A lo largo de nuestra vida nos encontramos con diversos espacios que albergan momentos y experiencias únicas, algunos de ellos incluso forman parte de la cotidianidad y se convierten en testigos de nuestro desarrollo familiar, académico o profesional, por lo que reflejan gran parte de nuestra personalidad e incluso adquieren la capacidad de influir en nuestras emociones.
Los edificios felices, son espacios diseñados para generar un impacto emocional positivo y casi imperceptible en las personas que se desenvuelven en ellos ocupándolos como habitaciones, oficinas o estudios.
Estos espacios buscan incentivar sensaciones de bienestar y tranquilidad entre sus ocupantes, por lo que la limpieza ambiental y visual forma parte fundamental en el cumplimiento de su misión. El desorden y exceso de decoración son dos elementos que se evitan al máximo, ya que son generadores de estrés.
Por supuesto, la comodidad es algo que no puede faltar en un espacio feliz, por lo que estas construcciones cuentan con todos los servicios necesarios para el cumplimiento de sus funciones, como agua y electricidad; aunque el aprovechamiento adecuado de estos recursos es considerado obligatorio a fin de contribuir a la conservación de los mismos y mantener así los beneficios que ofrecen.
Los edificios felices deben ademas impulsar la interacción humana y promover la convivencia social a través de espacios libres de obstáculos de comunicación. Al interior de una casa, por ejemplo, las habitaciones amplias con puntos de encuentro ayudarán a mantener la privacidad sin sacrificar interacción, mientras que en una oficina, la orientación de los asientos o escritorios hacia un mismo lugar puede incentivar la colaboración y contribuir a la integración de los equipos de trabajo.
Las ventanas grandes generan una sensación de amplitud y libertad, mientras que los obstáculos visuales como separaciones altas entre cubículos o altas pilas de material sobre un escritorio provocan sentimientos de encierro, frustración y enojo que pueden desencadenar un ambiente hostil y afectar la productividad.
A diferencia de las llamadas oficinas flexibles, las que se instalan en un edificio feliz no necesariamente ofrecen a los colaboradores la posibilidad de elegir su espacio de trabajo y horarios; y aunque imitar el calor de hogar puede ser un gran estímulo para la felicidad, las oficinas felices son una excelente opción para las empresas que buscan impulsar la integración entre sus equipos y generar bienestar entre los trabajadores sin sacrificar la formalidad de que mantengan un mismo espacio laboral y un horario fijo.