Donald Trump dice que México y China se han llevado millones de puestos de trabajo en Estados Unidos.
Pero tal vez debería responsabilizar a los robots.
Cuando el candidato republicano a la presidencia dice que «ya no fabricamos nada aquí», ignora el hecho de que Estados Unidos tiene una pujante producción industrial. El problema es que las fábricas ya no necesitan emplear tanta gente como antes porque buena parte del trabajo está automatizado.
Estados Unidos ha visto desaparecer más de 7 millones de empleos desde 1979, en que la producción industrial empleó más gente que nunca. La producción industrial, sin contar las materias primas y otros costos, no obstante, se más que duplicó desde entonces y llegó a 1.91 billones de dólares el año pasado, según el Departamento de Comercio, que usa el dólar del 2009 para ajustar las cifras a la inflación.
Eso es apenas por debajo del récord fijado en el 2007, poco antes de la feroz recesión que comenzó al año siguiente. Y hace que la producción industrial de Estados Unidos sea la segunda del mundo, detrás solo de la de China.
Es cierto que, como dicen Trump y otros, el comercio le ha costado algunos puestos de trabajo industrial al país, sobre todo desde que China se unió a la Organización Mundial del Comercio en el 2001 y logró un mayor acceso al mercado estadounidense. Y las industrias que pagan mucho por la mano de obra, como la textil y la fabricación de muebles, emplean menos gente y su producción bajó por la competencia extranjera, que paga salarios inferiores.
Pero las estadísticas indican que el principal factor en la desaparición de empleos fue la automatización, no el comercio exterior. Un estudio del Center for Business and Economic Research de la Ball State University concluyó el año pasado que el comercio fue el responsable de la pérdida de menos del 13% de los empleos en fábricas de Estados Unidos.
La gran mayoría de las plazas desaparecidas, casi el 88%, fueron víctimas de la automatización y de otros factores que hicieron que ya no se necesite tanta gente.
«Producimos más con menos gente», explicó Howard Shatz, economista del grupo de estudios Rand Corp.
General Motors, por ejemplo, emplea casi una tercera parte de los 600,000 obreros que tenía en los años 70. Y produce más autos y camiones que nunca.
Lo mismo sucede con la industria metalúrgica. Desde 1997, desaparecieron unas 265,000 plazas de trabajo en Estados Unidos, un 42% de los empleos en ese ramo, pero la producción subió un 38 por ciento.
Allan Collard-Wexler, de la Duke University, y Jan De Loecker, de la Princeton University, dicen que las nuevas tecnologías han hecho desaparecer numerosos empleos en la industria siderúrgica, que emplea plantas pequeñas capaces de producir acero a partir de hierro puro.
Y la revolución de los robots está apenas empezando.
El Boston Consulting Group pronostica que la inversión en los robots industriales subirá un 10% anual en las 25 naciones que más exportan de aquí al 2025.
La conveniencia de la automatización no admite discusión. Cuando se reemplaza o actualiza un producto, se puede reprogramar un robot mucho más rápido de lo que se entrena a una persona.
Y los costos de la automatización están bajando: La compra y operación de un soldador automático costaba un promedio de 182,000 dólares en el 2005, 133,000 en el 2014 y se calcula que costará unos 103,000 dólares en el 2025, de acuerdo con Boston Consulting. Los robots reducirán los costos laborales en un 22% en Estados Unidos, un 25% en Japón y un 33% en Corea del Sur, según la firma.
La planta metalúrgica Kennametal de Pittsburgh piensa invertir entre 200 y 300 millones de dólares para modernizar sus operaciones y deshacerse de entre 1,000 y 12,000 empleados. «La idea es automatizarse y eliminar plazas en forma natural, sin reemplazar a quienes se van», dijo el director general Ronald De Feo.
La automatización puede tener un efecto positivo para los trabajadores de Estados Unidos. El uso de robots, combinado con el aumento de los costos laborales en China y otras naciones en desarrollo, reduce los incentivos para que las empresas se vayan en busca de bajos costos en el exterior.
El terremoto seguido de un tsunami en Japón en el 2001 y la quiebra de la empresa de cargas sudcoreana Hanjin Shipping, que dejó varados muchos barcos, por otro lado, sacaron a la luz los riesgos que representa la dependencia de cargamentos que vienen de sitios lejanos.
«Si se interrumpe la cadena de abastecimiento y tus materias primas vienen de afuera, todo se paraliza», expresó Thomas Caudle, presidente de la empresa textil de North Carolina Unifi.
Por eso muchas empresas están volviendo a Estados Unidos, aprovechando los ahorros derivados de la automatización, una energía barata y la proximidad a los clientes.
«Ya no hace falta poner todos los huevos en la canasta asiática», dijo Caudle.
Un estudio de la consultora Deloitte indica que los ejecutivos de todo el mundo pronostican que Estados Unidos rebasará a China como el país más competitivo del mundo en el sector industrial hacia el 2020. (La competitividad se mide tomando en cuenta factores como los costos, la productividad y la protección de la propiedad intelectual).
La Reshoring Initiative, grupo sin fines de lucro que promueve la vuelta de los empleos a Estados Unidos, dice que el país perdía un promedio de 220,000 plazas de trabajo al año hace una década y que ahora la cantidad de puestos que se van al exterior es compensada por los que vuelven o son creados por la inversión extranjera.
Harold Sirkin, socio de Boston Consulting, afirma que la búsqueda de mano de obra barata en el exterior llegó a su fin.
«Dicen que (otros países) se quedan con nuestros puestos de trabajo, pero no, no lo hacen», asegura.
Fuente: El Economista
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