al que hacer financiero. Tomemos en consideración la trayectoria al respecto de EE.UU., que guarda un fuerte paralelismo con la vivida por el reporte no financiero a nivel internacional en tiempos más recientes.
Es a finales del siglo XIX cuando comienza a proliferar en EE.UU. la publicación de estados financieros, auditados y de manera voluntaria, y tras el crack bursátil de 1929 llegan los requerimientos legales (R.G. Eccles, M.P. Krzus, 2014). Ya entrando en el siglo XXI, son los escándalos surgidos en la gestión de las compañías, los que lleva al refuerzo de la legislación, con la aprobación de la Ley Sarbanes-Oxley. Si nos trasladamos a la trayectoria de la reportabilidad de los aspectos no financieros, observaremos el paralelismo, con un origen voluntario y creciente proliferación en la actualidad en respuesta a las malas prácticas empresariales.
Las demandas de los movimientos de la sociedad civil en las décadas de los 60 y 70 actuaron como elemento de presión para las compañías y ya casi en los 90, tras el accidente del petrolero Exxon Valdez (1989), se intensificó el debate sobre la transparencia en el desempeño social y ambiental. En este contexto, durante los 90 se intensifican los esfuerzos del sector empresarial, en una experimentación sin criterios uniformes sobre qué informar y cómo, pero ayudados por el surgimiento del concepto de “triple cuenta de resultados” (Elkington, 1994).
Ante el qué comunicar y cómo… los reportes de sustentabilidad GRI
Si bien existen compañías que optaron por informar sobre su desempeño no financiero estrictamente en el marco de sus reportes financieros, elección aún presente en muchos casos, un nuevo actor vino a entregar “reglas del juego” ya entrando en el siglo XXI. Global Reporting Initiative (GRI), tras un primer piloto, lanzó en 2002 la segunda versión de su estándar para la elaboración de reportes de sustentabilidad (G2), que se convirtió en la metodología de referencia a nivel internacional. Desde entonces GRI ha ido actualizando el estándar con sucesivas versiones en respuesta a las demandas de información de los grupos de interés de las compañías y la práctica de éstas respecto a la reportabilidad. El mayor cambio se produce en 2013, con el lanzamiento de la versión G4, que busca que los reportes se centren en “lo que realmente importa y dónde importa”, esto es, los aspectos materiales.
La creciente atención de los inversionistas
En la evolución de la reportabilidad corporativa, otro gran hito comienza a gestarse, la creciente atención al desempeño social, ambiental y de gobierno (ESG[1]) por parte de grupos de interés antes únicamente pendientes de los resultados económicos. Los inversionistas y otros proveedores de capital comienzan a considerar estos aspectos al momento de su toma de decisiones, lo que es crítico para las compañías y sus perspectivas financieras. La cada vez más consolidada visión del mercado acerca de la relación entre el desempeño ESG y la gestión de riesgos está detrás de este cambio.
En relación a esta tendencia surge en escena el International Integrated Reporting Council (IIRC), que plantea con el Marco >IR> lanzado a finales de 2013, tras un programa piloto, los criterios para la elaboración de reportes integrados. Se trata de una nueva forma de comunicar, centrada en cómo las compañías crean valor en el corto, medio y largo plazo a través de su estrategia y desempeño. La dinámica a seguir incorpora la identificación de capitales más allá del financiero (recursos humanos, know how, relación comunitaria, etc.), que son transformados por las actividades de la compañía.
Otros estándares están proliferando también en estrecha relación con los inversionistas, como los que está desarrollando en EE.UU. la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) en relación a los requerimientos de la SEC[2], y otras iniciativas de carácter internacional como el Carbon Disclosure Project (CDP), si bien de alcance particular para algunos temas ambientales.
Debates en el presente, futuros caminos
La proliferación de estándares centra uno de los actuales debates en reportabilidad, con discusiones acerca de su compatibilidad. Si bien pudiera pensarse que esta diversidad constituye un enemigo de la consolidación de la reportabilidad no financiera, cada una de ellas atiende a una serie de motivaciones y destinatarios, y ésta es la tarea de las compañías, saber qué buscan con la comunicación de su desempeño y a quién se dirige. No obstante, si cabe señalar la necesidad de buscar coherencia entre las metodologías, objetivo de The Corporate Reporting Dialogue, iniciativa lanzada en 2014 y de la que se esperan avances en 2015.
Otro de los grandes debates abiertos versa sobre la obligatoriedad de reportar, mediante legislaciones lanzadas por las autoridades. Si bien es cierto que la existencia de normativa llevará a aquellos no creyentes al terreno de la comunicación y gestión, puede caerse en el riesgo de que las compañías terminen por adoptar un criterio de mínimos, incluyendo aquellas que son líderes al respecto, al perder la motivación de la ventaja competitiva y desvirtuase por la irrupción del cumplimiento legal las otras razones que llevan a un comportamiento socialmente responsable y la puesta en conocimiento del mismo ante sus grupos de interés.
El año recién comienza, y veremos que cómo se van resolviendo estos debates, que en cualquier caso constatan el momento clave que vive la reportabilidad corporativa.
[1] Environmental, Social and Governance (ESG)
[2] U.S. Securities and Exchange Commission (SEC)
Pablo del Arco Fernández es consultor de sustentabilidad en PwC Chile, con trayectoria de asesoramiento en Europa y América Latina, combinando expertise ambiental, social y de gobierno corporativo. Docente de postgrado en la Universidad Andrés Bello, e inquieto escritor en la materia.
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