Después de 25 años de estudiar la pobreza económica y proponer formas de luchar contra ella, me percaté que el ideal de la superación universal de la pobreza económica reduciría mucho el sufrimiento humano pero no necesariamente significaría logros que nos enorgullecieran como miembros de la especie.
Desde entonces he buscado ampliar la mirada para darle más sentido al para qué de la superación de la pobreza económica, proponiendo una política que, yendo más allá, busque generar verdaderas oportunidades de florecimiento humano (riqueza humana).
Esta perspectiva concibe el despliegue de las potencialidades humanas como el valor supremo y no lo confunde con la abundancia material (riqueza económica). Erich Fromm contrastó con gran profundidad el ser y el tener: «La Gran Promesa del progreso ilimitado del dominio de la naturaleza, de la abundancia material, de la mayor felicidad y de la libertad irrestricta ha sostenido las esperanzas desde el comienzo de la era industrial … La edad industrial ha fracasado en cumplir su Gran Promesa, y cada vez más personas son conscientes que: 1) La satisfacción irrestricta de todos los deseos no conduce al bienestar (well-being) ni es el camino a la felicidad. 2)
El sueño de ser maestros independientes de nuestras vidas terminó cuando nos percatamos que todos hemos sido ruedas dentadas de la maquinaria burocrática».
Para Fromm, el fracaso inevitable de la Gran Promesa subyacía en las dos premisas psicológicas del sistema industrial: 1) que el propósito de la vida es el placer máximo (hedonismo radical), y 2) que el egoísmo y la codicia que el sistema necesita generar para funcionar, llevan a la armonía y a la paz. Hasta el Siglo XVII, señala, la conducta económica seguía sujeta a los valores de la ética humanista.
Pero en el Siglo XVIII un cambio radical escindió la conducta económica de la ética y los valores humanos. Se concibió la economía como un sistema que funcionaba por sí mismo, con sus propias leyes, y que ya no estaba determinado por lo que es bueno para el ser humano, sino por lo que es bueno para el crecimiento del sistema. Que, a contrapelo de los valores dominantes en nuestra sociedad, en la cual quien nada tiene, nada es, un tema central de los sistemas de los Grandes Maestros del Vivir fue la alternativa entre tener y ser. Fromm distingue entre el tener orientado al ser (necesidad real y existencial humana), donde soy lo que estoy siendo, o lo que hago, y el tener orientado al poseer (necesidad patológica), donde soy lo que tengo. Si bien el ser humano no puede existir sin tener, aclara, puede existir muy bien con un tener puramente funcional.
Tampoco para Marx el ser humano rico es el que tiene mucho, sino el que necesita mucho y ha desarrollado ampliamente sus capacidades, por lo cual la riqueza humana consiste en la amplitud y profundidad de las necesidades y capacidades humanas. Haciendo explícito el extremo opuesto, le llamo pobreza humana al escaso desarrollo de necesidades y capacidades humanas. Al introducir también la distinción entre riqueza/pobreza económica funcional y riqueza/pobreza posesiva (basándome en el tener funcional de Fromm) se aprecian mejor las interacciones entre las dimensiones humana y económica de la riqueza/pobreza.La pobreza económica funcional, particularmente cuando se sufre desde la infancia, hace casi inevitable (salvo en personas excepcionales) la pobreza humana.
Ello es así porque las carencias materiales dominan al ser humano que queda atrapado en lo que Maslow llamó necesidades deficitarias y le impiden desarrollar las necesidades de crecimiento (autorrealización), es decir, en la pobreza humana.
La superación de la pobreza funcional abre la puerta a la posibilidad de la riqueza humana (autorrealización), pero no la garantiza. Los aumentos de ingresos y activos más allá de la riqueza funcional generan muy poco bien-estar auténtico adicional; en la mayor parte de los casos se traducen en consumismo estéril o destructivo (riqueza posesiva). Para que la riqueza haga posible el acceso a la riqueza humana es necesario que las actividades de autorrealización, que requieren dedicación de tiempo, se vuelvan centrales para el sujeto.
La contradicción entre el tiempo obligado para satisfacer las necesidades materiales y el tiempo discrecional que requieren las actividades que hacen posible la autorrealización, explican que en el capitalismo sólo puedan alcanzar la riqueza humana los afortunados para quienes ambas actividades coinciden y los rentistas ricos que no tienen que trabajar.
Fuente: BOLTVINIK, Julio. Riqueza. Del tener muho al ser mucho .Forbes. Año 2, n° 23, noviembre-diciembre 2014, p. 220.