En circunstancias más o menos normales, el hecho de que una persona recobre la salud gracias a un trasplante tiende a ser considerado como una buena noticia.
Pero en el rutilante universo electrónico de la compañía Apple, con miles de millones de dólares en juego, la misma historia puede provocar una llamativa polémica sobre cuestiones de buen gobierno empresarial, privacidad y el derecho de los inversores a saber exactamente qué pasa dentro de las empresas que cotizan en Wall Street.
Tras su confirmación a toro pasado, el trasplante de hígado recibido por Steve Jobs ha generado un intenso furor en Estados Unidos, a pesar de su pronóstico favorable y la perspectiva de volver en los próximos días a ocuparse de su trabajo al frente de la cresta de la ola digital.
Con reproches de interesado secretismo a la vista de las alzas y bajas del valor bursátil de Apple en sintonía con la salud de uno de los responsables ejecutivos más icónicos del mundo, comparado a Henry Ford o Walt Disney.
Dentro de esta saga médico-empresarial, Apple habría vuelto a cultivar con intensidad su famoso culto por lo secreto. Al principio, la empresa dijo que Steve Jobs -superviviente de un raro cáncer de páncreas diagnosticado en el 2003- no tenía problemas de salud.
Después se reconoció que sufría un benigno «desequilibrio hormonal», producto de un «problema nutricional» para el que se iba a someter a un tratamiento «relativamente simple».
Tras indicar a sus empleados que se enfrenta a cuestiones «más complejas de lo que originalmente pensaba», Steve Jobs se tomó medio año de baja médica.
Y solamente después de que el «Wall Street Journal» divulgase la primicia del trasplante de hígado, la empresa ha reconocido implícitamente la grave situación médica por la que ha atravesado su consejero delegado. Pero la noticia, que en otros momentos hubiera resultado catastrófica para la cotización de Apple, ha quedado relegada a un segundo plano entre resultados como la venta de un millón de unidades del nuevo iPhone en el plazo de tres días.
Warren Buffet, el multimillonario inversor, se ha destacado en las críticas contra Apple. En declaraciones a la CNBC, el patrón de Berkshire Hathaway ha argumentado: «Si yo tengo una enfermedad grave, o algo de naturaleza importante como una operación o algo así, creo que lo que hay que hacer es decírselo a los accionistas. Yo trabajo para ellos. No hay duda de que Steve Jobs es importante para Apple. Por eso es un hecho material».
En estos reproches, la clave se encuentra en «hecho material». Ya que las regulaciones financieras de Estados Unidos definen este concepto como la información que un razonable inversor necesitaría conocer para realizar una decisión informada sobre la venta o compra de los títulos bursátiles de una compañía. Con la obligación legal para las empresas que cotizan en Wall Street de divulgar esas informaciones de una manera puntual.
Cuando Jobs anunció su baja temporal en enero, se supone que los reguladores bursátiles de Estados Unidos ya empezaron a interesarse por la sinceridad de Apple.
Aunque para abrir un caso, la SEC (Securities and Exchange Commission) tendría que tener claro que la empresa ha intentado beneficiarse al retener información sobre la salud de Steve Jobs. Pero como ha indicado Peter Henning, ex fiscal federal y ahora profesor, «una cuestión de salud, a diferencia de una fusión o una merma en ingresos, no se presta a respuestas definitivas».
En opinión de John Dienhart, profesor de ética empresarial en la Universidad de Seattle, «está claro que Apple ha utilizado a Steve Jobs y le ha convertido en una figura pública para incrementar el valor de la compañía. Y si uno asume lo bueno, también tiene que asumir lo malo».