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Responsabilidad Social de las Organizaciones (RSO) hacia la familia

Las organizaciones no lucrativas tienen que asumir unas responsabilidades sociales, entre las cuales en relación con la familia. En este artículo se propone una buena práctica para cada una de las tres relaciones con las entidades: socio, voluntario y trabajador.

El artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado». Por otra parte, hay que constatar que la promoción de la familia hoy ya goza de pleno consenso social en la medida que el concepto de familia se ha ampliado para contemplar todas sus variantes que la sociedad moderna reconoce, al tiempo que han superado ciertos clichés que dificultaban que la familia fuera objeto de fomento activo por parte de todos los sectores sociales e ideológicos.

Queremos proponer tres buenas prácticas de Responsabilidad Social de las Organizaciones No Lucrativas en referencia a una materia social: la familia. Hemos propuesto tres prácticas con la intención de focalizar una de las maneras de hacer más interesantes respecto a las tres formas principales de relacionarse con una ONL: como trabajador, como voluntario y como socio.

Las tres prácticas están identificadas en nuestro modelo de gestión de la RSO (Responsabilidad Social de las Organizaciones no lucrativas). Lo que aquí reproducimos son

Buena Práctica 1. Conciliación de la vida laboral y familiar.

No es necesario ninguna descripción ni defensa de la conciliación como buena práctica de RSE. No sólo es conocida sino que forma parte integral del nuevo modelo de empresa moderna que quiere pasar de la cultura de la presencialidad a la cultura del rendimiento. Es por ello que tanto en contextos de los países más desarrollados como de los sectores empresariales más avanzados en gestión del conocimiento, ésta es una práctica de bandera.

¿Pero qué sucede en las organizaciones no lucrativas? Pese a ser organizaciones orientadas a valores, basadas en la gestión de los activos intangibles, y donde las personas son el recurso más importante, es bastante frecuente que vivan la contradicción de gestionar la organización siguiendo métodos más propios de una organización industrial que de una del conocimiento.

En el límite de lo que ya sería una mala práctica, incluso encontramos casos en que la organización requiere que los propios trabajadores inviertan más horas de las laborales por medio de una implicación de voluntariado que no genera sino equívocos y relaciones anómalas.

Las dificultades para conciliar la vida laboral y familiar en estas situaciones provoca una pérdida de calidad laboral que puede acabar perjudicando a todas las partes. En cualquier caso, la causa de esta disfunción casi nunca es imputable a una mala dirección sino que es consecuencia de las dificultades de financiación, la mala retribución por la prestación de servicios públicos, o la precarización del sector provocada por la entrada masiva de empresas lucrativas en sectores tradicionalmente propios de las nonprofit.

Sea como fuere, la conciliación es una práctica necesaria si no se quiere perder atractivo como empresa responsable, captación del mejor talento, salud laboral, higiene mental, y colaborar a estar rodeados de unas familias mejor trabadas y creadoras de valores armónicos para la comunidad.

Buena Práctica 2: Voluntariado familiar

El voluntariado, como expresión de un compromiso con la sociedad, la cultura, la naturaleza, el barrio, el país y su gente, en definitiva, constituye una vivencia de unos valores a partir de la canalización de las inquietudes de las personas. Cuando los adultos han hecho una apuesta por el compromiso social, los jóvenes y los niños perciben este sentido de gratuidad, de firmeza en unos principios y de opción por la participación comunitaria. Si, además, en el marco familiar se habla de esta acción y se la valora, es evidente que conlleva unos referentes que son educativos y que marcan una opción importante de cara al crecimiento personal de aquellos jóvenes.

El voluntariado, como expresión de un compromiso con la sociedad, la cultura, la naturaleza, el barrio, el país y su gente, en definitiva, constituye una vivencia de unos valores a partir de la canalización de las inquietudes de las personas. Cuando los adultos han hecho una apuesta por el compromiso social, los jóvenes y los niños perciben este sentido de gratuidad, de firmeza en unos principios y de opción por la participación comunitaria. Si, además, en el marco familiar se habla de esta acción y se la valora, es evidente que conlleva unos referentes que son educativos y que marcan una opción importante de cara al crecimiento personal de aquellos jóvenes.

En el marco del 2º Congreso Catalán del Asociacionismo y el Voluntariado, organizado por el INCAVOL, se planteó la importancia de descubrir vías de implicación de la familia en el voluntariado y el mundo asociativo, precisamente en virtud de los valores educativos que abría. Para dar cumplimiento a esta demanda, tuvimos la oportunidad de promover un estudio sobre el Voluntariado en Familia, dado que este es un modelo muy extendido en países como Estados Unidos y prácticamente ausente en Cataluña. Hay alguna experiencia, pero no se corresponde a una realidad extendida ni muy reflexionada. ¿Sería posible que las entidades plantearan fórmulas de colaboración desde la aportación familiar? Es una pregunta que aún no tiene respuestas y que, en todo caso, variará mucho según el tipo de entidad. Pero lo cierto es que puede haber una demanda aún no expresada de familias que podrían «construir-se» mejor destinando un tiempo al compromiso voluntario.

Hace unos meses nos sorprendió una iniciativa que divulgamos sobre un proyecto de «Voluntariado en familia» del Col·legi Pare Manyanet de Barcelona.

Un modelo como el ateneístico, muy potente en Cataluña durante todo el siglo XX, fomentaba la implicación comunitaria de todos los miembros de la familia, aunque no necesariamente en actividades conjuntas. En EEUU, el voluntariado dispone de modalidades muy diversas y algunas hacen posible que los padres puedan desarrollar la acción voluntaria junto con los hijos, que tiene unas virtudes muy interesantes.

La más relevante sería la transmisión de valores dentro del núcleo familiar. Poder trabajar la educación a partir del compromiso voluntario supone hablar desde la ejemplaridad. Pero también hay otra virtud a destacar: la conciliación. A menudo hablamos de la conciliación de la vida laboral y familiar. Pero no tenemos en cuenta la conciliación de la vida familiar con la vida social (o asociativa). Es por ello que una buena práctica por parte de las ONL es promover modelos donde las familias puedan colaborar en ella juntos.

Buena Práctica 3: Familia socia

Muchos años atrás, había entidades de las que se podía ser socio familiar. Esta es hoy una práctica casi en desuso, con muy pocas excepciones (algún ateneo, etc.).

Si bien la condición de socio debe ser para muchas entidades de carácter personal, como sería el caso de una asociación de profesionales o de un partido político, hay casos en que la adscripción tiene un carácter más comunitario, de apoyo, o de voluntariado, en que la condición de socio familiar sería un beneficio social significativo.

Si mi unidad familiar se quiere hacer socia de una entidad ecologista, seguramente no vamos a pagar una cuota por cada miembro, sino que se hará socia una sola persona. Pero a pesar de que se lo haga mi compañera, yo sentiré y verbalizaré que soy socio aunque formalmente no sea exactamente así.

Aceptar la unidad familiar como socia implica para la entidad ampliar su base social con más personas, no implica dejar de tener más cuotas ya que éstas no se producirían, e implica permitir que se pueda ser efectivamente socio de manera plena.
En entidades ambientalistas, culturales, vecinales… la condición de socio familiar debería ser considerada una buena práctica de responsabilidad social.

No niego que esto obliga a la organización a pensar un poco: cómo gestionar las bases de datos, cómo hacer que el voto a la asamblea sea uno solo, etc. En una entidad de la que soy socio y en la que tienen en cuenta esta realidad, envían las cartas postales contemplando que la unidad familiar tiene una sola dirección pero poniendo los dos nombres… Siempre se pueden encontrar las maneras. Y es que toda la responsabilidad social obliga a pensar un poco, pero tiene un retorno en la mejora de la capacidad de crear valor para todas las partes.



Josep Maria Canyelles

Experto en Responsabilidad Social de las Empresas y Organizaciones. Promotor del think tank Responsabilitat Global. Promotor de collaboratio, iniciativa para los Territorios Socialmente Responsables. Coordinador de la Comisión de RS de la Asoc. Catalana de Contabilidad y Dirección. Asesor técnico de la Cámara de Comercio de Barcelona en materia de RSE. Colaborador de la Asoc. para las Naciones Unidas en materia de RS. Asesor de gobiernos en RS. Ha realizado una comparecencia parlamentaria en la Subcomisión de RSC del Congreso de los Diputados en calidad de experto. Colaborador docente de diferentes universidades y programas formativos de alta dirección.

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