En mi colaboración anterior traté sobre algunos elementos que serán factores centrales para resolver el problema de la seguridad alimentaria a escalas mundial y nacional. Tres serán decisivos: el crecimiento de la población mundial y un cambio en sus niveles y patrones de consumo de alimentos y un clima cada vez más impredecible. Habrá que aumentar la producción de alimentos entre 60 y 100% para garantizar la seguridad alimentaria, aunque sin duda también habrá que resolver los problemas de desperdicio y distribución de alimentos.
Mencioné que solamente con una intensificación sustentable de sistemas de producción agrícola será posible lograr una seguridad alimentaria real, donde los rendimientos no sean valorados sólo en función del área, sino también de los insumos, en especial los no renovables y de sus impactos sobre los servicios ambientales. Esto implica tener sistemas agrícolas mucho menos dependientes de los combustibles fósiles, cuyo propósito a largo plazo es la intensificación de la producción sin afectar los sistemas sociales o ecológicos.
Lograr esa intensificación sustentable, con mayores rendimientos por área y con menos insumos agrícolas, es sin duda un gran reto que no puede ignorar ninguna tecnología útil. Para ello, no se puede pretender que una sola tecnología es la ideal, así como no se puede aplicar una sola política de producción para todos los ambientes, especialmente en un país con la diversidad ecológica del nuestro.
Se requieren políticas públicas activas y una ciencia de la más alta calidad sostenida con fondos públicos para fundamentar todas las tecnologías que se apliquen, desde las más modernas hasta aquellas de bajos insumos. Ese conocimiento científico debe generarse en un enfoque ecosistémico, donde se pueda entender el sistema de producción en todos sus componentes y lograr rápidamente mejorías en su manejo, en los rendimientos obtenidos y en asegurar su sustentabilidad ecológica.
La Royal Society de Londres, en un reciente documento sobre seguridad alimentaria (Reaping the Benefits, 2009), enfatiza especialmente la necesidad del financiamiento público para la investigación agrícola en el mundo. La investigación básica del sector público debe evitar que asuntos de propiedad intelectual impidan la adopción generalizada y amplia por los productores agrícolas.
Corto este tema aquí para hacer algunos comentarios sobre los tristes eventos en Japón. En mi siguiente entrega analizaré el estado de la investigación y la formación de capital humano en agricultura en México.
Tragedia en Japón
Uno no puede ver sino con gran dolor y compasión lo que ocurre en Japón. Por su actualidad, quiero referirme a los infortunados accidentes nucleares. No soy fanático de la energía nuclear, pero como muchos, veo en ella una atractiva opción para romper la dependencia de energías emisoras de dióxido de carbono. Aparte de los costos humanos locales, estos incidentes serán aprovechados por los lobbies petroleros y carboneros para insistir en que no se puede detener la dependencia de los combustibles fósiles. Habrá muchas expresiones en pro y contra de ambas tecnologías; desafortunadamente lo que seguirá totalmente ausente es la discusión internacional seria de cómo disminuir significativamente la glotonería mundial de energía y así reducir notablemente las emisiones de gases de invernadero y los riesgos nucleares. ¿Aprenderemos de esta severa lección, que en el momento en que escribo este texto aún no finaliza? ¿Tomaremos en serio el reto de reducir el uso de energía sin necesariamente sacrificar un bienestar digno y mucho más equitativo a los habitantes del planeta? Si yo fuese aficionado a las apuestas, pondría mi dinero en que no.
Fuente: El Universal, Opinión, A17.
Articulista: José Sarukhán, biólogo investigador de la UNAM.
Publicada: 18 de marzo de 2011.