En pocos años, la práctica de la RSE ha pasado a ocupar un lugar preeminente tanto en los despachos de algunas empresas como en el interés mediático. En medio de la vorágine de cambios en todas las esferas que rodean el mundo de las organizaciones este enfoque de gestión ha ido adquiriendo presencia, surgiendo del compromiso de ciertas empresas que han comprendido el gran potencial que puede aportar.
Este nuevo sentido de la responsabilidad que las empresas adquieren voluntariamente ante la sociedad se está desarrollando fruto de la conciencia creciente de la comunidad, la evidencia de la insostenibilidad de ciertos modelos productivos, la fuerza de los clientes, la presión de organizaciones sociales y agencias públicas… Pero sería limitado analizarlo sólo en términos de presión o de ética. Hay algo más.
En la nueva economía, las empresas tienen la necesidad de gestionar sus activos intangibles, sus valores corporativos, la reputación de su marca, el talento de sus trabajadores, toda la dimensión material que fundamenta cada vez más los procesos de creación de valor. Hoy crear confianza entre las partes ha pasado a ser un requerimiento, hasta el punto de que ciertos condicionantes éticos se van integrando en la cadena de abastecimiento, como años atrás sucedió con la calidad.
En cuanto a las organizaciones sin ánimo de lucro, percibimos el riesgo de encontrarse atrapadas entre la observación de lo que hacen las empresas y el deseo de verse directamente favorecidas.
Sin embargo, su exigencia ética hacia los demás sectores podría girarse en su contra si no muestra en este preciso instante una observancia rigurosa e incluso diríamos que avanzada de estas prácticas.
La transparencia y responsabilidad son cualidades a suponer en un sector que se mueve desde la no lucratividad y con una orientación, en general, al bien común.
Sería sorprendente que algunas empresas marcharan un paso adelante y dispusieran de mayor valoración de sus equipos, una organización horizontal, mayor calidad de todo el proceso, normas éticas, etc., mientras que en el sector social (y en el público) aún encontráramos abundancia de organizaciones verticales, descapitalizadas intelectualmente, con unos procesos de poco valor añadido y un nulo trabajo en torno a los compromisos éticos corporativos.
Las ONL deben asumir también ciertos compromisos, orientados a garantizar el impacto y la sostenibilidad de su misión, su gestión con coherencia, su proyección con ejemplaridad. La RS se debe reflexionar, gestionar y comunicar.
Bajo este prisma es fundamental concebir que la RS no se conforma sólo un paradigma de las empresas sino de todas las organizaciones. Por eso, junto a la RSE (de la Empresa) podemos hablar de la RSO (de las Organizaciones) e incluso de la RSA (de las Administraciones), cada una con su especificidad. Y entendida como un desarrollo ad hoc para el propio sector.
Josep Maria Canyelles
Experto en Responsabilidad Social de las Empresas y Organizaciones. Promotor del think tank Responsabilitat Global. Promotor de collaboratio, iniciativa para los Territorios Socialmente Responsables. Coordinador de la Comisión de RS de la Asoc. Catalana de Contabilidad y Dirección. Asesor técnico de la Cámara de Comercio de Barcelona en materia de RSE. Colaborador de la Asoc. para las Naciones Unidas en materia de RS. Asesor de gobiernos en RS. Ha realizado una comparecencia parlamentaria en la Subcomisión de RSC del Congreso de los Diputados en calidad de experto. Colaborador docente de diferentes universidades y programas formativos de alta dirección.
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