Las empresas de reciclaje operan en desventaja fiscal respecto a otros negocios, ya que no pueden deducir las compras de sus materias primas.
Las recicladoras de PET, por ejemplo, compran plástico a los pepenadores o recolectores, que no tienen forma de emitir facturas, al no estar dados de alta.
Eduardo Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico, dijo que hace 3 años existía la autofacturación, con la que se podía comprobar la compra de los insumos.
La autofacturación aplicaba a todas las empresas que utilizaran desperdicios industrializables y quedó establecida en las reglas de la resolución de la miscelánea fiscal, pero se eliminó en 2008.
Al desaparecer este esquema, a las recicladoras les aparece como costo cero la compra de desperdicios, por lo que reportan una utilidad más alta y al final pagan más impuestos.
Iván López, director general de El Rey del PET, explicó que la autofacturación les permitía tener dos blocks de facturas con series diferentes: la serie A del 1 al 100 y la serie B del 1 al 100.
Con la serie B se autofacturaban la compra del material y con la serie A revendían el material que se habían facturado con la serie B.
Con la autofacturación, las empresas que adquirían servicios en el sector primario, arrendamiento o en la microminería podían comprobar esos costos, agregó Alejandro Hernández, fiscalista asociado de Escobar Latapí.
El SAT comentó que el esquema desapareció porque no se podían otorgar facilidades de facturación conforme a la Ley del Impuesto Empresarial a Tasa Única, no obstante, se creó un régimen para el sector primario que requiere el Registro Federal de Contribuyentes o la Clave Única de Registros de Población del productor.
«Las nuevas reglas me llevan a que compre con alguien que factura o a quien pueda inscribirse en el SAT «, dijo Hernández.
Para ello, los pepenadores tendrían que darse de alta.
Fuente: Reforma, Negocios, p. 1
Reportera: Sara Cantera.
Publicada: 24 de marzo de 2011.