Estamos inmersos en un contexto global que se caracteriza por procesos económicos y sociales muy complejos. Los mercados económicos y financieros están muy relacionados, y lo constatamos con las recientes crisis financieras de inicios del siglo XXI con Enron, Parmalat, Arthur Andersen, WorldCom, entre otros.
Después de Enron la reacción fue legislar y se emitió en EU la Ley Sabarnes-Oxley; con esto, se pensó tener todo bajo control. En 2008, la mayor burbuja financiera nos sorprendió con la crisis de las subprime de Wall Street, de Lehman Brothers, etcétera. ¿Qué falló? Debieron legislar más los gobiernos; los modelos económicos y financieros no sirven, o acaso el egoísmo y la ceguera impidieron ver la realidad. El presente artículo tratará de resumir la relevancia de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) para disminuir y/o evitar nuevas crisis económicas, financieras y humanitarias en un futuro, y propiciar un desarrollo sostenido e inclusivo.
En las últimas décadas, la concepción de empresa se ha visto inmersa en un proceso de evolución. La etapa de la empresa narcisista, donde la única responsabilidad de la empresa era generar beneficios a sus dueños y cumplir con los impuestos, ha quedado atrás. De igual manera, la visión estrecha de la empresa «filantrópica» para realidades cambiantes, donde sus contribuciones se canalizaban a causas específicas mediante fundaciones movidas, en la mayoría de los casos, por estímulos fiscales. El rol de la empresa ha sido muy cuestionado; actualmente se habla de la empresa socialmente responsable, pero ¿cuál es el papel del gobierno, de la empresa y del ciudadano en un mundo global, competitivo y voraz?
Primero que nada, hay que aceptar que los gobiernos no son los únicos responsables de la implementación de las políticas sociales y económicas. Actualmente, para enfrentar la crisis se requiere una participación tripartita, es decir, deben de intervenir gobierno, empresas y ciudadanía en busca del bien común. Los mercados financieros distan mucho de la perfección y el libre mercado no puede funcionar sin un vigilante; es necesario que el gobierno, en el contexto macroeconómico, se replanteen la irracionalidad de las finanzas, las especulaciones destructivas y la hipótesis del mercado eficiente y se aboque a sus funciones sustantivas.
Por otro lado, todos sabemos que la empresa privada es un motor esencial de la economía y que la conducta del consumidor en general está cambiando, prefiriendo consumir productos que estén vinculados con la sustentabilidad, por lo que la empresa necesita afianzar la confianza del mercado en el que participa con un comportamiento honesto y transparente. El intercambio comercial y la competitividad requieren niveles de simetría, de exigibilidad, de transparencia y de rendición de cuentas para garantizar la calidad de la gestión estratégica de la empresa, la gobernabilidad y convivencia social.
El concepto de RSE es un concepto en desarrollo, no cristalizado, dinámico, que implica la integración voluntaria de las empresas a los problemas sociales y medioambientales con sus stakeholders para contribuir al logro de una sociedad mejor. La RSE ha avanzado en los últimos años: más de tres mil 300 empresas se han sumado al Pacto Global de la ONU que demanda la aplicación de principios básicos por parte de las empresas en derechos humanos, libertad sindical, erradicación del trabajo infantil, abolición de las discriminaciones, medio ambiente y corrupción.
Responsabilidad implica responder todo el tiempo en el ejercicio de nuestra libertad, es una autoevaluación de la conciencia humana. El verdadero desarrollo está vinculado a las capacidades de las personas. Existen penurias de amplios sectores de la población. Debemos impulsar a las familias y empresas en su desarrollo económico. Hay que visualizar los recursos como un medio para alcanzar su fin y trascender este concepto a las futuras generaciones. A más RSE, más competitividad, lealtad de los consumidores, posibilidad de atraer los más capaces a la empresa, productividad laboral y confianza en los mercados.
En conclusión, urge un cambio de paradigma. Necesitamos educar en RSE para fortalecer prácticas de gobierno corporativo que impliquen un juego limpio y que respondan a los desafíos sociales y humanos de cada región. Con la RSE todos ganamos, implica el respeto a los derechos humanos, el compromiso con la sustentabilidad y el fomento del capital social. En la actualidad, existen iniciativas de RSE en América Latina. Hay que pasar de la retórica a la acción.
Fuente: El Financiero, Opinión, p. 26.
Por: María Teresa Esteinou Madrid.
Publicada: 15 de agosto de 2011.