En el año 2009, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas establece que el 22 de abril sea declarado Día Internacional de la Madre Tierra. En la resolución correspondiente (63/278) se citan una serie de documentos que resumen los esfuerzos hechos en el ámbito multilateral para atender la problemática ambiental, por ejemplo, se alude a la Carta Mundial de la Naturaleza de 1982, a la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, la Agenda XXI y plan de ejecución derivados (1992), a la Declaración de Johannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible y su plan de de aplicación (2002), y al documento final de la Cumbre Mundial 2005, entre otros.
En dicha resolución, la ONU reafirma su preocupación por el deterioro ambiental, particularmente por los impactos negativos que distintas actividades humanas ocasionan a la naturaleza e invita a todas las instancias y actores políticos de dicho organismo a integrar en sus agendas el tema de la promoción de la vida en armonía con la naturaleza y a hacer uso del Día Internacional de la Madre Tierra para promover actividades e intercambiar opiniones y visiones sobre condiciones, experiencias y principios para una vida en armonía con la naturaleza.
Hoy por hoy, las distintas manifestaciones de la problemática ambiental contemporánea vuelven cada vez más necesaria la participación y compromiso del mayor número de actores sociales y políticos posibles. La magnitud de las afectaciones a los equilibrios de la naturaleza que garantizan la vida en el planeta -al menos tal y como la conocemos hasta hoy- es tal que esa añorada armonía “sociedad-naturaleza” parece una quimera, sobre todo cuando la actuación de responsabilidad y compromiso pro-ambiental atañe a países cuyas actividades y procesos de producción y consumo atentan no sólo contra la naturaleza misma, sino también contra la equidad y justicia social.
Contrario a lo esperado y planteado en tantos documentos y foros internacionales, en los últimos años se ha generado más polarización económica a nivel inter e intra-países y por tanto mayor inequidad, pobreza y marginación social.
Sabemos que en la atención de la problemática ambiental se conjugan intereses económicos y políticos, juegos de poder que dificultan la toma de acuerdos y firma de convenios internacionales jurídicamente vinculantes. Por ejemplo, en lo que compete al cambio climático, se esperaría que los países desarrollados fueran consistentes con el objetivo de limitar el incremento de la temperatura y permitir una distribución equitativa del espacio atmosférico toda vez que “concentrando el 25% de la población mundial, son responsables del 72% de las emisiones históricas”, y contrario a lo esperado, refiere Pablo Solón -representante permanente del Estado Plurinacional de Bolivia ante las Naciones Unidas-, “… han gastado en sólo diez años todo el presupuesto de carbono de 40 años que queda…olvidando que en el pasado ya emitieron un exceso de más de 600 Gt de CO2 que constituye una deuda climática de emisiones hacia los países en vías de desarrollo” (3-VIII-2010).
La historia se repite en torno al uso y manejo del recurso del agua, a nivel local, nacional y global. La preocupación por el recurso hídrico se ha hecho presente en distintos foros internacionales que, desde los años setenta, destacan la problemática de escasez y abasto del vital líquido, con sus matices y agravantes por país, región y/o localidad geográfica (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el agua, 1977; Conferencia internacional sobre el agua y el medio ambiente, 1992; Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo, 1992; Conferencia internacional sobre agua y desarrollo sustentable, 1998; II Foro mundial del agua, 2000; Conferencia internacional sobre el agua dulce, 2001; Foro Mundial en Kioto, 2002; IV Foro Mundial del agua en México, 2004; V Foro mundial del agua en Estambul, 2009; principalmente).
En México, tanto la problemática del cambio climático como la del agua son temas recurrentes en las agendas políticas. En el caso del agua, la gestión y planificación de las cuencas hidrológicas es tema prioritario y han empezado a realizarse diagnósticos de la capacidad de carga de los mantos acuíferos y las implicaciones de las políticas implementadas para el manejo, uso y propiedad del suelo y agua, así como de ciertas actividades económicas que, al detonarse, han ignorado los procesos homeostáticos que garantizan la disponibilidad del vital líquido en distintas regiones del país.
En Sonora, estudios realizados para valorar la magnitud del problema y sus implicaciones económicas, al cuestionar la disponibilidad y abasto de agua para consumo humano, sugieren cambios en los patrones de producción agrícola (productos a sembrar, esquemas de riego, reconversión tecnológica), así como en los principales distritos de riego (San Luis Río Colorado, Caborca, Hermosillo, Cajeme, Navojoa y Huatabampo). Las propuestas no sólo refieren cambios en los usos productivos del agua, también entre cuencas hidrológicas y entre entidades político-administrativas, cambios que afectan intereses de grupos económicos.
De nueva cuenta, el abasto y “uso productivo” del agua involucra procesos y actores cuyos posicionamientos éticos, económicos y políticos están encontrados. Muestra de ello es la fuerte polémica que existe en Sonora en torno a la construcción del acueducto El Novillo-Hermosillo¸ obra magna del actual gobierno cuyo fin es trasvasar 75 millones de metros cúbicos de agua anuales desde la Cuenca del Río Yaqui hasta la capital de la entidad y a la cual se han destinado más de tres mil millones de pesos.
Esta complejidad de los problemas ambientales, lleva a reflexionar en torno a esa “…vida en armonía con la naturaleza” que nos recuerda la ONU este 22 de abril, y pensar en quién(es) depende que esto sea posible… ¿del ciudadano común… de los expertos… de las asociaciones civiles… de los productores agrícolas… de los representantes políticos?, ¿es posible establecer diálogos entre actores sociales con intereses tan distintos…?
Urge pues incitar la reflexión y dialogo en torno a este y otros problemas ambientales, sin perder de vista esa manipulación política que de ellos se hace…falta mayor compromiso social a fin de establecer diálogos que, respecto al agua, aborden los planes integrales de manejo de cuenca que permitan avanzar hacia soluciones en el mediano y largo plazo que vayan más allá de tintes partidistas y criterios meramente instrumentales y económicos. Falta que más ciudadanos con conciencia ambiental se integren al diálogo. De seguir igual, a pesar de los recursos dilapidados y contrario a lo que se pregona en tanto foro o evento político-ambiental, seguiremos heredando a las generaciones futuras los problemas ambientales y esa posibilidad de atenderlos en y desde una concepción a favor del equilibrio, respeto y armonía “sociedad- naturaleza”.
Fuente: cronica.com.mx
Por: Beatriz Olivia Camarena Gómez
Publicada: 20 de abril de 2012