Se han escrito muchas líneas sobre el factor psicológico en la operativa de los mercados de capitales pero se ha escrito menos sobre la existencia de sesgos de género en las operaciones de inversión. En el presente artículo comentaremos cómo una mayor visibilidad de la mujer en el sector puede afectar a las decisiones de los operadores.
Recientemente, Lisa Pollack daba cuenta de un estudio de la University of Exeter Business School donde se analizaron 80.000 operaciones de autocartera realizadas por directores de empresas cotizadas en la bolsa de Londres. La pregunta base del estudio era si los mercados de capitales serían más receptivos a las transacciones realizadas por hombres frente a las realizadas por las mujeres.
De la muestra total se eliminaron del estudio las operaciones de venta porque no servirían para aislar el factor de género: podrían ser interpretadas por el resto de operadores del mercado en base a necesidades de liquidez, a operaciones de diversificación, o a las perspectivas de la empresa, y atraer una atención inusual de los reguladores. De las 62.106 operaciones de compra resultantes, se procedió a aislar los posibles factores vinculados al género: se eliminaron las operaciones de cada empresa realizadas en días en los que operaron hombres y mujeres. A su vez, de las señales de compra correspondientes a hombres y mujeres, identificaron que las operaciones procedentes de mujeres directoras fueron solamente un 3% del total.
No obstante las limitaciones del estudio, las conclusiones revelan una interesante dicotomía en atención al sexo del operador. Cuando fueron los hombres los que realizaron la operación de compra, el mercado respondió con un alza de las acciones en torno al 1.55% en los 20 días siguientes a la operación. Cuando las compradoras fueron mujeres, la ganancia fue sólo del 0.88%.
En una segunda muestra se aislaron las operaciones procedentes de directores ejecutivos y no ejecutivos para ver también las reacciones de los mercados. Así mismo se examinaron los resultados a corto plazo introduciendo otras variables como la capitalización de las empresas, el porcentaje de contratación sobre el total, y el valor económico de la operación. A corto plazo, el resultado fue que la diferencia en los retornos era menor y tenía menos relevancia estadística.
Sin embargo, el resultado más interesante fue quizás que las ganancias mensuales eran de 0.68% cuando las que compraron fueron las mujeres y sólo del 0.37% en el caso de los hombres, con un margen acumulado del 4% anual. Es decir, las mujeres obtenían mejores rendimientos a largo plazo.
Aunque en este estudio la muestra no es suficientemente significativa, podemos destacar varios aspectos que sí han sido contrastados por otras investigaciones:
– El mayor retorno a largo plazo proporcionado por las mujeres inversoras
– En segundo lugar, el sesgo a favor de las operaciones realizadas por operadores masculinos
– El todavía escaso número de mujeres en las finanzas puede verse afectado por los dos anteriores.
Desde la primera perspectiva, hace ya más de una década, el estudio de Barber y Odean “Boys will be boys” había predecido un comportamiento similar. Los registros de operaciones de contratación por hombres y mujeres en el período de febrero de 1991 a enero de 1997 mostraron que las transacciones realizadas por los hombres fueron un 45% superior a las de las mujeres, pero también constataron que este mayor volumen de contratación iba asociado a un menor retorno en el caso de los hombres: 2.65 puntos anuales menos frente a 1.72 de las mujeres. ¿La razón de esta discrepancia? Según los autores, un exceso de confianza por parte de los varones que se traduciría en un mayor volumen de contratación que no se vería acompañado de rendimientos más altos.
Pero es que además, esta mayor rentabilidad a largo plazo de las operaciones realizadas por las mujeres, derivaría tanto de su mayor aversión al riesgo (1) como de una mayor consideración de los intereses de los stakeholders. Así, un studio de Chris Bart y Gregory McQueen, “Women Make Better Decisions than Men,” International Journal of Business Governance and Ethics (March 2013) sobre 600 Consejos mostró que las mujeres tienen más en cuenta los intereses de múltiples grupos de interés y que confían más en la cooperación y el consenso en la toma de decisiones.
Pero ahondando en el factor psicológico, el sesgo a favor de las decisiones de operadores masculinos se observa también en otros ámbitos, como el académico, lo que abunda en la conclusión de que una mayor visibilidad de los actores económicos por razón de género, genera más confianza en el resto de los operadores.
En un experimento dirigido por la psicóloga Moss-Rascussin y publicado con el título Science´s faculty subtle gender biases favor male students y que Manuel Conthe nos relata en su blog, se pidió a un grupo de 127 profesores de biología, química y física de varias universidades americanas –en total 63 hombres y 64 mujeres- que opinasen sobre la idoneidad y cualificación de los candidatos a una plaza de jefe de laboratorio de ciencias en una Universidad. Los extremos sobre los que tenían que pronunciarse eran:
a) El grado de cualificación o competencia que percibían en el candidato;
b) El sueldo que le ofrecerían, si tuvieran que contratarle; y
c) Hasta qué punto merecería que un mentor le apoyase.
La solicitud enviada a todos los profesores era idéntica, salvo en un detalle: al azar se envió a la mitad una solicitud en la que como nombre de pila de la aspirante figuraba Jennifer y en la enviada a la otra mitad, John.
Pues bien, los profesores dieron mejor puntuación al candidato “John” que a la candidata “Jennifer” en todas las dimensiones, como se muestra en el gráfico. Incluso ofrecieron mejor sueldo a John que a Jennifer.
Las conclusiones básicas del estudio fueron las siguientes:
– El sesgo a favor del hombre y en contra de la mujer parecía atribuirse a un “estereotipo social” que influyó de forma larvada tanto en los profesores como en las profesoras, al juzgar sobre informaciones idénticas.
– El sesgo a favor del hombre se produjo a pesar de que todos los profesores y profesoras eran científicos que valoraban la objetividad y la ausencia de sesgos metodológicos en sus investigaciones.
– El sesgo fue inconsciente pues todos los profesores se declararon firmes partidarios de la igualdad entre sexos.
Estos sesgos en el acceso y los procesos de selección alimentarían un círculo vicioso de las diferencias salariales en determinados sectores profesionales. Nuevamente, el caso de las finanzas es paradigmático. En el estudio de Futuretrack y Hecsu Journal Graduate Market Trends (Hecsu son las siglas del Higher Education Careers Services Unit del UK) de febrero de 2013, se analizaron los salarios de 17.000 recién licenciados. En él, se constataban las diferencias salariales hombre-mujer no sólo en las posiciones más altas del escalafón laboral sino también por sectores, siendo especialmente significativas en sectores tradicionalmente masculinos como la agricultura y minería, pero también en la banca, finanzas y sector del seguro. Muy significativamente, en el sector no lucrativo había homogeneidad salarial.
Es decir, los sesgos en el acceso y los procesos de selección se podrían traducir en una menor visibilidad profesional de la mujer, y a su vez, en una menor confianza hacia su actuación profesional, lo que en el caso de los mercados de capitales podría tener su reflejo en las operaciones a corto plazo (aunque se apreciase un mayor rendimiento en operaciones a largo plazo). Aunque estas hipótesis necesitarían de un ulterior desarrollo analítico, todo parece apuntar a que el círculo vicioso de estas dinámicas se alimentaría continuamente a falta de políticas de promoción laboral de la mujer, de educación colectiva y de ruptura de estereotipos psicológicos. En las palabras de Moss-Rascussin:
“Las investigaciones demuestran que quienes más se precian de su objetividad y equidad son, paradójicamente, los más proclives a sucumbir a sesgos, en buena parte porque no están en guardia contra los más sutiles“.
Helena Ancos Franco
Coordinadora del Programa de Trabajo de Responsabilidad Social Empresarial del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Representante en la UCM de la RedUNIRSE, red Iberoamericana de Responsabilidad Social Empresarial y Promotora en la Universidad Complutense de Madrid de la Red Interuniversitaria de Responsabilidad Social Empresarial. Ha sido Abogado y Profesora de Derecho Internacional Privado en la Universidad Europea de Madrid y en el Centro Universitario Francisco de Vitoria y en el Centro Universitario de Estudios Financieros de Madrid. Sus actuales líneas de investigación se centran en la búsqueda de modelos jurídicos y económicos que promuevan la rentabilidad de los negocios y el desarrollo social, así como mecanismos de colaboración público-privada para el desarrollo.