En los actuales modelos económicos, vastos y globalizados, la Responsabilidad Social está convirtiéndose en el caballo ganador de aquellas compañías que deciden apostar por la excelencia empresarial.
Tradicionalmente, la viabilidad de los proyectos empresariales ha sido juzgada según las cifras ofrecidas por los ROI (return on investment) obtenidos tras el cuadre de las cuentas de resultados, supeditando las decisiones estratégicas a la simplicidad de una fórmula puramente matemática.
Se trataba- y todavía se trata, puesto que sigue vigente en muchas compañías- de un procedimiento plano, monocorde, esquivo a las sutilezas que por definición van intrínsecas a cualquier proceso de decisión estratégica. Así, en los últimos tiempos, el “return on investment” ha comenzado a desligarse de las cifras para adentrarse en los sutiles territorios de la Responsabilidad Social como herramienta de gestión.
Surge así una visión mucho más pragmática de la RSC; hermanada con la “realidad financiera ética” que tanto y tan esforzado camino ha tenido que recorrer desde sus inicios a través de entidades como la ASN Bank Holandesa, el banco GLS Gemeinschaftsbank o la italiana Banca Popolare.
El valor de la RSC
Con el fin de ahondar en la idea de una Responsabilidad Social más cuantificable, la Comisión Europea ha presentado junto con la Universidad de Viena una nueva investigación, “Does Corporate Responsibility Pay Off?”, cuyo objetivo es explorar las alianzas entre Responsabilidad Social y competitividad empresarial basándose en sectores productivos tales como la construcción, químico o textil. La investigación identifica claras oportunidades en el ámbito de la transparencia empresarial, la gestión ambiental y la licencia social, aunque detecta que la relación entre competitividad empresarial y Responsabilidad Social no es todavía todo lo robusta que debiera. Así, los autores recomiendan dejar de hablar de competitividad para centrarse en el concepto de “excelencia empresarial”. Entre las conclusiones del documento destaca el gran potencial que los expertos han encontrado al analizar el sector químico a la hora de vincular la RSC con la competitividad. Por su parte, en el sector de la construcción los tres ejes de vinculación entre competitividad y RSE son Salud y Seguridad ocupacional, Anticorrupción y Construcción Sostenible.
De las premisas establecidas por el documento podemos deducir que la vinculación entre Responsabilidad Social y competitividad puede tal vez funcionar a nivel individual, en el seno de las compañías como entes aislados aumentando por ejemplo su reputación o eficiencia por diferenciación en el mercado. Sin embargo, a nivel sectorial, esta alianza es mucho más compleja y difícil de abordar, en tanto entran en consideración factores tales como el tamaño de la compañía- pymes frente a multinacionales-, el país-cultura, marco institucional o legal- o las características propias de los sectores.
Así pues, es la motivación hacia un nivel mayor de excelencia empresarial lo que debe funcionar como impulso para las compañías; esto es, una visión global e integral de la empresa y de sus aspectos económicos, sociales, ambientales y de buen gobierno.
El precio de la RSC
Ante estudios como el presente, que ponen en la palestra el valor de la RSC como herramienta de gestión y su potencial a la hora de generar beneficios cuantificables, surge también otra cuestión: el precio de la RSC; una de las primeras cuestiones que las compañías se plantean a la hora de institucionalizar el nuevo concepto. En este sentido, los costes asociados a la responsabilidad social “pesan” más en aquellas compañías que asocian al concepto con la filantropía, con campañas aisladas que poco o nada tienen que ver con el devenir habitual del “core business”. Por el contrario, aquellas empresas que integran fuertemente la RSC en el ADN corporativo ven como los costes asociados a la herramienta acaban diluyéndose en los múltiples beneficios derivados de su aplicación. Para Adrian Zicari, autor del libro “Responsabilidad Social: un enfoque financiero”, a la hora de plantearse la pregunta “¿cuánto gano con la RSC?” se obtendrían diversas respuestas; siendo algunos de sus beneficios la mejora de las ventas, la mejora de los precios y la minoración de los gastos.
En conclusión puede afirmarse que el tan anhelado vínculo entre sostenibilidad y beneficio económico protagoniza buena parte de los debates actuales sobre la materia. Se trata de una simbiosis complicada, rodeada de reticencias y temores por parte de las cúpulas empresariales, pero que de conseguir aplicarse de un modo coherente podría dar solución al problema de la falta de sostenibilidad a largo plazo que ha venido rodeando a muchas corporaciones, poniéndose de manifiesto con dramáticas consecuencias durante la crisis económica. De entre todas las clasificaciones vigentes de los beneficios que puede aportar la RSC, destaca la que distingue entre beneficios monetarios y no monetarios. Los primeros incluyen efectos financieros directos y beneficios que influyan de algún modo e los flujos de caja, como un aumento en el valor de la marca debido a la RSC. A su vez los beneficios no monetarios aluden a aquellos que no son cuantificables en términos monetarios pero sí influyen den la competitividad de la empresa y en su éxito financiero.
Fuente: Icnr.es
Publicada: 25 de Enero 2011
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