Por: Helena Ancos
“Lo importante no es lo que hicieron de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con eso que hicieron de nosotros”
Jean Paul Sartre
Cuando parece que hemos llegado a un punto de no retorno que nos obliga a una capacidad de adaptación darwiniana a un torno de amnistías, recortes, ajustes y más vueltas de tuerca, y en un proceso de involución donde lo público ha pasado a salvar intereses privados, me asalta la pregunta de si la RSC tiene la fuerza y el vigor suficiente para ir marcando una hoja de ruta alternativa.
No me gustan ni los pesimistas ni los agoreros. Creo en las personas optimistas, voluntariosas, tenaces, perseverantes, solidarias, en los irreverentes, y en los que discuten con argumentos. El futuro es de ellos. Por eso creo en la RSC y en la suerte de destrucción creativa que comporta.
Si al comienzo de la crisis económica se plantearon sus oportunidades para la RSC, la escasa atención prestada por las autoridades públicas, y la ya larga duración de la crisis obliga a cuestionar su capacidad de embate para sortear los rigores de cuatro largos años y despejar un horizonte más esperanzador.
Efectivamente, sabemos que la RSC tiene una configuración y una geometría variables y que la adaptación a los cambios está en su propia razón de ser. Pero es cierto que ahora con más virulencia que nunca, se está poniendo de manifiesto el divorcio entre lo macro y lo micro, entre las políticas públicas y las aspiraciones de los ciudadanos, entre los intereses de la mayoría y los de ciertos grupos de interés…
Las políticas de austeridad han reducido a mínimos los presupuestos para el despegue de la RSC y no ya porque sean incompatibles, sino porque falta en la clase política capacidad de asociación entre la necesaria coherencia de las políticas y la gestión de riesgos.
Necesitamos estabilidad presupuestaria sí, pero algo más. Si el crecimiento depende del aumento de la productividad global de los factores de producción, es preciso invertir en capital humano, en innovación y en un uso más eficiente de los recursos…Y también son necesarios programas de impulso de la demanda, de inversiones públicas para que el crecimiento no sea poco intensivo en empleo.
Sin embargo, no se vislumbra tampoco una reestructuración sectorial de calado. Suprimido el apoyo público a las renovables, el inquietante anuncio de la modificación de la Ley de Costas, la fácil tentación de volver a modelos productivos obsoletos, el ahogamiento del crédito y la nunca acabada reforma financiera. Por su parte, en el sector exterior, es preciso generar confianza para captar inversiones – como la propuesta de Javier Santiso de que España se convierta en un hub latino-, y un discurso innovador que articule la revitalización de la marca España.
Es necesaria una estrategia coordinada a nivel macro que sepa identificar prioridades complementarias de actuación. La responsabilidad social no es una milonga ni un señuelo de activistas que nada tienen que ver con el mundo empresarial. Ha de identificarse prioritariamente con la gestión de los riegos a nivel macro y micro y una promoción decidida de la coherencia de políticas a través de la evaluación de costes. La transparencia sin duda facilitaría el camino.
Sin embargo, la penetración del discurso de la RSC en políticas públicas vitales para la recuperación económica ha sido nula. No es una cuestión de recursos económicos y humanos, sino de contraste entre lo proclamado como necesario y los medios disponibles para alcanzarlo.
A nivel micro, la RSC en las grandes empresas se ha quedado atascada en el gobierno corporativo. Y no se aprecia una especial conciencia a favor del desarrollo sostenible por parte de ninguna gran organización empresarial; basta con leer los informes o estudios de estas entidades o las declaraciones de sus líderes o presidentes.
Recientemente Michael Townsend preguntaba a la ministra danesa de medioambiente Ida Auken tras un encuentro sobre la futura Conferencia Rio+20 sobre la escasa implicación de los líderes empresariales con el desarrollo sostenible. Su respuesta nos dice Townsend, fue muy sencilla. “Mientras que las empresas fuertemente dependientes de los combustibles fósiles son muy efectivas en impedir el cambio, al estar muy organizadas y muy dotadas económicamente, los empresarios progresistas permanecen al margen del compromiso político, no están colaborando lo suficiente y no aportan los recursos necesarios”.
Y las pymes. Las pymes viven alejadas de la RSC, pues del mismo modo que tenemos un sistema productivo dual (con un reducido número de grandes empresas muy potentes y con un elevado número de pequeñas y medianas empresas que luchan día a día por salir adelante), tenemos una RSE a dos velocidades.
La RSC necesita de perfecta capilaridad para avanzar. Las pymes aparecen capturadas en muchas ocasiones por medidas legislativas que tienen un desigual impacto en las grandes, medianas y pequeñas empresas, como se manifiesta en un estudio reciente de Luis Garicano de la London School of Economics. Y sin embargo, como ponía de manifiesto Rafael Domenech en un informe del servicio de Estudios del BBVA, a igual tamaño, las empresas españolas son igual de productivas que las estadounidenses. Y mientras que en EEUU menos del 15% del empleo está concentrado en empresas de menos de 20 trabajadores, en España, el 27% está en este grupo. Se necesitan reformas que aumenten el tamaño de nuestras empresas y su productividad.
Y entretanto aumentan los niveles de heroicidad demandados al ciudadano. La gente está reaccionando al engaño y superando el autoengaño, y desconfía de las pretensiones de políticos y tecnócratas. Pero la RSC necesita unos presupuestos mínimos de legitimación o ¿acaso esta coyuntura económica estará fomentando más ReSilienCia y más RSC?
La RSE no crecerá sólo movida por un efecto cascada sino también bottom-up. La RSE ha de fluir por todos los poros de la sociedad. Y ahora es el momento.
La resiliencia es la capacidad para afrontar situaciones adversas saliendo fortalecido de ellas. Los resilientes soportan mejor la presión y las situaciones de estrés, controlando los acontecimientos y generando capacidades para afrontar mejor los desafíos. Ante la falta de perspectiva política, el horizonte más esperanzador procede de la innovación social propiciada por la acción colectiva y las redes ciudadanas. Otra cosa es cómo se llegue a articular esta movilización social (véase “La fuerza del activismo en red” de Antoni Gutiérrez-Rubí (El País, 21 de abril 2012).
Y junto a ellos, el capital humano de nuestros emprendedores (unos premiados por el MIT en el programa TR35, por ejemplo; o el manifiesto España Emprende, que muestran que nuestro país cuenta con un motor de desarrollo cuyas propuestas han de tenerse muy en cuenta).
César Molinas concluía recientemente que la Transición española “fue un éxito porque había ambiciones explícitas que cohesionaron a la población: democracia, Europa, Estado de bienestar. El desarrollo sostenible requiere de cambios tecnológicos y de modelos productivos pero también de innovación institucional. Un espacio político abierto y más participativo no sólo permite la integración de nuevas voces sino también que la involucración ciudadana gane en escala.
Del mismo modo, para que la RSC sea un éxito ha de servir para cohesionar por igual intereses de grandes, pequeñas y medianas empresas y ciudadanía. Entretanto, la ReSilienCia hará el resto.
Blog: Helena Ancos
Helena Ancos Franco
Coordinadora del Programa de Trabajo de Responsabilidad Social Empresarial del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Representante en la UCM de la RedUNIRSE, red Iberoamericana de Responsabilidad Social Empresarial y Promotora en la Universidad Complutense de Madrid de la Red Interuniversitaria de Responsabilidad Social Empresarial. Ha sido Abogado y Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad Europea de Madrid y en el Centro Universitario Francisco de Vitoria y en el Centro Universitario de Estudios Financieros de Madrid. Sus actuales líneas de investigación se centran en la búsqueda de modelos jurídicos y económicos que promuevan la rentabilidad de los negocios y el desarrollo social, así como mecanismos de colaboración público-privada para el desarrollo.