Gracias a la amable invitación de la Fundación Carolina y de la Fundación Euroamérica he podido participar en la III Conferencia España-Iberoamérica de Responsabilidad Social de las Empresas, que ha tenido lugar en Ciudad de Mexico.
Los paneles, por lo general, han sido de un altísimo nivel, y estoy convencido de que la conferencia ha dejado un excelente sabor de boca en todos los asistentes.
El objetivo de la misma era debatir los impactos que la crisis está teniendo sobre las prácticas responsables, las medidas que se pueden poner en práctica para paliar los efectos negativos de la crisis y plantear estrategias para usar las prácticas responsables como una de las herramientas para combatir los efectos de la crisis y contribuir a la recuperación.
Esto supuesto, se dedicó un tiempo específico para el análisis de las políticas públicas que se requerirían y sobre el papel de los medios de comunicación.
Mientras los debates se iban produciendo, le daba vueltas a algo que hace tiempo que me ronda por la cabeza. No se trata de seguir perdiendo el tiempo con el estéril debate de el nombre de la cosa (que siempre me ha interesado muy poco) sino de dar carta de naturaleza a un planteamiento que cada vez me parece más necesario: la necesidad de construir… la RSC!
Quienes me conocen o han leído alguno de mis papeles probablemente se sorprenderán, porque quizás recordarán que desde la noche de los tiempos del tema que nos ocupa siempre he defendido a capa y espada la denominación RSE (de empresa) frente a la RSC (de corporativa).
Con mi recuperación de la RSC no pretendo retractarme, sino plantear una nueva cuestión: es necesario que todos aprendamos a enfocar cada vez más los problemas en clave de RSC… de Responsabilidad Social Compartida. No se trata en absoluto de una nueva controversia semántica, sino de comprender mejor algo que es eminentemente práctico.
La responsabilidad social compartida, pues, no sustituye a la RSE, sino que la sitúa en un marco más amplio, y que puede contribuir a contextualizarla mejor y a dotarla de mayor sentido. Exploremos algunos de sus posibles rasgos.
En primer lugar, una cuestión de perspectiva: lo que debe preocuparnos en el fondo es la construcción de una sociedad responsable, de una sociedad en la que personas, organizaciones e instituciones vayan interiorizando cada vez más una cultura de la responsabilidad. Si U. Beck ha podido caracterizar a nuestra sociedad como la sociedad del riesgo es, entre otras razones, porque la irresponsabilidad ya no es únicamente una cuestión de moral individual, sino que se convierte en una amenaza para la viabilidad de la sociedad y para la convivencia.
La cultura de la responsabilidad es un bien público, y la sociedad responsable es una necesidad de supervivencia. Consiguientemente, la RSE no es un objetivo o un planteamiento que se sostiene sobre sí mismo, sino la contribución del mundo empresarial a la construcción de la sociedad responsable.
Si esto es así, el debate sobre la responsabilidad social ya no puede reducirse a un debate sobre qué hacen las empresas, y su objeto ya no pueden ser sólo las empresas. El debate sobre la responsabilidad social es un debate sobre los retos que tienen planteados nuestras sociedades complejas: el foco debe estar en los retos, no en los actores.
Se trata, pues, de construir una agenda de la responsabilidad, y a partir de ella debatir sobre la contribución de todos los actores, cada uno desde su especificidad y en función de su razón de ser.
Las responsabilidades existen en plural, y todos los actores pueden analizar, valorar y debatir cómo todos los actores (y no sólo las empresas) asumen y ejercen sus responsabilidades en relación con la agenda de la responsabilidad.
Consiguientemente, los criterios básicos de la gestión responsable deben aplicárselos todos los actores a sí mismos, y no sólo exigirlos a los demás. Es más, esto podria ser un test de credibilidad para los que se involucran en diálogos multistakeholder o proclaman su necesidad: ¿hasta qué punto resulta creíble por su propia práctica quien habla, por ejemplo, de transparencia, buen gobierno, rendición de cuentas, equidad y justicia en la gestión de personas o ISR? Responsabilidad social en las empresas… y en las ONG, los sindicatos, los partidos, las administraciones públicas, los medios de comunicación, las universidades, las escuelas de negocios, etc.
Entre otras razones porque que creo que en los últimos años hemos hablado mucho de stakeholders, pero hemos hablado mal. Siempre que se habla de stakeholders se suele hacer desde un implícito no declarado: son los stakeholders… de la empresa.
Pero debemos empezar a considerar que en la sociedad red, en la que la clave son las interdependencias, todos los actores son stakeholders de todos y, por tanto, todos pueden –y deben- tener algo que decir sobre todos, y en igualdad de condiciones. Debemos acabar con una visión del análisis stakeholder unidireccional (o, a lo sumo, bidireccional), para incorporar también una perspectiva mucho más flexible, adaptada a las cuestiones que se debaten y más adecuada a las relaciones de interdependencia.
Finalmente, si el foco son los retos y/o los problemas y no los actores hemos de asumir y aceptar que el diálogo entre stakeholders (y no digamos ya los diálogos multistakeholder) son necesariamente asimétricos. No todos los stakeholders son igualmente importantes y relevantes para cada uno de los retos y/o problemas.
La importancia y el papel que le corresponde a cada stakeholder se la da cada reto y/o problema, y lo que está en juego en ellos (de ahí la palabra stakeholder, por cierto); y la contribución que dicho actor puede llevar a cabo y se espera de él. Y no las ganas de ser considerado stakeholder, de ser relevante o de influir.
RSC, pues. Responsabilidad Social Compartida. Una visión de la responsabilidad que pone el foco en los retos y en la contribución esperada y exigible a cada actor, y no en los actores como si fueran relevantes a priori, por si mismos, en abstracto y fuera de contexto.
Por eso la responsabilidad social compartida requiere nuevos liderazgos, modelos de gestión más relacionales por parte de todas las organizaciones y marcos institucionales que la hagan posible. Sobre todo marcos institucionales. La RSE es posible como una iniciativa individual de una empresa.
La RSC no. La responsabilidad social compartida requiere el compromiso de generar marcos institucionales… y que alguien tenga la voluntad de asumir este compromiso.
Porque la responsabilidad social compartida (RSC) como fundamento de una sociedad responsable es un bien público a construir y a preservar.
Visite la fuente en el blog de Josep M. Lozano
Josep M. Lozano
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales e investigador senior en RSE en el Instituto de Innovación Social de ESADE (URL). Sus áreas de interés son: la RSE y la ética empresarial; valores y liderazgos en las organizaciones; y espiritualidad, calidad humana y gestión. Ha publicado sus investigaciones académicas en diversos journals. Su último libro es La empresa ciudadana como empresa responsable y sostenible (Trotta) Otros de sus libros son: Ética y empresa (Trotta); Los gobiernos y la responsabilidad social de la empresa (Granica); Tras la RSE. La responsabilidad social de la empresa en España vista por sus actores (Granica) y Persona, empresa y sociedad (Infonomía).
Ha ganado diversos premios por sus publicaciones. Fue reconocido como Highly commended runner-up en el Faculty Pionner Award concedido por la European Academy of Business in Society i el Aspen Institute. Ha sido miembro de la Comissió per al debat sobre els valors de la Generalitat; del Foro de Expertos en RSE del MTAS; del Consejo Asesor de la Conferencia Interamericana sobre RSE del BID; y de la Taskforce for the Principles for Responsible Business Education del UN Global Compact. En su página web (www.josepmlozano.cat) mantiene activo un blog que lleva por título Persona, Empresa y Sociedad