De acuerdo con información del gobierno japonés, la radiación en las zonas colindantes a la planta de Fukushima mantendrá alejados de sus casas al 32% de los evacuados después de la tragedia. A más de un año, la pregunta de qué tan limpia y segura es la energía nuclear sigue sin respuesta.
Al menos en seis de las 11 ciudades y municipios que se encuentran dentro de la zona de evacuación de 20 kilómetros decretada por el Gobierno alrededor de la central de energía nuclear, superan el límite de seguridad de 20 milisievert anuales.
Esta situación ha puesto en duda la confiabilidad de las centrales nucleares y se planteó desde entonces su posible desactivación, a pesar de que un informe presentado en mayo de este año, elaborado por 30 expertos convocados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó que los niveles de radiación a los que fueron expuestos los japoneses, incluidos los habitantes de Fukushima, no podían considerarse peligrosos para la salud.
Daños colaterales
El 11 de marzo de 2011, un terremoto seguido de un tsunami que golpeó la central de Fukushima Daiichi provocó el peor accidente nuclear desde Chernóbil, y sus emisiones contaminantes han afectado gravemente a la agricultura, la ganadería y la pesca locales.
Durante semanas, trabajadores de la planta trabajaron para medir el daño causado a los reactores nucleares y evitar una catástrofe. Desde entonces y hasta el día de hoy, el gobierno japonés y un grupo de especialistas en este tipo de accidentes de todo el mundo, comenzaron a evaluar los niveles de radiación y los posibles impactos que éstos representan para la salud y en general, al desarrollo de las actividades comerciales e industriales de la región.
La diferencia entre la situación de esta planta y la explosión del reactor nuclear de Chernóbil, Ucrania, en 1986, se debe a que la nube de radiación de esa planta contenía elementos más peligrosos, que han provocado a la fecha 2 000 tipos diferentes de cáncer, y no es posible predecir cuántos más.
Más allá de este panorama desalentador, ¿de verdad es viable la desactivación de las plantas nucleares de todo el mundo?
Política de derecha y ¿limpia?
La central nuclear de Fukushima dejó en el aire, además de yodo 131 y cesio 137, –ambos elementos altamente radioactivos más pesados que el aire, por lo que su dispersión es limitada–, la duda de si este tipo de plantas de energía debían promoverse o desaparecer.
Junto con la reconstrucción de la zona afectada, cercana a la centra Fukushima-Daicchii, el gobierno japonés cerró 16 reactores de los 54 que tiene, con la intención de otorgarles mantenimiento, sin embargo, no estableció ninguna fecha de apertura.
En los primeros días de mayo de este año se apagaron el resto de las centrales nucleares y la reacción gubernamental no se hizo esperar. Este sector y los empresarios manifestaron su preocupación por una posible ruina económica, pero la sociedad civil y diversas Organizaciones No Gubernamentales ven la posibilidad de una revolución energética que sea el inicio de una transición mundial hacia las energías renovables.
Las repercusiones de esta acción fueron inmediatas. El aumento de precios e importaciones de combustibles fósiles, apagones y el incremento de precios en varios productos de la canasta básica japonesa, fueron sólo algunos.
El actual alcalde de Osaka, Tōru Hashimoto, que representa la derecha en aquel país y goza de gran popularidad, ha organizado un movimiento político en pro del apagón nuclear. Sin embargo, no es la protección al medio ambiente lo que impulsa a este funcionario, sino la posibilidad de terminar con el monopolio sobre el sector energético de casi 70 años que tienen los empresarios dueños de las centrales nucleares en Japón.
Para Hashimoto, el cierre de las centrales nucleares es el primer paso para una transición energética y el comienzo de un periodo con mayor competencia dentro de esta industria, que coincidentemente puede ser también más responsable en términos ambientales.
Japón ocupa el tercer lugar en cuanto a generación de energía a nivel mundial. El sector energético de este país está dominado por 10 monopolios regionales, de los cuales el más grande y conocido es Tokyo Electric Power (Tepco).
Hasta el año pasado, Tepco también formó parte de la asociación Nippon Keidanren, un grupo de élite conformado por importantes políticos y representantes de la alta burocracia, cuyos vínculos con la industria energética siempre han estado al servicio de intereses pro-nucleares desde hace décadas. Como es posible apreciar, para Japón desconectar sus reactores no es nada más un asunto de protección ambiental, pero, ¿qué significa en términos ambientales lo anterior?
¿Ambientalmente correcto?
Si bien para la mayor parte de los japoneses es inaceptable la apertura de más reactores, en términos ambientales la energía nuclear es todavía la que más puede contribuir a la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), por lo que puede parecer la más limpia, sin embargo, no es la más segura.
Durante el Simposio internacional “El desastre de Fukushima y el futuro de la energía nuclear”, celebrado en junio de este año, el ingeniero Setsuo Fujiwara, ex inspector nuclear en la Organización de Seguridad de Energía Nuclear de Japón en 2011, manifestó que ninguna de las centrales nucleares japonesas estaba preparada para resistir la combinación de un sismo de la magnitud del que sucedió el 11 de marzo de 2011, y un tsunami, con un oleaje superior a los 40 metros de altura. A la pregunta de si algún día podrían estarlo, sólo se limitó a señalar que no se sabe, pues si bien el hombre puede prevenir el peor de los escenarios, la naturaleza puede asumir lo anterior como un reto, superando todas las expectativas.
Hoy por hoy, se sigue considerando a los GEI, en especial el CO2, un residuo de los combustibles fósiles utilizados para actividades humanas, como uno de los principales contribuyentes al cambio climático. Por ello, se ha planteado la necesidad de la creación y utilización de formas de energía más limpias y sustentables, entre ellas, la nuclear.
El primer uso de la energía nuclear fue como arma de destrucción masiva, al final Segunda Guerra Mundial. Las fuerzas estadounidenses hicieron uso de ésta en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki; a lo anterior, es preciso agregar la relación que la radiación tiene con enfermedades como el cáncer.
En términos ambientales, este tipo de energía también tiene algunos inconvenientes: la contaminación por radiación y por los desechos de alta actividad, y la necesidad de uranio para su producción.
El uranio es un elemento químico metálico, que se extrae de la tierra del mismo modo que se hace con otros minerales y como ellos, no es un recurso ilimitado como el sol o el viento, es decir, que un día se agotará y habrá que buscar otras fuentes de energía.
Por otro lado, en los países con altos consumos de energía, como Estados Unidos, el gobierno federal la subsidia. Gilbert Metcalf, de la Universidad Tufts, estima que en total el 49.4% del coste de la generación de electricidad nuclear corre a cargo del Estado. Dentro de este panorama, una nuclear cuesta unos 1 500 dólares por kilovatio de potencia; una térmica de gas natural, 400.
Sin embargo, hay ventajas muy importantes: una central nuclear dura entre 40 y 60 años, y el precio del uranio es menos volátil que el del petróleo. En países de Europa del este, el costo de la energía nuclear es entre 750 y 4 600 millones de euros más barata que el gas. Eso sí: en un plazo de 50 años, lo que deprecia el valor del ahorro.
Pero, ¿existen formas más seguras de producir energía nuclear; reactores que no puedan usarse para hacer armas; a prueba de desastres naturales, y que produjeran menos desechos?
Científicos alrededor del mundo han señalado que quizá la clave para lograr todo eso y más, está en sustituir al uranio por el torio. En una entusiasta entrevista para la BBC, el empresario e ingeniero estadounidense Kirk Sorensen señaló que: “Hay cuatro veces más torio que uranio en la Tierra. En 2007 usamos 5 000 millones toneladas de carbón, 31 000 millones barriles de petróleo y cinco billones de metros cúbicos de gas natural, junto con 65 000 toneladas de uranio para producir la energía que consumió el mundo. El torio es tan altamente energético que es posible tener un suministro de energía toda una vida, en la palma de la mano”.
Hoy día, esa es la gran ventaja de las plantas nucleares: que pueden producir enormes cantidades de energía con un pequeño volumen de combustible. Tan sólo una tonelada de combustible nuclear produce la energía equivalente a lo que dos o tres millones de toneladas de combustibles fósiles.
En mayo de 2012 inició el apagón nuclear en Japón, lo que significa que, por primera vez en 42 años, el suministro eléctrico no procederá de la energía generada por las 54 centrales nucleares que hay en la isla. Uno de los retos más inmediatos con los que tendrá que lidiar el gobierno nipón es el incremento de la demanda energética que implica la entrada del verano.
Las condiciones de trabajo en una planta nuclear
Los trabajadores de la planta que apoyaron en el enfriamiento de las barras de combustible sobrecalentadas se expusieron a los niveles más altos de radiación, en un corto tiempo. La mayor parte de ellos podrían presentar una enfermedad por radiación, y algunos padecieron del síndrome de radiación aguda, con síntomas que van desde daño a los tejidos, hasta enfermedades autoinmunes.
Los trabajadores de las plantas nucleares del mundo están sujetos a ese tipo de riesgos, por ello, los organismos reguladores establecen límites para la cantidad de tiempo que pueden enfrentarse a situaciones que involucren tener contacto con la radiación excesiva. Estos límites se calculan acumulativamente y equivalen a la cantidad de milisiverst (mSv) a los que un empleado puede exponerse por año; una vez que llega a esa cantidad, ningún empleado puede enfrentar esos niveles de radiación por un año más.
En los Estados Unidos, la Comisión Reguladora Nuclear establece que los trabajadores sólo pueden exponerse a un máximo de 50 mSv anualmente. En la planta de Fukushima, los niveles alcanzaron los 0.073 mSv; el día del tsunami, tres horas después, la cantidad era 11.9 mSv.
Las consecuencias para la salud son a largo plazo, incluyen el cáncer, particularmente de tiroides, ya que esta glándula es especialmente sensible a los efectos de la radiación, lo que varía según la distancia, la dosis y la duración de la exposición.
Alemania
Energiewende (Transformación de la energía) es el nombre del plan alemán que tiene como objetivo reducir en 50% el consumo total de energía del país para 2050 y el consumo de electricidad en 25%. Se trata de consumir la mitad de la energía que actualmente utiliza el Reino Unido. Para lograrlo, Alemania también tiene como objetivo producir 80% de la electricidad de fuentes renovables para la misma fecha y las autoridades correspondientes esperan establecer un nuevo récord mundial para la generación de energía solar, equivalente a 20 centrales nucleares.
Fuente: Revista Equilibrio No. 47
Por: Diana Dávalos
Publicada: Julio de 2012