Por Iliana Molina
“Todo puede serle quitado al ser humano, menos las últimas de las libertades humanas: elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino”
Viktor Frankl
Con la celebración de los Juegos Olímpicos, han salido a la luz varios grandes ejemplos de atletas que no solamente alcanzan grandes logros deportivos, sino que también representan ejemplos de vida y superación.
Ha sido muy sonado el caso de Yusra Mardini, nadadora siria quien hace poco tiempo utilizó junto a su hermana su habilidad para nadar durante más de tres horas empujando una embarcación en la que viajaba un grupo de refugiados queriendo llegar a Grecia.
También llamó mi atención el ejemplo de Alexa Moreno, la ya célebre gimnasta quien fue criticada por algunos por no tener la figura perfecta. Lo que no se menciona tanto es que ella es un gran ejemplo de resiliencia: antes de las pruebas clasificatorias, sufrió una lesión y aun así logró un lugar en las Olimpiadas. Además, tuvo que entrenar durante su recuperación, lo que tuvo como consecuencias que se desgarraran algunos músculos. Para ella, participar en la Justa representaba un sueño, así que hizo todo lo que estuvo en sus manos para alcanzarlo, a pesar de las heridas físicas, la falta de apoyo institucional y el estigma de no tener el cuerpo adecuado.
Éstos son sólo dos ejemplos de mujeres que superaron la adversidad para alcanzar importantes logros. Hay muchos ejemplos de hombres resilientes también. Para mí, el más emblemático es el de Viktor Frankl, quien sobrevivió a varios campos de concentración y más tarde desarrolló el concepto de logoterapia, postulando la importancia de que las personas encuentren el sentido a su vida como motivación principal para superar la adversidad.
La resiliencia es una característica fundamental en el desarrollo integral. Las personas que poseen esta cualidad son capaces de buscar cómo lograr sus objetivos aun cuando sus circunstancias los contradigan. Esto es particularmente relevante en temas de inclusión económica, donde se juntan varios factores aparentemente opuestos y que sin embargo logran contribuir al desarrollo en las comunidades, al mejorar el desempeño de las empresas y a generar beneficios para el medio ambiente.
Los procesos de desarrollo centrados en las personas permiten potenciar la resiliencia: si nos centramos más en las capacidades que en los productos, las personas logran desarrollar habilidades que les permiten salir adelante, aún en medio de infortunios. Especialmente en temas relacionados con la agricultura, poco predecibles y en los que los productores se exponen a situaciones que difícilmente pueden prever. En tales casos, la resiliencia permite a las personas desarrollar de manera creativa alternativas para abordar la situación, para innovar o incluso para reinventarse.
Como hemos visto en colaboraciones anteriores, el desarrollo humano es uno de los pilares del desarrollo integral para promover procesos sostenibles. En el caso de la resiliencia, como otras muchas cualidades positivas presentes en personas que viven en contexto de pobreza y marginación, permite ver a las personas como un agente de cambio activo, una persona capaz de construir el futuro deseado y de generar bienestar para sí, su familia y su comunidad.
Iliana Molina
Iliana Molina es Socióloga por la Sorbona de París y tiene un Máster en Economía Social por la Universidad de Mondragón, en España. Cuenta con más de diez años de experiencia en desarrollo social e inclusión económica en los sectores público, social y académico. Actualmente, colabora con la FAO como Especialista en Comercialización con Pequeños Productores en condiciones de Pobreza.